MAS Y LA SECESIÓN
La pasada semana Luis María Anson dirigió una carta a Artur Mas en el diario El Mundo. Por su interés la reproducimos a continuación.
Querido presidente: Desde que te comiste con patatas y butifarra a Pascual Maragall en una encerrona televisiva allá por el año 2001 yo estaba seguro de que te encaramarías a la presidencia de la Generalidad. Y así lo escribí. Sobreviviste a la jauría de los convergentes y a los cuchillos cachicuernos unionistas que en las noches barcelonesas relucieron con sus tres estallos durante la pugna por suceder a Pujol. “Es la hora del delfín. Sucesor habemus”, escribí entonces. Y ganaste una a una todas las elecciones. El PSC te impidió gobernar aliándose con los partidos del despropósito y así le ha lucido el pelo al cuitado Montilla.
Los catalanes han acertado al encumbrarte. Tienes la edad ideal para gobernar. Te acompaña la experiencia. Eres moderado, prudente, con tendencia indeclinable a la concordia y a la conciliación. Si desbaratas la corrupción, si contienes el despilfarro, si gobiernas con austeridad, el éxito te acompañará durante muchos años.
Eres también, mi querido presidente, secesionista. En esta Monarquía de todos, que defendió Juan III, el Conde de Barcelona, desde su exilio en Estoril frente a la dictadura de Franco, tienes derecho a ser secesionista por muy extraño que resulte que un hombre inteligente se alinee con posiciones del siglo XIX cuando caminamos aceleradamente hacia los Estados Unidos de Europa. Te he dicho en más de una ocasión algo que te voy a recordar ahora. Desde el respeto a la Constitución, que es tu primer deber de gobernante, puedes defender cualquier idea.
Pero si quieres conseguir la escisión de Cataluña, el procedimiento legal está claro.
Una propuesta de ese tipo, que supone la reforma de varios artículos de la Constitución, exige conforme al Título X, artículos 166-169, que sea votada por los dos tercios del Congreso de los Diputados y a continuación por los dos tercios del Senado.
Inmediatamente después se deben disolver las Cámaras y, tras elecciones generales, la propuesta secesionista debe ser votada por los dos tercios del nuevo Congreso y por los dos tercios del nuevo Senado.
Si todas estas votaciones te fueran favorables, todavía queda un paso constitucional más: referéndum con participación de todo el pueblo español. España es una nación de hombres y mujeres libres e iguales. No corresponde al pueblo gallego ni al pueblo murciano ni, por hacer caricatura, al pueblo de Torrelodones o de Sabadell, decidir su escisión de España.
Tras cinco siglos largos de unidad nacional es el entero pueblo español el que debe hablar en referéndum, si consiguieras que las votaciones de Congreso y Senado en dos legislaturas diferentes favorecieran tu proyecto secesionista.
Así es, mi querido presidente, que tal vez lo más inteligente y lo más práctico es que te dediques a reparar los desaguisados que te ha dejado en herencia el pobre Montilla, bien secundado por los despilfarros de Carod Rovira y por los despropósitos y las ocurrencias de Rodríguez Zapatero.
(ElImparcial).
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LOS CHANTAJISTAS DE SIEMPRE.
Los separatistas antiespañoles, con su mezquindad característica, quieren casi salir de España, para poder aprovecharse de ella. Dejar una pierna dentro y tener el cuerpo fuera. Concretamente, Cataluña vende el 75% de su producción (aproximadamente) al resto de España. Esto no quiere perderlo. Lo que quiere es mantenerlo y añadir otras cosas al cesto propio. Por ejemplo, recoger todos los impuestos y quedárselos. O sea, la máxima de los mosqueteros: 'Todos para mí y lo mío para mí'.
Como su mezquindad chupóptera no consigue el apoyo constitucional exigido, maniobran de la forma siguiente:
en primer lugar, no obedeceremos la Constitución. No es legítima, o lo que sea. Por supuesto, no obedecen lo que no les conviene. Lo que les conviene lo airean todo lo que haga falta. Y hacen fotocopias. O sea, jugadores de ventaja. En definitiva, chantajistas.
