jueves, 10 de abril de 2008

Estados Unidos y Santa Eugenia.


10/4/2008.



ESTADOS UNIDOS Y SANTA EUGENIA.


Dice L. M. Ansón, en 'Estados Unidos, bilingüe':

'Mientras diminutas minorías de políticos tuertos persiguen el castellano en Cataluña, Vascongadas y Galicia, la primera potencia del mundo se está haciendo bilingüe y el español, tras el inglés, es el idioma elegido en todo el mundo por los estudiantes ...

... Estados Unidos es ya la segunda nación hispanohablante del mundo, después de México y por delante de España. Le queda poco para alcanzar los 50 millones de personas con el español como idioma nativo'.





Mientras tanto, en Santa Eugenia (a unos 25 Kmts de Palma de Mallorca), su colegio público 'Mestre Guillemet', controla a los niños para que
sólo hablen catalán durante el recreo. Si no lo hacen, son recriminados. ¿Qué sabrán en el Imperio?

Avanzamos. Ya no sólo se persigue el castellano en Cataluña, Vascongadas y Galicia. También en Baleares. ¡Al fin! ¡Ha triunfado el espíritu provinciano! ¡Las futuras generaciones nos lo agradecerán!



Sebastián Urbina.

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Pep Gonella, revisado y repensado

ANTONIO ALEMANY


Permítaseme un breve exordio sobre una entrevista que le hace Sabrafín a Aina Moll antes de entrar en la materia que me interesa. Aina Moll no tiene ni idea de quién es Pep Gonella y, como no tiene ni idea, debería abstenerse de malévolas insinuaciones. No sé, tampoco, de dónde se saca lo de que la «lengua vehicular» de la enseñanza debe ser «necesariamente» el catalán y, puestos a hacer objeciones, creo que debería ser menos contundente cuando afirma que el «catalán» es la lengua «propia» de esta tierra cuando más del 50% de la población es castellanoparlante y no nacido en las Islas y cuando más o menos el 70% de los jóvenes utilizan el castellano como lengua de relación.

Al entrevistador Sabrafín: no sabía que transitara por estos tópicos habituales del catalanismo sobre la «ciencia lingüística» como argumento de autoridad y sobre la criminalización que hace de los que no somos catalanistas -la inmensa mayoría de mallorquines- incurriendo en la inadmisible y estúpida especie de calificar a los discrepantes de «catalanófobos» y, de poco menos, estar «obsesionados» -«los de siempre» dice- no ya por las cuestiones de la lengua, sino por lo que de verdad subyace tras la lengua. A esto se le llama convertir a las víctimas en verdugos, una versión de la «banalización del mal» a la que se refirió Hannah Arendt al hablar del holocausto judío y los itinerarios que condujeron al genocidio. Aquí los únicos fóbicos son los que, desde el Baleares, todos los días, en todas sus páginas y en todos sus artículos insultan a los que no piensan como ellos; los que llevan cuarenta años machacándonos inmisericordemente con el catalán y lo catalán; los que, desde la enseñanza y los medios de comunicación, niegan derechos y libertades fundamentales de los ciudadanos, etc… Espero, dentro de poco, poder ofrecer a los lectores un análisis del catalanismo como genuina expresión de fascismo, en su génesis y en su praxis. Y cuando digo fascismo quiero decir exactamente fascismo.

Y vayamos con Pep Gonella. Revisitado y releído, Gonella se limitó a expresar lo que muchos mallorquines pensábamos entonces: la progresiva sustitución del «mallorquín» por el «catalán», lo cual provocó la furia de Francesc de Borja Moll -directamente señalado por Gonella como uno de los responsables- que tuvo el mal gusto de editar la polémica con una portada insultante para el discrepante. Desde entonces, Pep Gonella y el gonellismo han sido convertidos en auténticos demonios con cuernos y en paradigmas de nefastos comportamientos que van de la imbecilidad pura y dura a la catalanofobia más execrable. Lo más sorprendente es que todos estos adalides del insulto no se han leído la interesantísima y apasionada polémica que se produjo en Diario de Mallorca, siendo entonces su director el que esto suscribe.

Y no lo han leído porque el libro no ha sido reeditado, ha desparecido de las librerías, incluida la librería de Moll. ¿Por qué? En primer lugar, porque los hechos han demostrado con creces que Gonella y no Moll tenía razón en su denuncia: la sustitución del mallorquín ha sido total, en sus formas, en sus acentos y hasta en su denominación. En segundo lugar, porque el imbécil, el estulto, el soplagaitas de Pep Gonella basó toda su argumentación, toda su queja y toda su denuncia en la «unidad de la lengua», unidad que no se basaba en la integración, sino en la sustitución. Hasta en Wikipedia se reconoce esta apasionada defensa de Gonella de la unidad de la lengua. La protesta de Gonella era que el mallorquín estaba siendo expulsado de la lengua por los catalanistas: nadie negará que la expulsión se ha culminado con notable éxito.

Una reedición de la polémica pondría en evidencia la gran superchería que han montado los catalanistas con el clan Moll al frente. Hoy, ya se darían con un canto en los dientes con que los debeladores del fascismo lingüístico catalanista se manifestaran en los términos en que lo hizo Pep Gonella. Y es que, no la polémica, sino lo que ha venido detrás de la misma, obliga a repensar las consecuencias de la criminalización que practicaron y practican los catalanistas de todos aquellos mallorquines que veían con disgusto lo que estaba ocurriendo con su lengua. Que Aina Moll diga que Gonella y los gonellistas son castellanistas demuestra que, como decía Tayllerand de los aristócratas franceses tras la Revolución, «no han olvidado nada, no han aprendido nada».

