EL OASIS CATALÁN.
¿Adónde vas? Manzanas traigo
XAVIER PERICAY, ESCRITOR.
EL pasado 8 de abril, en el discurso pronunciado con ocasión del debate de investidura, el entonces candidato a presidente del Gobierno hizo dos alusiones a la lengua. Por un lado, se refirió a la necesidad de mejorar la competencia lingüística de nuestros jóvenes, para lo que prometió programas específicos. Por otro, propuso «a todos los ciudadanos, a sus organizaciones y representantes, a todas las Administraciones y a todas las Instituciones (...) un compromiso activo (...) en la defensa y difusión de nuestra mayor riqueza: nuestra cultura, nuestras culturas, nuestra lengua, nuestras lenguas». Sobre la primera de las dos referencias, poco hay que decir. Ahí están los datos, los informes, las estadísticas, para corroborar el estado lastimoso de la enseñanza en España y lo apremiante de una reforma en profundidad, efectivamente reparadora. Otra cosa es si José Luis Rodríguez Zapatero y su partido están en condiciones de llevarla a cabo. O si son los más indicados para acometerla. La segunda de las referencias, en cambio, sí merece un comentario. Por acción y por omisión. Y no sólo de quien se hallaba aquel día en el uso de la palabra.
Centrémonos, pues, en el fragmento entrecomillado y, más en concreto, en la figura de repetición con que se cierra. Si bien se mira, se trata de una figura que el candidato a la investidura se habría podido ahorrar: con el plural le bastaba. Pero, de haberlo hecho, de haber reducido la riqueza a «nuestras culturas, nuestras lenguas», es evidente que no habría logrado su propósito. Porque ese contraste entre singular y plural, entre lo uno y lo vario, no deja de ser, en el fondo, el mismo que Rodríguez Zapatero ya había establecido desde el comienzo de su discurso entre unidad y diversidad. Eso sí, un contraste por adición, positivo, como corresponde al personaje que lo ejecuta. Y un contraste que, a primera vista, no anda lejos del espíritu de la Constitución y, en particular, de lo expresado en su Preámbulo y el artículo 3 de su Título preliminar.
Con todo, este mismo artículo de nuestra Carta Magna, en los puntos 1 y 2, además de definir el castellano como la lengua oficial del Estado y de fijar la oficialidad de las demás lenguas españolas en las respectivas Comunidades Autónomas, habla de derechos y deberes. Entre otras cosas, porque las lenguas, más que una riqueza -la mayor, a juzgar por las palabras del candidato a la Presidencia-, son un instrumento, un instrumento de comunicación. Y porque este instrumento, en la medida en que es usado por el conjunto de los ciudadanos -como ocurre con el castellano en España-, constituye una garantía de igualdad. O, lo que es lo mismo, un derecho, un derecho compartido.
Pues bien, aunque en su discurso Rodríguez Zapatero se refirió reiteradamente a la igualdad y a los derechos, en ningún momento vinculó ambos conceptos al uso de la lengua, las lenguas. Es más, al día siguiente, cuando Rosa Díez, en su turno de intervención como miembro del Grupo Mixto, afirmó que la igualdad estaba empezando a romperse en España y que ello era debido, entre otros motivos, a la imposibilidad de que un ciudadano -en Cataluña sobre todo, pero también en otras Comunidades- pueda educar a sus hijos en castellano, con lo que se le impide ejercer los mismos derechos en todo el territorio nacional, el candidato ni siquiera se tomó la molestia de rebatir sus palabras. Apeló a la sensibilidad, a las emociones, a la preservación de la convivencia; en definitiva, echó balones fuera.
