martes, 28 de diciembre de 2010

LA ESPAÑA ZAPATERIL.

POLÍTICA EXTERIOR

La España despeñada de ZP

Por Óscar Elía Mañú

Sobre todas las cosas, el año 2010 ha sido para el mundo el de la crisis económica. Hoy está reconfigurando instituciones internacionales, equilibrios, alianzas entre países y relaciones bilaterales. La economía no es el único ni el más importante factor en la política exterior de un país, pero sí es fundamental, y agrava o alivia otros problemas y amenazas.

La incapacidad de Zapatero para afrontar la crisis económica, que en el interior destroza la imagen del presidente, ha acelerado en el exterior la pérdida de confianza en nuestro país; no sólo de los inversores, también y sobre todo de los gobernantes de los países de nuestro entorno. La enseñanza trágica que vamos a extraer de este año dice que un país que no cumple con sus aliados y no da la cara deja de ser fiable en todos los ámbitos, el diplomático y el estratégico como en el económico. Y entra en una espiral diabólica de desmoronamiento.

El 2010 ha sido el año del hundimiento de España en términos económicos y de política exterior.

A Zapatero sólo le ha interesado la política exterior en función de su relación con la interior. Ha mostrado despreocupación, desinterés y desconocimiento de las cuestiones internacionales fundamentales. Lo mismo puede decirse de sus sucesivos ministros de Exteriores y Defensa. Por otro lado, ha dado sobradas muestras de que tiene una visión del mundo muy ideologizada, basada en dos intuiciones propiamente progresistas: el rechazo a los valores culturales e institucionales de Occidente y la puesta en duda de la nación propia, de su unidad, tradición e intereses. Esto se ha concretado en la atracción de nuestra diplomacia por regímenes antidemocráticos y despóticos, el apaciguamiento de y acercamiento a grupos terroristas y la reivindicación de la Alianza de Civilizaciones; y en la renuncia a defender los intereses de España en el mundo, por ser nacionales y por ser intereses.

El rechazo hacia los valores liberal-parlamentarios y la puesta en duda de la nación española han estado detrás de toda la política exterior desde 2004. El desprecio al régimen político liberal-parlamentario se puso de manifiesto este año en dos momentos: cuando la toma de posesión de Porfirio Lobo como presidente de Honduras, tras el episodio del golpe de Zelaya (2009), en el que España se puso del lado de los chavistas (al final, Moratinos cedió y el embajador volvió... por la puerta de atrás y a escondidas, en febrero), toma de posesión boicoteada por el Gobierno y la Casa Real, y cuando la interceptación de la flotilla islamista antiisraelí fletada desde Turquía, que acabó trágicamente: España se alineó por completo con los islamistas y llamó a consultas al embajador en Israel. En ambos casos, entre las democracias y las dictaduras, el Gobierno no dudó en ponerse del lado de estas últimas, de manera además ostentosa, y empujando a sus aliados europeos a hacer lo mismo.

Por otro lado, las relaciones con el Vaticano han caído a plomo, fruto de la política cristófoba del Gobierno. La visita de Benedicto XVI a nuestro país puso de manifiesto el distanciamiento y la desconfianza del Gobierno; también, por suerte, la determinación de la Iglesia a la hora de denunciar los procesos deshumanizadores que se están registrando en nuestro país, así como los desmanes de la ingeniería social. Zapatero volvió a hacer gala de improvisación y radicalidad. Primero organizó a toda prisa un viaje a Afganistán... para después posar a toda prisa con el Santo Padre minutos antes de que éste tomase el avión de regreso a Roma.

Moratinos.2010 ha sido el año de la salida de Moratinos del Gobierno. El cambio del gris funcionario, buen conocedor de los mecanismos diplomáticos, con filias y fobias ideológicas bien conocidas, por la mediática Trinidad Jiménez no ha alterado las líneas maestras de la diplomacia española: si acaso, se ha traducido en una mayor ineficacia. En cuanto al Ministerio de Defensa, la hipermediática Carmen Chacón ha exhibido las mismas manías ideológicas y las mismas carencias que en años precedentes: su ausencia forzada en la crisis de los cooperantes y la usurpación de que fue víctima en diciembre a manos de Rubalcaba (viaje a Afganistán) fueron fruto de la falta de interés de una ministra más preocupada por su carrera política que por las Fuerzas Armadas.

