jueves, 28 de enero de 2021

PANDEMIA, TEDIO Y SOLEDAD

 

Pandemia, tedio y soledad

Sabemos lo que es una pandemia. La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró al coronavirus como una pandemia debido a su propagación mundial.

Pero no sucede lo mismo con la soledad.

Arthur Schopenhauer, en ‘El arte de vivir bien’ escribe: Un hombre de talento, en la soledad más absoluta, encuentra en sus propios pensamientos y en su propia imaginación con qué divertirse agradablemente, mientras el ser limitado, por más que varíe de fiestas, de espectáculos de paseos y de diversiones, no llegará a sofocar el tedio que le atormenta’.

Y en relación al tedio, o el aburrimiento, Bertrand Russell dijo: ‘Una generación que no soporta el aburrimiento será una generación de escaso valor’.

Estos dos grandes pensadores valoran positivamente la soledad. En el caso de Russell, porque el ‘aburrimiento’ suele ir ligado a la soledad. Ahora bien, Schopenhauer es más explícito, al mostrar que se trata de una soledad creativa. No basta estar solo y aburrido. Aunque ya es un paso. ¿Hacia qué? Hacia la autosuficiencia que, en cualquier caso, es relativa. Es algo parecido al egoísmo. No es que haya personas egoístas y otras no egoístas, sino más o menos egoístas. Cuando decimos que X es egoísta, lo que estamos diciendo, -aunque no sea explícitamente- es que, de acuerdo con el comportamiento mayoritario, esta persona se comporta egoístamente. Dejamos aparte a héroes y santos.

Algo parecido sucede con la soledad. La soledad ‘absoluta’ de que habla Schopenhauer, sólo puede mantenerse durante un breve espacio de tiempo. Para algunas personas, este ‘breve espacio de tiempo’ será de un día o dos. Y ya les resultará difícil de soportar. Para otros- creo que minoritarios- puede durar varias semanas, tal vez un mes. Prolongarla durante mucho tiempo puede suponer la aparición de enfermedades típicas de la ‘soledad crónica’, como insomnio, depresión, etcétera.

Esto indica que los seres humanos somos ‘seres sociales’. Con diferentes niveles de sociabilidad. Sin embargo, aunque haya diferencias muy acusadas, no eliminan el denominador común de sociabilidad. En este sentido, John Finnis, profesor en Oxford, un destacado filósofo del derecho, dice que hay unas ‘formas básicas de florecimiento/desarrollo humano’, que serían autoevidentes y, por tanto, no necesitarían justificación. Serían: la vida, el conocimiento, el juego, la experiencia estética, sociabilidad/amistad, razonabilidad práctica y la religión. Al ser auto evidentes y buenas- tales formas- deberían ser fomentadas.

Si Finnis tiene razón, la soledad, si quiere ser fecunda y creativa, no puede prescindir, por completo, de la sociabilidad, que sería un bien en sí mismo.

Conviene distinguir entre soledad inmanente y soledad trascendente. La soledad inmanente es la soledad que nos muestra, por ejemplo, Schopenhauer. Se podrían conseguir altos niveles de autosuficiencia, o de excelencia, en soledad, sin necesidad de apelar a entes sobrenaturales. Bastaría una soledad fuerte, combinada con una cierta sociabilidad (esto último es lo que yo pienso, no lo que dice Schopenhauer) y suficiente talento, para alcanzar altos niveles de soledad creativa y satisfactoria.

Pero también hay soledades trascendentes. Teresa de Ávila es un ejemplo. En su autobiografía, ‘Vida de la Madre Teresa de Jesús’, (36,29) dice: ‘Procuraba soledad para rezar mis devociones’. Y en (11, 12) ‘A solas con El solo’. La soledad trascendente es una soledad con clara consciencia de su provisionalidad e imperfección, en espera de una absoluta plenitud. No en vano, escribió:

‘Vivo sin vivir en mí,

Y tan alta vida espero,

que muero porque no muero’.

Si dejamos aparte esta soledad trascendente y volvemos a la soledad inmanente y creativa, tendremos que acudir- entre otras cosas- a la introspección. ¿Qué es la introspección?

El gran maestro Sócrates decía que lo más difícil era conocerse a sí mismo. La introspección, o sea, reflexionar sobre uno mismo y sus diferentes estados sería la manera de conocerse, porque la verdad estaría en el interior de cada uno. Y hay que ‘hacerla salir’. No comparto este racionalismo socrático, pero no es el objetivo de este artículo. Lo que ahora interesa es que desde una perspectiva inmanente se requiere la introspección, porque el solitario inmanente no puede ‘dialogar con Dios’. De modo que tiene que dialogar consigo mismo (introspección), con algunas personas, y libros.

Hay un segundo tipo de solitario inmanente. Es el que trata de superar el tedio y la soledad con fiestas, espectáculos, diversiones, sexo, drogas, etcétera. Este camino, que no te enriquece, es más habitual porque no exige esfuerzo. Pero, ten presente que, si no dominas las pasiones, las pasiones te dominarán a ti.

Albert Camus, en su conocida obra ‘La peste’, nos interroga de muchas maneras, en un contexto parecido al de una pandemia. Miedo, indiferencia, fraternidad… ¿Soy consciente de que mi tiempo es limitado? ¿Aprovecho este tiempo limitado de la mejor manera posible? Según nuestro filósofo Ortega, los otros no pueden entenderme y de ahí mi radical soledad. De la que puedo salir abriéndome a los demás (al Otro), explicando mi yo y mi circunstancia.

O las típicas preguntas ¿De dónde vengo? ¿Adónde voy? Es verdad que podemos tomarlo a broma, como W. Allen, y añadir; ‘Y cuánto me costará el viaje’. Pero una vez que hayamos reído, o sonreído, seguirán en pie estas, u otras, preguntas metafísicas. Interrogaciones que afectan a lo más profundo de nosotros mismos. Por eso, la risa, o la sonrisa, solamente maquillan una desazón del alma.

Sin la perspectiva de lo trascendente, la victoria parece ser de la muerte. ¿Es así? En todo caso, las pestes o las pandemias, dejan una sensación de debilidad, miedo, incertidumbre y desasosiego. En este inesperado infierno, ayudar a los demás nos da fuerzas. Nos enaltece. Porque somos seres sociales. Pero ¿por qué deberíamos ser solidarios? Con otras palabras, ¿Por qué debo ser moral?

En su libro ‘Nostalgia de absoluto’, G. Steiner nos dice que desde que ‘hemos matado a Dios’, como afirmaba F. Nietzsche, hay un vacío existencial, una nostalgia de Absoluto.

Tal vez, sea ésta una buena ocasión para mirarse al espejo y hablar, con el alma desnuda.

P.D. Este ‘lavado’ del alma, es perfectamente compatible con el combate democrático contra este gobierno social comunista, incompetente y sin escrúpulos. Y contra las Big Tech.

 

(MallorcaDiario/27/1/2021.)



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