Pero si la omisión de Rodríguez Zapatero, ya por convicción, ya por interés, ya por la suma de ambos factores, era hasta cierto punto previsible, la de Mariano Rajoy no pudo por menos que sorprender a propios y extraños. Y es que el líder del principal partido de la oposición no mencionó ni una sola vez la lengua en su discurso. Como si entre los retos a los que debe hacer frente el Gobierno en la presente legislatura no estuviera el de preservar todos los derechos de todos los ciudadanos. Por lo demás, esta omisión de Rajoy era tanto más sorprendente cuanto que el programa con que el Partido Popular se había presentado a las elecciones otorgaba a la lengua común de los españoles un papel cenital, lo mismo en el orden de los derechos que en el de la enseñanza. Por no hablar, claro, de la importancia que el propio dirigente popular le había dado a lo largo de la campaña electoral y, en particular, en el segundo de los debates televisados.
Y eso no es todo. Quienquiera que se tome la molestia de repasar las hemerotecas de los distintos medios de comunicación -y muy especialmente la de este periódico- durante los treinta días que median entre la fecha de las elecciones generales y la del inicio del debate de investidura comprobará hasta qué punto la vulneración de los derechos lingüísticos sigue de actualidad en aquellas partes de España donde gobierna el nacionalismo. Aunque sólo sea para refrescar la memoria, he aquí algunos ejemplos.
En Galicia, la Xunta ha dictado una serie de obligaciones relacionadas con la organización de actos y festejos populares, entre las que destacan la imposición del himno gallego en la consagración de la misa -que también ha de decirse en gallego, claro está- y la prescripción de que al menos el cincuenta por ciento del repertorio de orquestas y músicos sea en esta misma lengua -que es la única en la que los intérpretes podrán dirigirse al respetable-. En el País Vasco, el Gobierno autonómico ha establecido que todos los estudiantes deberán pasar, al término de la escolarización obligatoria, un examen de capacitación en vascuence, lo que supone, a muy corto plazo, la práctica eliminación del modelo de enseñanza en castellano y la dilución del mixto -castellano-vascuence- en un solo modelo de enseñanza -en vascuence, por supuesto-. En Baleares, donde el faro ha sido siempre Cataluña, no pasa día sin que las formas de coacción sobre los ciudadanos que se niegan a usar el catalán progresen adecuadamente. Y en Cataluña, en fin, donde ya queda poco por laminar, la Generalitat ha resuelto que sólo otorgará subvenciones a las compañías de teatro que representen sus obras en catalán.
Así las cosas, no parece que la mejor solución sea ignorar el problema y mirar para otro lado. Entre otras razones, porque el quiste ha adquirido ya tales proporciones que no admite componendas. En su discurso de investidura, Rodríguez Zapatero anunció su propósito de que esta legislatura estuviera presidida por la «voluntad de acuerdo, de consenso, de pacto» con el resto de las fuerzas políticas y, en especial, con el Partido Popular. En su respuesta, Mariano Rajoy se mostró plenamente dispuesto a alcanzar cuantos acuerdos fueran necesarios mientras tuvieran como referente «la defensa de la igualdad de todos los españoles, vivan donde vivan», y «la defensa de sus derechos». La perspectiva, pues, no puede ser mejor. Ahora sólo falta que la cuestión de la lengua sea abordada en toda su amplitud y dé lugar a un pacto de Estado. O, en otras palabras, que uno se atreva a preguntarle al otro «¿adónde vas?» y el otro no le conteste «manzanas traigo».
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Más Oasis.
ARTÍCULO DE OPINIÓN DE XAVIER PERICAY: ESQUIZOFRENIA
9-10-2004 03:00:20
En los impresos que los padres deben rellenar para preinscribir a sus hijos en las escuelas públicas y concertadas de Cataluña no hay ninguna casilla para que estos padres indiquen en qué lengua quieren que sean -o quisieran que fueran, que el tiempo aquí es profundamente hipotético- escolarizados sus retoños, y eso no está nada bien. Así se desprende de la sentencia que acaba de dictar el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña en respuesta a un recurso presentado por Convivencia Cívica Catalana contra una resolución del departamento de Enseñanza de la Generalitat de 29 de mayo de 2000 que aprobaba las normas de preinscripción y matriculación de alumnos con edades comprendidas entre los 3 y los 8 años. La sentencia del Tribunal censura a la Administración catalana por haber conculcado el derecho de los niños de este país «a recibir la primera enseñanza en su lengua habitual, ya sea esta el catalán o el castellano», y le insta a que pregunte a los alumnos -o a los padres y tutores en su defecto- cuál es su lengua habitual. Y todo por una casilla.
