miércoles, 6 de enero de 2021

LIBERTAD DE LOS ANTIGUOS Y MODERNOS.

 

Libertad de los antiguos y modernos

Es conocida la distinción que formulase Benjamín Constant (1767/1830) entre la libertad de los antiguos y la libertad de los modernos. La libertad de los antiguos, típica de las pequeñas comunidades, implica que los miembros de este grupo ostentan la doble condición de titulares y gestores del poder colectivo. De ahí que fueran muy celosos de su participación en la cosa pública.

En la antigua Grecia, el idiota (idiotes, en antiguo griego) era aquel que se preocupaba solo de sí mismo, de sus intereses privados, sin prestar atención a los asuntos públicos. Nos estamos refiriendo a la democracia directa o asamblearia. De modo que la asamblea popular (eclesía)- sólo varones-, instaurada por Solón el 594 antes de Cristo, ejercía directamente el poder.

Los que hayan vivido la experiencia de las asambleas universitarias podrán entender fácilmente los defectos de este sistema. Las personas o grupos más influyentes, o con mayor capacidad de seducción o presión, conseguían arrastrar a la mayoría. Los arrebatos asamblearios y la ausencia de derechos individuales inviolables eran algunas de sus características.

Tendremos que llegar al siglo XIX para que aparezca la democracia representativa que conocemos y que, con mayores o menores defectos, es el sistema que desean los que no la tienen. A veces, los que la tienen parecen ignorar los peligros de otras aventuras políticas. Ya sabe a quién me refiero.

El siguiente paso es una distinción que debemos al eminente jurista Hans Kelsen: dominio de las mayorías y principio de las mayorías. El predominio de la voluntad de la mayoría, dice Kelsen, no significa el desconocimiento de los derechos de la minoría. El principio mayoritario no puede identificarse con la idea de un dominio ilimitado de la mayoría, que es lo que sucedía en la democracia asamblearia. Y con esto entramos en la democracia representativa y el principio de las mayorías, que sí reconoce los derechos de las minorías. Es decir, los modelos actuales de democracia.

Entramos en la libertad de los modernos. Una característica central es que las personas que conforman esta sociedad se hacen representar en la vida pública, de modo que ellos pueden dedicarse a su vida privada, sin que sean tratados de ‘idiotas’. Al menos por este motivo. Y tienen leyes que les protegen, al menos teóricamente, frente a las injerencias indebidas del Estado.

En este contexto se desarrolla el individualismo, es decir, la tendencia de los ciudadanos a desentenderse de la vida pública y centrarse en sus intereses privados. Pero el individualismo tiene mala prensa. ¿Por qué? Porque suele confundirse con el egoísmo, que es una característica natural de los seres humanos. Con las excepciones de héroes y santos.

El individ

uo es la unidad básica, no el punto de partida, ya que el individuo nace en una comunidad, o en una sociedad. Pero si el individuo no fuese la unidad básica, lo sería el grupo. Con el peligro de que las personas de carne y hueso estarían sometidas a algún ‘animal metafísico’, como, por ejemplo, la tribu, o la nación identitaria.

La nación identitaria, convenientemente historiada por los historiadores adictos, se convierte en un ente mítico cuyos intereses- se proclama- están por encima de los intereses de los individuos que la componen. Cuando esto sucede, el individuo se difumina como ciudadano, y se convierte en miembro de una tribu moderna. Como las que tenemos en España. Tienen ‘hecho diferencial’ e identidad metafísica. Incluso dan golpes de Estado. ¡Y gobiernan!

Ser un individuo- con derechos y obligaciones- te hace responsable de tus actos, a menos que seas menor de edad, o sufras algún tipo de deficiencia psíquica que te incapacite. Ser miembro de una tribu, en cambio, difumina la responsabilidad en el grupo. Y también difumina la individualidad. Basta seguir el camino marcado. Dicho esto, habría que aclarar que la sociedad no debería verse como un simple agregado de individuos. ¿Por qué? Porque los individuos se organizan en instituciones, públicas y privadas, que influyen, estabilizan y coordinan nuestras vidas. Aunque es muy importante que sean inclusivas, es decir, basadas en el mérito y la capacidad. No en el enchufismo, el género, o minorías supuestamente oprimidas.

¿En qué contexto estamos en mejor situación para ser libres? Entre los muchos peligros que acechan a nuestra libertad, destacaría dos excesos que suponen una pérdida de ‘equilibrio’ y de ‘límites’. Por una parte, un exceso de individualismo puede conducir a un exceso de mercado. Por otra, un excesivo miedo al individualismo (la mayoría de los jóvenes universitarios quieren ser funcionarios) puede conducir a un exceso de Estado.

Por muy avanzada que sea una sociedad (esto significa, ciudadanos cultos, responsables y sin miedo a la libertad), siempre que se trate de ‘sociedades extensas’ como las nuestras, no se podrá eliminar, por completo, el Estado. Porque a partir de cierto tamaño de la sociedad, aparecen necesidades y problemas que exigen su presencia.

En las sociedades extensas actuales se requiere cierta coordinación institucional de algunas actividades. Eliminarlas y dejar a los individuos ‘solos’, rodeados de millones de congéneres que también estarían ‘solos’, traería más inconvenientes que ventajas. Aunque se organizaran sin Estado.

Sin embargo, los ciudadanos deberían estar siempre vigilantes ante el intento estatal (sistemático y enfermizo) de extender sus tentáculos en todos los aspectos de la vida de los ciudadanos, que es lo que sucede- aumentado y corregido- con este infame gobierno social comunista. En cuanto al mercado- dejo aparte el rechazable ‘capitalismo clientelar’-, muchos lo desprecian porque quieren un subsidio permanente que financie su vida. Pero la cultura del subsidio conduce a la pobreza, económica, política y moral. Es el camino de este gobierno.

Un grave peligro para la libertad aparece cuando una de estas fuerzas- Estado o mercado- se hace demasiado fuerte y arrincona a la otra, provocando la ruptura del equilibrio. Inestable e imperfecto, pero equilibrio. Que quiere romper este gobierno, formado por comunistas, socialistas, filoetarras y golpistas catalanistas. Ellos son el verdadero peligro para la libertad y la democracia. Una tropa estatalista, mentirosa, incompetente y sin escrúpulos.

Cuando gobierna una cuadrilla de mangantes, es un suicidio desentenderse de la política. Como los ‘idiotas’ griegos.

 

(MallorcaDiario/6/1/2021.)



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