En segundo lugar, el 'acomodo'. Dicen (con la corona de espinas puesta) que si no encuentran 'acomodo' se irán de España. Los chantajistas quieren todas las ventajas. O sea, 'pulpo, animal de compañía'. También vale o me voy. Y para este chantaje tienen amigos y conocidos. Unos más interesados que otros. Algunos (como Zarzalejos y tantos otros) dicen que no fue buena idea el 'café para todos'.
En resumen, que Cataluña debía tener una casa mejor amueblada que los demás y en la zona residencial. Y ganar más. Como los españoles somos gilipollas habríamos aceptado gustosos la superioridad 'natural' de los catalanes. Es decir, los españoles habríamos aceptado que los catalanes son de primera (por naturaleza e historia) y el resto (salvo los otros 'comanches') es de segunda división. Como es natural, los de segunda no necesitan tantas cosas, ni de tanta calidad.
Hasta tal punto producen vómito y hastío que algunos, como Albert Boadella, al ser preguntado por el destino histórico-planetario del pueblo catalán, elegido por Dios, dijo: 'Que se vayan de una puta vez'.
No soy partidario, aunque sea por no abandonar a los catalanes de bien. Que hay muchos. No es cristiano dejarlos en manos (y pies) de la turba catalanista elegida por Dios. Sin Tribunal Supremo que les limite serán capaces de hacerles bailar sardanas sin parar. Y comer 'pa amb tumaca' día y noche. Para 'fer país'.
No. Lo que hay que hacer es cumplir la Constitución y tratar igual (ante la ley) a todos los españoles. Los que se crean un pueblo elegido por los dioses, también. Por otra parte, está permitido protestar y hacerse el loco.
Sebastián Urbina.
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LA CATALUÑA DEL PARTIDO ÚNICO.
El debate de investidura del candidato de Convergencia y Unión, Artur Mas, como presidente de la Generalidad de Cataluña, ha disipado cualquier duda acerca del objetivo político de esta nueva legislatura pilotada por CIU que, en lo esencial, no se va a distinguir de la muy lamentable trayectoria de los anteriores ejecutivos fruto del acuerdo tripartito entre las fuerzas nacionalistas y de izquierda.
La erradicación de la lengua común de todos los españoles y la persecución de los que pretendan lo contrario en ese territorio, el establecimiento de un marco de financiación injusto y anticonstitucional, la decisión formal de no acatar las sentencias judiciales o la amenaza de secesión de esa parte de España salvo que la aritmética política en la política nacional aconseje lo contrario, son los grandes ejes esbozados por el candidato investido tan sólo con leves toques de maquillaje ideológico con los que, en definitiva, la rebelión institucional de un órgano del Estado como lo es la comunidad autónoma pretende adquirir carta de naturaleza. El hecho de que el partido político que sostiene al Gobierno de la nación se muestre entusiasmado con este programa de radicalismo inverecundo y anticonstitucional, añade una recia dosis de vergüenza colectiva a esta gravísima decisión que alguna vez esos dirigentes actuales tendrán que explicar sus votantes.
En esencia, lo que pretende Artur Mas es aplicar cierto decoro a la gestión económica de una institución devastada como la Generalidad para mejorar la herencia tripartita, algo al alcance de cualquier político dada la forma en que se han conducido siempre los incompetentes comandados primero por Maragall y más tarde por Montilla. En el resto de asuntos que competen a su jurisdicción política, el nuevo Gobierno que tomará posesión esta próxima semana no sólo comparte la visión de sus tristes antecesores, sino que se muestra dispuesto a intensificar su acción en todas aquellas materias que conduzcan al establecimiento de una sociedad nacionalista, usufructuando la riqueza de otras regiones mientras llega la independencia a modo de un peaje que incomprensiblemente el resto de los españoles nos vemos condenados a pagar generación tras generación.
Ese, y no otro, es el objetivo del nacionalismo identitario a pesar de que, en ocasiones, haya querido verse a los dirigentes de CiU como políticos sensatos en los que se puede confiar más allá de sus concesiones al separatismo, tomadas tradicionalmente como una excentricidad elaborada en clave interna electoral. De extravagancias, nada de nada. Artur Mas tiene decidido llevar el proyecto político de un camaleónico Pujol hasta sus últimas consecuencias. Por desgracia, la penosa situación política de la España de Zapatero ofrece a estos y al resto de nacionalistas una ocasión inmejorable. (edit.ld)
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