Porque el caso es que, en cursos anteriores, la casilla existía. Y el caso es que un día el departamento de Enseñanza decidió suprimirla. Ese día coincidieron unas cuantas cosas. En primer lugar, que había que empezar, una vez más, un nuevo curso, y que para que este nuevo curso empezara había que tener listo, una vez más, un modelo de formulario que los sujetos afectados debían rellenar. Luego, que dos años antes se había aprobado una nueva Ley de Política Lingüística cuya principal función era legitimar las tropelías cometidas por la Administración autonómica desde finales de la década de los ochenta con los programas de inmersión lingüística. Y luego, aún, que el curso 2000-2001 para que el que se requería un nuevo modelo de formulario era precisamente el primero que iba a poder ser programado por un departamento dirigido por la consejera Carme-Laura Gil, que había accedido al cargo a finales de 1999 dispuesta a demostrar que el soberanismo no es cosa de hombres. Todo ello coincidió, insisto, aquel día. A nadie debería extrañar, por lo tanto, que aquel día desapareciera del impreso lo que desapareció. Y más teniendo en cuenta que aquella ausencia no sancionaba sino la evidencia de que en los centros de enseñanza públicos de Cataluña no ha habido jamás otra lengua que la propia de Carme-Laura Gil.
Comprendo, por supuesto, el proceder de Convivencia Cívica y de otras entidades y particulares que quieren hacer valer su derecho a escoger, en el ámbito de lo público, la lengua en que van a ser escolarizados los pequeños catalanes. Lo comprendo, porque responde a su percepción de que en esta parte de España se hablan dos lenguas. Y de que estas lenguas se usan más o menos por igual. Y de que, en consecuencia, estas lenguas deberían usarse en la enseñanza más o menos por igual. Pero este razonamiento, en todo punto impecable, no tiene en cuenta que la sociedad catalana se encuentra a un paso de la demencia. En efecto, es tal la dislocación en Cataluña entre lo público y lo privado que el simple intento de tratar de encajar ambos planos se convierte en una verdadera odisea, cuando no en cosa de locos. Y la enseñanza no es más que un ejemplo. Quien acuda a una dependencia cualquiera de la Administración autonómica o local comprobará cómo allí no hay más que una lengua, ya en los papeles, ya en los carteles, ya en las voces. Es cierto: uno puede exigir otro idioma. Pero debe exigirlo, porque la casilla, y lo que simboliza, no está nunca a la vista del ciudadano. Aunque el mayor ejemplo de esquizofrenia está sin duda en el Parlamento de Cataluña, donde todos nuestros representantes, sean del color que sean y salvo alguna honrosa y muy esporádica excepción, hablan una sola lengua: la propia. La propia del Parlamento, se entiende.
Ante este panorama, qué quieren, yo no veo más que una solución: que la encierren. Por demente. Sí, que encierren a Cataluña. Que nos encierren a todos. Y si queda por allí algún cuerdo, que se apresure a huir antes de que sea demasiado tarde.
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Recordemos el estremecedor diagnóstico de otro profundo conocedor de Cataluña, V. Puig. 'El proceso autodestructivo de la cultura catalana comenzó hace tiempo, alimentado por la mediocridad, el sectarimso y la autosuficiencia frívola'.
2 comentarios:
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Anécdotas del OASIS CATALÁN…
SERÉIS COMO DIOSES
Vida y Andanzas de Luis Pascual Estevill
Biografía escrita por Oriol Malló
Rafael del Barco Carreras
El ¡ALGO HARÍA!, uno de los grandes pilares de la CORRUPCION JUDICIAL, y de la aceptación popular de esa corrupción. Lo leo en Internet, referido a mí. Una expresión que hasta hace poco justificaba los asesinatos de la ETA.
