Leo una carta al director, escrita por José Juncosa López y publicada en El Mundo/7/10/2006.
'Sr. Director:
Según mi leal saber y entender, creo que en nuestra Constitución hay un dislate o disparate latente. El artículo 3º dice: 'El castellano es la lengua española oficial del Estado'.
Cabe recordar que el castellano fué un dialecto del latín que nació en La Rioja. Poco a poco se fué amalgamando con otros dialectos, como el leonés y el aragonés, y posteriormente, con el idioma árabe. Esta amalgama evolucionó y con el tiempo se convirtió en el español: un idioma de expansión universal que hoy hablamos unos 400 millones de personas en el mundo.
Un caso similar al del castellano fué, por ejemplo el toscano, dialecto del latín que se amalgamó con otros dialectos y evolucionó hasta dar lugar al armonioso idioma italiano. Sin embargo, ningún italiano dice que habla toscano. ¿Por qué aquí se dice que se habla castellano?'.
Opino que el Sr. Juncosa tiene razón. Trataré de responder a su pregunta que, tal vez, sea retórica. Pero antes, recordar que las Glosas Emilianenses, o sea, anotaciones del códice latino Aemilianensis (del siglo XI) se escribían para traducirlo o clarificarlo, o las dos cosas. Se considera, habitualmente, que constituyen el primer testimonio escrito del dialecto romance hispánico. Las más de mil glosas están escritas en dialecto romance hispánico, en latín y en vascuence (dos). Fueron escritas, supuestamente, en el Monasterio de San Millán de la Cogolla. Recordemos que está el de Yuso (ubicado en las afueras del pueblo y que es el más antiguo) y el de Suso, que está ubicado en el mismo pueblo de San Millán.
Dicho esto ¿Porqué aquí se dice que se habla castellano?
Me parece que el penoso y lamentable motivo (al menos el más importante) es que el lenguaje con el que se configura la realidad, ha sido formulado (principalmente) por la prensa y las personas, digamos 'de izquierdas' y 'nacionalistas periféricas'.
Una vez que entramos en el período constitucional, a partir de 1978, la herencia franquista tuvo, como una de sus consecuencias, que los únicos o privilegiados representantes de la cultura fuesen 'las izquierdas'. Y como la madurez política no era mucha, también 'los nacionalistas periféricos', considerados (sorprendentemente) como 'progresistas'. Lo único decente era ser 'progresista' o de 'izquierdas' que, más o menos, venía a ser lo mismo.
Las 'derechas' fueron aceptadas en el juego político democrático, pero ya se encargaron 'los progresistas' de recordar que, en realidad, no eran sino los herederos de Franco. En estas condiciones ¿quién estaba legitimado para moldear el lenguaje? Ellos, los representantes de la solidaridad, del progreso y de todas las cosas buenas.
Como consecuencia de estas circunstancias, la mayoría de 'la izquierda' y los nacionalistas periféricos, identificaron 'España' con 'España franquista' y 'español' como un adjetivo vergonzoso. Ya dijo el Gran Timonel, el padre Arzallus: 'El español es la lengua de Franco'. En un país normal, estas estúpidas declaraciones hubiesen provocado la risa y el escarnio, pero lo que mayormente produjeron fueron intentos de responder 'seriamente' a esta bufonada.
No es lo mismo decir de alguien que es 'funcionario' que decir que es 'burócrata'. El segundo término es despectivo. Pues bien, el ( o los) que tenga poder e influencia suficiente para 'imponer' (de muy diversas formas) el lenguaje que se usa, moldea la realidad y la forma en que esta realidad es vista por la gente, o la mayoría. A menos que haya suficiente madurez política para evitar los topicazos. En eso estamos. Tratando de cambiar los tópicos al uso y exigir argumentos. Pero no les interesa. 'Ellos' saben que decir de alguien que es 'de derechas' o 'españolista', es (todavía para mucha gente) suficiente argumento. Por supuesto, no lo es.nSólo es una muestra de su pobreza argumentativa.
Si quisiéramos perder el tiempo con estos tipos, podríamos añadir: 'Ya sabemos su opinión, ahora quisiéramos conocer sus argumentos'. Normalmente, esta exigencia rebota como pelota de goma en una pared. Pero no hay que desfallecer.
Terminaré con unas hermosas palabras de Unanumo:
'Ponte en marcha, solo. Todos los demás solitarios van a tu lado aunque no los veas'.
Sebastián Urbina.
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