lunes, 4 de enero de 2021

WE THE PEOPLE

 

We the people

En su discurso de despedida tras ocho años como Presidente de los Estados Unidos de América, retransmitido desde el Despacho Oval de la Casa Blanca el 11 de enero de 1989, Ronald Reagan dijo, entre otras muchas cosas, lo siguiente:

“La nuestra fue la primera revolución en la historia de la humanidad que verdaderamente revirtió el papel del Gobierno, y lo hizo con tres simples palabras: “We the People” (“Nosotros el Pueblo”, aludiendo a la frase con la que comienza el texto de la Constitución norteamericana de 1787). “Nosotros el Pueblo” somos los que decimos al Gobierno lo que tiene que hacer; no es el Gobierno quien nos lo dice a nosotros. “Nosotros el Pueblo” somos los conductores; el Gobierno es el coche. Y nosotros decidimos a dónde ir, y por qué ruta, y a qué velocidad. Casi todas las demás Constituciones del mundo son documentos en los que los Gobiernos dicen al Pueblo cuáles son sus derechos. Nuestra Constitución es un documento en el cual “Nosotros el Pueblo” decimos al Gobierno lo que tiene permitido hacer. “Nosotros el Pueblo” somos libres. Esta creencia es la base esencial de todo lo que yo he tratado de hacer en estos últimos ocho años. En los años 60, cuando yo comencé en política, me parecía que habíamos invertido el orden de las cosas, que a través de crecientes normas, regulaciones e impuestos confiscatorios el Gobierno se estaba llevando la mayor parte de nuestro dinero, la mayor parte de nuestras decisiones, y la mayor parte de nuestra libertad. Yo entré precisamente en política para levantar mi mano y decir “Basta”. Yo me sentía un ciudadano político, y eso parecía lo correcto que un ciudadano debía hacer. Pienso que hemos parado mucho de lo que debía ser parado. Y espero que, una vez más, hayamos recordado a la gente que el ser humano no es libre a menos que el Gobierno esté limitado. Hay una causa y efecto tan predecibles como las leyes de la física: cuando el Gobierno se expande, la libertad se comprime”.

Esa espectacular e inapelable defensa de la libertad individual y social frente a los abusos gubernamentales debería estar en el frontispicio de cualquier democracia liberal que se precie, y estudiarse en todas las aulas de Derecho constitucional del mundo. Y merecería, además, constituir un lema irrenunciable para todos los habitantes del planeta que valoren, ante todo, ser ciudadanos libres. Porque cuando el Gobierno cae en manos de mindundis, propagandistas e incompetentes sin escrúpulos -como es el caso español en estos momentos- constituye un gran peligro para todos nosotros entregarles alegremente nuestra libertad.

En un clarividente artículo (como en él es habitual) publicado hace pocas fechas en el diario “Ultima Hora”, Javier Mato comentaba la escasa repercusión en los libros de historia de la llamada “gripe española” de 1918, que mató a cuarenta millones de personas en el mundo, frente a la barbaridad de información de que disponemos ahora sobre el Covid-19, que ni de muy lejos llegará a esa cifra de víctimas. Y argumentaba que, entonces, los problemas de la humanidad afectaban a las personas, que eran quienes tenían que poner los remedios para salir de ellos, mientas que hoy todos esperamos que venga el Estado a solucionarlos, con la parafernalia y desbordante publicidad mediática que acompaña de forma creciente sus actuaciones. Su conclusión era que la ampliación del poder del Estado tiene como contrapartida inevitable la atrofia de la autonomía de los individuos. Y terminaba diciendo que “cuando hayamos vencido al virus, la autonomía individual habrá quedado debilitada: una vez que el poder comprueba que puede regularlo todo, no lo olvidará”.

La gente cultivada e inteligente -que hoy en día escasea y está anestesiada por la crispación política y la propaganda- se da cuenta de que muchas cosas están cambiando aceleradamente en nuestras vidas. En muy poco tiempo. De que estamos viviendo una revolución soterrada y con poco ruido, pero que tiene bastante calado y muchas nueces. Y de que todo eso no sucede por casualidad. Nuestro Gobierno está sirviéndose de la pandemia para decretar sucesivos estados de alarma (durante los cuales disminuye su control parlamentario), aprobar leyes a borbotones sobre temas sensibles sin consenso social alguno, subir compulsivamente los impuestos, restringir de forma creciente nuestras libertades y derechos (a la información veraz, a la educación, a la memoria verdadera, a una justicia independiente), y hacer propaganda sin cesar con las vacunas, los fondos europeos y la información sanitaria. Y también para poner continuamente en cuestión nuestra Constitución, la ejemplar Transición que nos trajo pacíficamente la democracia, y hasta la forma de Estado que es nuestra Monarquía parlamentaria, sin que para la inmensa mayoría de los españoles todas estas cosas supongan problema alguno.

Cuando uno entrega el poder a unos mediocres se puede esperar lo peor. Por eso hay que estar prevenido, y no renunciar alegremente a todos los controles eficaces hacia nuestros gobernantes. Pero aquí nos los están desactivando ante nuestras narices y no hacemos nada. Y el empeoramiento de la situación social y económica de mucha gente juega a su favor. Los desaprensivos que nos gobiernan prefieren gente empobrecida pero dependiente antes que gente libre con una voluntad autónoma escasamente influenciable. Y una buena parte del pueblo español hoy sólo aspira a poner la mano y que le den una paga mísera para, simplemente, ir tirando.

Así resulta imposible construir nada, salvo una sociedad decadente y subsidiada. En la que los mindundis se sientan los reyes del mambo. Ustedes verán. A mí la situación me preocupa y me subleva. Por eso estoy aquí, delante del ordenador, quitando tiempo a mi familia, a mis amigos y a mi trabajo, para soltarles estas filípicas. Con las que no pretendo que estén de acuerdo, sino simplemente que les hagan pensar. No olviden nunca amigos que “We the People”, o “Nosotros el Pueblo”, somos quienes les hemos puesto ahí. Y que “Nosotros el Pueblo” somos quienes tenemos en nuestra mano quitarles. Hagámoslo cuanto antes. Mientras se pueda.
 
(MallorcaDiario/4/1/2021.)


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