Pep Gonella, lo que representa y el trato que recibe, es un punto de inflexión y, mucho me temo, de no retorno en la actitud de buena parte de los mallorquines ante el catalanismo que cada vez está más omnipresente en el ámbito público y cada vez menos relevante en el ámbito privado, con todos los números para acabar en una latinización imparable. Es a partir de este momento y de estas ferocidades cuando la mayoría de los mallorquines perciben, intuitivamente o a través de la reflexión, que la polémica de Pep Gonella no era una polémica lingüística, sino política, de una política que enfrentaba a los que creían en la libertad y en los derechos de los ciudadanos y los que creían que la titularidad de derechos y libertades recaían en entes abstractos como la nación o la lengua. Aina Moll dice muy claro en su entrevista, lo mismo que había dicho hace ya algunos años: la coerción en nombre de la lengua es legítima, ya que si no hay coerción y autoritarismo y -textualmente- «dejas la puerta abierta para que las cosas cambien cada temporada, no consigues la cohesión que pretendes». Y ya se sabe -está clarísima- la clase de cohesión que pretenden Aina Moll y los suyos.

Ya sé que es absolutamente inútil pretender una reflexión desapasionada e inteligente sobre la importantísima polémica de Pep Gonella: los fascismos, en cualquiera de sus proyecciones, no reflexionan: embisten. Es una pena, porque repensar la famosa polémica nos mostraría el carácter poliédrico -sociológico, lingüísitico o político- que tuvo. Y, tal vez, provocaría la rectificación de algunas de las estupideces cometidas. No caerá esta breva.



5 comentarios:

MGG dijo...

Señor,
Una pequeña reflexión: ¿no cree que en esta situación la lengua franca, de la mayoría de los alumnos, debería ser el catalán en vez del castellano? Hablamos de Santa Eugènia, no de son Gotleu.
Por otra parte ¿no cree que la totalmente desequilibrada situación cultural de las Islas a favor del castellano (21 canales de televisión en castellano solo 1 en catalán, videojuegos, películas, etc.) lo hacen más accesible que la otra lengua de la mitad de la población? ¿No cree que para conseguir un bilingüismo real tendrá que promoverse más una lengua que otra?
Por otra parte aprovechándome de su profesión ¿no cree que la Constitución española crea ciudadanos de 1ª y ciudadanos de segunda? El artículo 3º crea una situación de desequilibrio entre las distintas lenguas del estado – y por ende entre sus hablantes y habitantes- al establecer que todos los españoles tienen la obligación de conocer el castellano y que esta es la lengua oficial en todo el territorio, en cambio, el conocimiento de las otras lenguas del estado(que no especifica cuales son) es solo un derecho y solo son oficiales en sus respectivos territorios históricos. ¿No éramos todos iguales ante la ley? Si la obligación fuera para unos y para otros no habría ningún tipo de conflicto lingüístico.
En referencia al futuro de nuestros estudiantes. El verdadero temor que hemos de tener es que cada vez son más vagos, perezosos… no que no aprendan castellano. Podríamos apostarnos dinero: yo daría gustosamente 1.000 euros por cada monolingüe catalán, que no tenga ni idea de castellano, ni la más mínima, que me presentaran; en cambió yo cobraría lo mismo por cada monolingüe castellano que me presentaran. ¿Quién cobraría más?
Para finalizar: es curioso ver que cuando hablan de la fuerza del español en el mundo –que la tiene, no lo niego- obvien la situación del español en Europa, el verdadero entorno político, social y económico en que se mueve España. También sería interesante conocer la fuerza económica que tiene el grupo hispanohablante en los EE.UU; a primera vista no parece muy boyante. Pero bueno eso no tiene que ser un motivo para la discriminación lingüística.

Atentamente,

PD: como verá realizo comentarios en su bitácora solo (y no siempre) cuando se mete en berenjenales lingüísticos. Por lo demás en otros aspectos de sus comentarios puedo llegar a coincidir en sus opiniones. Lástima que en cuestiones lingüística se le ve el plumaje.

Anónimo dijo...

Antonio alemany es un neofascista soberbio, petulante, insultador profesional, intolerante, desagradable, sociable, engreído y poco demócrata. No le escucha nadie, excepto los que le utilizan para desviar la atención de problemas realmente acuciantes, mucho más que la lengua. Por no decir que es un miserable, tildando a los demás de ídem con total ligereza e impunidad.

Sebastián Urbina dijo...

He estado dudando si publicar sus insultos. Es la primera y última vez que lo hago.

Por otra parte, si usted tuviera alguna idea de lo que significa 'neofascista', no lo diría.

Anónimo dijo...

Hombre, lo que hace Alemany es insultar gravemente también, cuando equipara catalanismo a fascismo.

Jimi.

Sebastián Urbina dijo...

Una cosa es criticar o descalificar ideologías y otra insultar a personas.
Tampoco permitiré, en este blog, que nadie le insulte a usted. Esté o no esté de acuerdo con lo que dice.