Por lo que hace al Viejo Continente, punto de referencia de Zapatero, ha sido un año infausto. Nuestra caída económica estuvo precedida por nuestra caída en el panorama político: la vuelta al corazón de Europa ha sido por la puerta trasera, a remolque de nuestros aliados, abandonando las posiciones exigentes de Aznar. En el año que acaba, Zapatero lo fio todo a la Presidencia (rotatoria) de la UE. Lo del "acontecimiento planetario" de Pajín fue una cosa zafia y cómica, pero reflejaba bien lo que esperaban los socialistas de esos seis meses de foco continuo.

Dos circunstancias exigían prudencia al Gobierno: el hecho de que nuestra Presidencia fuera la última de las rotatorias y, sobre todo, el hecho de que ya para entonces la crisis económica se estuviera cebando con nuestra economía... y mostrando que Zapatero y compañía eran incapaces de aportar remedio alguno. Pero en lugar de una Presidencia de transición, perfil bajo y modestia, el Gobierno se embarcó en una gran operación de propaganda... que se le acabó volviendo en contra. El resultado fue un empeoramiento notable de la imagen de Zapatero en el exterior –se quedó sin cumbre mediterránea y sin cumbre con Obama–, y que nuestros socios comunitarios nos empezasen a considerar un problema y un lastre de primera magnitud.

En el segundo semestre del año hemos asistido a un fenómeno desolador: de participar activamente en la política europea hemos pasado a ver cómo los europeos controlan nuestro destino. En el futuro sabremos de las consecuencias de esta pérdida considerable de soberanía, fruto de la incapacidad del Gobierno para afrontar los problemas económicos.

En cuanto a las relaciones con EEUU, lo cierto es que desde 2004 el Gobierno ha buscado obsesivamente una foto, primero con Bush y después con Obama, que hiciera olvidar la magnífica relación de Aznar con Clinton y con el propio Bush. Pero tras la huida de Irak y el despliegue de tercermundismo del Gabinete Zapatero la desconfianza hacia nuestro país era mayor que nunca. Nuestra presencia en Afganistán –como prueba de nuestro compromiso con los aliados– sirvió durante años a Zapatero para prometer pero no comprometerse... y ganar puntos –eso pensaba– para hacerse con la dichosa foto. Pues bien: 2010 ha sido el año de las ilusiones rotas. En febrero, mientras se celebraba el publicitadísimo Desayuno Nacional de Oración, la Casa Blanca filtró que Obama no acudiría a la Cumbre UE-EEUU, que habría de celebrarse en Madrid en mayo; en cambio, sí iría a la de Lisboa (noviembre). Fue precisamente en mayo, concretamente el día 11, cuando se produjo la famosa llamada de Obama a Zapatero; no para loarle, precisamente, sino para reprocharle su pésima gestión económica. A partir de ese momento fue evidente que no habría foto, imposible. Quien le suceda, allá por 2012, habrá de reedificar las relaciones partiendo casi de cero.

Fue en Afganistán donde España trató de vender a Obama un compromiso creciente. Pero, al mismo tiempo, Zapatero ocultó a los españoles la naturaleza de la misión. El aumento de las operaciones de la OTAN, las prisas por acelerarlas, para abandonar el país cuanto antes, han hecho que el despliegue español sea mayor y más arriesgado de lo esperado. Cinco españoles han muerto allí este año, tres de ellos en el trágico episodio de Qala-i-now. El número de compatriotas caídos en tierras afganas ronda ya el centenar, pero Zapatero sigue fiando todo a las decisiones que tomen los aliados. La Cumbre de Lisboa puso de relieve que España no tiene una posición definida en lo relacionado con Afganistán, al contrario que nuestros aliados... y que nosotros mismos antes de 2004.

A Ernst Jünger debemos la máxima que dice: "Un país que no está dispuesto a defenderse será devorado exactamente de la misma manera como es devorado un animal". La ruptura o el distanciamiento con nuestros aliados, la imagen de debilidad que transmitimos, nuestros fracasos diplomáticos y nuestra falta de convicciones han sido en los últimos años una invitación a que se nos ataque. Si el año 2009 fue el del pago de un rescate por el Alakrana, el 2010 ha sido el de la cesión ante Al Qaeda en el Magreb Isámico (AQMI). La historia es bien conocida: a escondidas, utilizando los recursos del Estado para satisfacer a los terroristas, el Gobierno abrió vías de diálogo con Al Qaeda, presionó a Mauritania para excarcelar terroristas y reunió el dinero exigido por los criminales que habían secuestrado a varios de nuestros compatriotas.