Ese “algo haría” alimentó el negocio del Juez Pascual Estevill y el de todos los corruptos y mafiosos oficiales chupando de “ilegalidades” ajenas, cuando no son ellos los capos directos, tan repetido por las “policías” en el narcotráfico y la prostitución. En la biografía al dictado, casi la hagiografía de un santo, escrita por el periodista (acusado de pertenecer a TERRA LLIURE) Oriol Malló, encandilado por la demagogia progre del juez azote de la burguesía, o pagado por un libro que huele a podrido (en Barcelona ideas y dinero andan muy revueltos), editado por Editorial Espasa Calpe en 2001, en plena eterna “instrucción” o “destrucción” del sumario, el argumento justificativo de las decisiones del juez se basa en la culpabilidad de sus “víctimas”. Doble vertiente, la justificación, que alcanza el absurdo de afirmar que ingresaron 25.000.000 de pesetas en su cuenta suiza sin su conocimiento para acusarle, y un aviso disuasorio a los pocos que mantenían las acusaciones. Y que conste que en cuanto a mí, el libro, aun ateniéndose a los inventados tópicos de las hemerotecas, me concede el alivio de “pardillo” relatando tal cual mi escasa participación en el caso Consorcio, una concesión a mis varias conversaciones y un montón de inútil documentación (en principio el libro debía ser de denuncia). ¡Menudos dioses nos hemos creado!, y ese amoral dios menor antes de entrar en el Olimpo de los dioses mayores fue mi abogado.
Me preguntan porqué no hay “venganzas” al estilo de otros países. Asesinatos de jueces, fiscales o abogados. Les contesto que en mi caso, ni soy un mafioso, ni mucho menos asesino, y que las víctimas, incluso delincuentes profesionales, son infinitamente más débiles que sus verdugos y explotadores. La eterna dictadura funcionarial española ha conllevado su encastillamiento sin fisuras, aunque en los últimos años la gran capacidad financiera del narcotráfico y blanqueo altere su consolidación histórica, y las propias luchas de los corruptos por el PODER les debiliten. Pero abundantes abogados ya han sufrido la en aumento violencia por sus evidentes enredos mafiosos, y sus “oficiales socios” multiplican los guardaespaldas y medidas de seguridad.
Otro de los robustos pilares de la GRAN CORRUPCION, la propia Prensa, que aun pareciendo más libre que en tiempos de Franco, ha enredado más que divulgado (en particular la de Barcelona). Y si en cuanto a la Tele (la Única) no existía la COCAÍNA ni el hachís o la heroína, o solo referidos a un inframundo marginal, hasta evidencias de celebridades desquiciadas, y el clamor mundial por país abastecedor de EUROPA (VARIOS BILLONES DE PESETAS ANUALES), y el de más consumo, en cuanto a la GRAN CORRUPCIÓN, como plaga y sistema mafioso español, simplemente NO EXISTE. “CASOS AISLADOS” según los ex fiscales jefes vitalicios barceloneses, Mena y Villarejo, o los políticos acusando a sus oponentes de “contubernios contra la Democracia”.
Y cada día las noticias alimentan no ya las sospechas de que la GRAN CORRUPCION engorda filas, el PODER CORROMPE, ver www.lagrancorrupción.com, con la paradoja que los pocos corruptos pillados por rebasar más allá de toda exageración los límites de su PODER, se trasforman en víctimas para minimizar o anular sus sumarios, librando a familiares, rebajando años de sentencia u obteniendo terceros grados, donde además de dinero entra en juego cierta solidaridad mafiosa o la presión del chantaje entre corruptos, pues en contra de la generalizada idea de la impermeabilidad de la “siciliana”, “calabresa” o el “grand bandidisme” francés, el modelo español es flexible e individualista, sin juramentos ideológicos ni de sangre, en definitiva solo les unen unas circunstancias aportando DINERO Y PODER.
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