domingo, 10 de enero de 2021

VIOLENCIA

 

Violencia

Jóvenes violentos siembran el terror en Stuttgart y dejan al menos 19 policías heridos. Hay más de 20 detenidos tras una noche de saqueos, rotura de escaparate y agresiones a los agentes en la ciudad alemana. Sucedió a finales de junio de 2020. Según explicó el vicepresidente de la Policía de Stuttgart, Thomas Berger, unos 500 jóvenes que se tapaban la cara con pasamontañas o mascarillas se concentraron en el centro de la ciudad y se dividieron en grupos más pequeños que sembraron el terror en varias calles comerciales. Agredían a los viandantes, rompían los escaparates y saqueaban las tiendas. Llevo 46 años trabajando como policía y les puedo asegurar que he visto muchas cosas, pero algo como esto no lo había visto en la vida ni había ocurrido nunca en las calles de Stuttgart», ha declarado el presidente de la Policía, Franz Lutz.

¿Por qué esta violencia?

Distinguiré dos tipos de violencia, aunque pueda haber más. Muchos ciudadanos se aburren en la aburrida democracia. Especialmente los jóvenes. Necesitan emociones fuertes, aunque sean subvencionadas. ¿Quién se las puede ofrecer? Drogas y sexo duro aparte, fascistas, comunistas, nazis, populistas y utopías. Se sustituyen los aburridos formalismos y formulismos democrático-parlamentarios por la violenta ocupación callejera.

Recordemos Mayo del 68. Levantar barricadas, organizar comunas, quemar coches, enfrentarse a la policía, romper escaparates, etcétera. ¿Era gente hambrienta? No. Eran, mayoritariamente, estudiantes maoístas que se enfrentaban al Estado democrático (según ellos, fascista) de Francia. Su ideal era la China de Mao. O sea, la exaltación utópica.

No justifico, de ningún modo, esta violencia basada en la exaltación utópica. Solamente trato de distinguirla de la violencia ocurrida en Stuttgart, citada al inicio. En este último caso se trataría de una violencia sin ideas. Violencia por la violencia. Aburrimiento y ansias de adrenalina.

Resumiendo, comentamos dos tipos de violencia. Una, que podríamos calificar de ‘violencia gratuita’ y otra violencia, de inspiración marxista, que es una violencia para una finalidad. Ocupar el poder y cambiar la sociedad de arriba abajo. Normalmente por las malas. Así lo enseña la historia y lo dicen ellos mismos, ‘La violencia es la partera de la historia’. Aunque, en este artículo, no pretendo comentar en esta violencia total, tipo revolución de Octubre. Sólo decir que es total, porque la revolución de inspiración marxista no pretende, sin más, hacer una revolución, sino una revolución permanente. Hay que destruir todo lo existente (lo viejo) para iniciar el mundo nuevo, que será justo, libre y sin contradicciones. Mundo feliz para militantes idiotizados.

Ahora vayamos a la otra violencia. Decía Bertrand Rusell: ‘Una generación que no soporta el aburrimiento, será una generación de escaso valor’.

Este es un serio problema. ¿Por qué? Porque la educación actual- con las excepciones que se quiera- es una educación a la que le horroriza el aburrimiento. Hay que divertirse, hay que jugar. Lo problemático es que esta actitud juguetona sigue y sigue a través de los años. Estamos instalados en la infancia perpetua.

No es nuevo. Ya lo avisaba don Miguel de Unamuno: ‘El maestro que enseña jugando, acaba jugando a enseñar. El alumno que aprende jugando, acaba jugando a aprender’. Pero la advertencia de Unamuno es ahora muchísimo más importante, porque la enfermedad es más intensa y extensa que entonces. Sin embargo, la responsabilidad no es solamente de los maestros que enseñan jugando.

También está la responsabilidad de los políticos, que promulgan leyes incentivadoras de la infantilización. Cuanto más infantiles, más manejables por los medios de comunicación que el poder ha subvencionado para que digan ‘lo que toca’. Y también los padres, o muchos de ellos. No son capaces de esquivar la moda. La moda de que el niño tiene que hacer lo que quiera. Y tiene que aprender por sí mismo. Tiene que fijarse tareas y proyectos por sí mismo. Y el niño, necesitado de orientación y de referentes, se da cuenta, desolado, de que la única referencia es él mismo. Porque los mayores han renunciado a su responsabilidad.

Por otra parte, es más difícil debatir idioteces que argumentos sólidos. Pongamos un ejemplo de actualidad. Junio de 2020. Los idiotas violentos (de izquierdas) que destrozan estatuas de Churchill, Lincoln, Colón, Miguel de Cervantes, Fray Junípero Serra, etcétera, incitan directamente al exabrupto (prefiero no concretar) más que a una serena respuesta argumentada. Su conducta es tan imbécil que, al menos inicialmente, te quedas sin palabras. Una lección difícil de aprender- al menos para mí- fue interiorizar que hay personas que pasan olímpicamente de hechos y argumentos. Todo esto es un rollo para ellos. Es mucho más emocionante gritar, quemar contendores, tirar piedras a la policía y agitar pancartas que digan ¡Abajo el imperialismo! o ¡Putos fachas!

Si usted comete el error de decirle a la turba que carece de sentido valorar hechos fuera del contexto histórico y que, por ejemplo, Lincoln luchó contra los esclavistas, será insultado. En el mejor de los casos. Decir que eliminar de la historia hechos importantes, por modas políticas, quita sentido a la historia, se entenderá como una provocación. Y puede ser represaliado por ello.

Además, la Historia (de verdad) nos permite ver cómo hemos sido. Ver los errores cometidos y aprender de ellos. Tenerlos a la vista para no caer, de nuevo, en las mismas equivocaciones. También estar orgullosos de los aciertos. Pero dudo de que usted pudiera terminar su discurso sin que la turba se irritara. Lo más probable es que, con suerte, algunos sanitarios lo colocaran en una camilla y se lo llevaran raudos al hospital más cercano.

Sin embargo, esta explicación no basta. Hace falta que buena parte de los medios de comunicación (progresistas) vean con ‘buenos ojos’ esta barbarie. Gracias a su sectaria propaganda mediática, los críticos del ‘Me too’, o ‘Black lives matter’, son masacrados. Algunas veces en el sentido físico, y casi siempre, en forma de muerte civil. Ya ha pasado. El fanatismo es tal, que no basta defender que la vida de los negros importa, o defender la igualdad de derechos de hombres y mujeres. Si usted no se arrodilla públicamente, a la vista de todos, será aplastado. Es obligatorio compartir el ceremonial purificador de esta nueva inquisición progresista.

¿Qué querrá, ahora, la izquierda indignada? ¿Tal vez quemar, públicamente, los libros que ellos decidan, como hacían los nazis?

PD. Pero no se engañe. Su objetivo final no es destruir estatuas, sino la democracia liberal, la economía de mercado y la cultura occidental.

 

(MallorcaDiario/1/7/2020.)



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