Viernes, 21-08-09
Diariamente los socialistas tratan de demostrar que ellos son superiores moralmente a los conservadores por su supuesta «resistencia» frente a la dictadura. En los comienzos de la democracia fueron muy discretos en este punto pero, a medida que ha ido pasando el tiempo y ha ido creciendo la desmemoria «histórica», han dado a entender que llegaron a ser realmente antifranquistas. Ellos mismos, o sus padres, o sus viejos compañeros de partido.
En este sentido es esclarecedora la conversación que mantuvieron Franco y Luis Miguel Dominguín, en 1956, en relación con la detención que sufrió Juan Antonio Bardem a causa de sus vinculaciones con Dionisio Ridruejo, máximo responsable de las revueltas estudiantiles de Madrid. El torero pensó que debía interceder ante el Caudillo (que así le llamaba) para conseguir la libertad de su amigo y, así, evitar el desastre económico que podría suponer la interrupción del rodaje de «Calle Mayor» en Palencia. Recibido en El Pardo, y después de haber explicado la situación, no sin claros signos de embarazo, Franco le preguntó a Dominguín si sabía qué era políticamente su amigo el cineasta y como dijera que «socialista», le comentó; «pero si a esos nosotros no los detenemos nunca».
Para Juan Antonio Bardem, esta historia, qué él me contó allá por los tiempos de «los pianos mecánicos», era suficientemente expresiva tanto del trato favorable que los socialistas recibían del Régimen como de las largas vacaciones a las que estos se habían entregado. Todos sabíamos, por otra parte, que habría colas a las puertas de «las casas del pueblo» el día en que estas fueran legalizadas. No se sospechó, sin embargo, que aun así los socialistas llegarían a tener esta dichosa superioridad moral de la que tanto alardean y en cuyo nombre justifican tantos disparates. (C. Alonso de los Ríos/ABC)
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