En agosto, Al Qaeda consiguió una victoria histórica. España le suministró fondos fundamentales para el crimen: nuestro país se puso a la cabeza de los países más dóciles; un 16% de los ingresos de AQMI por secuestros provienen del bolsillo de los españoles. Los terroristas enseguida invitaron a otras naciones europeas a ser igualmente razonables y plegarse a sus exigencias. En términos de prestigio, Al Qaeda logró una victoria histórica, repito: demostró que los países occidentales pueden ser dominados.

La gestión de Moratinos del secuestro de los cooperantes generó importantes desconfianzas entre países llamados a entenderse contra el terrorismo, desde Mauritania hasta Argelia. Este país –con miles de víctimas en su haber– reaccionó con indignación y desprecio ante la política española del pago de rescates a terroristas.

Trinidad Jiménez.La cuestión del Sáhara Occidental exigiría un análisis detallado. Sea como fuere, la gestión gubernamental de la crisis de El Aaiun no ha hecho sino refrendar la pésima imagen de España en la arena internacional. Desde 2004, España ha pasado de una neutralidad activa a una aceptación, entre sumisa e inevitable, de las reivindicaciones marroquíes. Los sucesos de noviembre lo dejaron bien claro, y pusieron al Gobierno en problemas incluso con su propia gente. Fue el primer reto serio de Trinidad Jiménez, que primero escapó a Bolivia y después balbució excusas y se remitió a lo que dijera la ONU.

El Sáhara está indisolublemente unido a las reivindicaciones marroquíes sobre Ceuta y Melilla, que a lo largo del año han subido de tono hasta llegar a la amenaza del desencadenamiento de una nueva Marcha Verde. Ante un Estado islámico y despótico, el Gobierno ha dado la medida de lo que es capaz. En 2011, sobre todo a medida que se aproxime el final de la legislatura, la posición de Ceuta, Melilla, las Canarias y el resto de posesiones españolas en África se verá muy comprometida.

En Iberoamérica, los problemas han tenido dos escenarios principales: Venezuela y Cuba. En las relaciones con Caracas se detecta el mismo patrón que en las relaciones con Rabat: se muestran agresivos y reivindicativos con nosotros y nosotros nos dedicamos a apaciguar. La conexión de Chávez con grupos terroristas como ETA y FARC es cada vez más evidente, por lo que la diplomacia española podía y debía haber movilizado sus recursos para aislar a un dirigente tan agresivo con los venezolanos como con las democracias. Pero a Zapatero le pudo la afinidad ideológica, así que sigue siendo el fiel valedor en Europa del bolivarianismo, como también demostró cuando el ecuatoriano Correa fue retenido en su país por una turba de policías.

Cuba. España participó en la expatriación de los presos políticos cubanos, que, engañados, fueron deportados a nuestro país por las autoridades castristas. La maniobra tenía dos objetivos: desactivar a los presos políticos cubanos y buscar oxígeno diplomático en Europa. A ambas cosas se han prestado Zapatero, Moratinos y Jiménez. Lo primero lo han logrado, al menos por ahora; lo segundo ha supuesto otro batacazo español en la UE.

España ha puesto todos sus esfuerzos en cambiar la política europea hacia Castro, en promover las relaciones con la Isla dejando de lado el respeto a los derechos humanos. Esfuerzos inútiles, porque Europa no ha tragado. Ha sido un fracaso considerable. Otro más.

España ha ido perdiendo peso desde 2004, pero en 2010 ha entrado en barrena: ha sido tan rápido el deterioro, tan notables sus efectos, y tan peligrosos, que puede hablarse, sí, de despeñamiento, un despeñamiento que afecta a nuestros intereses e incluso a nuestra integridad territorial. Lo peor es que todo parece indicar que en 2011 nuestros problemas no harán sino agudizarse.

ÓSCAR ELÍA MAÑÚ, jefe de Opinión del Grupo de Estudios Estratégicos (GEES) y director del programa de esRadio Por tierra, mar y aire.

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