martes, 14 de junio de 2011

CRITICAR EL FRANQUISMO




CRITICAR EL FRANQUISMO.

El artículo de Pío Moa titulado Defender el franquismo contiene una serie de errores conceptuales e historiográficos. Intentaré rectificarlos en un esquema. Comenzaré por las equivocaciones en los conceptos de orden politológico y sociológico, continuaré con los tópicos franquistas que pueblan el relato de Moa, y terminaré por el legado negativo de aquel régimen.
  1. No desde la democracia liberal. El elogio del franquismo desde los postulados del liberalismo es imposible, por la sencilla razón de que el pensamiento liberal se funda en el reconocimiento y garantía de los derechos individuales, a través de una Constitución elaborada por los representantes electos de la sociedad. Señalar la diferencia con cualquier momento del régimen de Franco es tan obvia como recordar la censura que los liberales hacemos de cualquier tipo de dictadura contemporánea, pasada y presente. La defensa de la supuesta necesidad histórica de una dictadura es impropio de liberales, y característico de los amantes de la ingeniería social de izquierdas y de derechas. Hay bastante literatura al respecto, desde Locke a Hayek o Popper.
  2.  
  3. El origen de la democracia de 1978. La Transición la hizo posible la articulación pacífica de la sociedad civil, no el que se pasara de "la ley a la ley", que no fue más que un eslogan de las postrimerías franquistas, inventado por Torcuato Fernández-Miranda, que no se sostiene nada más que por su deseo de controlar el proceso tanto como de evitar los conflictos y la exigencia de responsabilidades. En filosofía política y derecho político y constitucional se distinguen las leyes que conforman un régimen atendiendo a los principios de consentimiento y legitimidad. Las leyes franquistas carecían totalmente de esos dos principios desde el punto de vista de la democracia liberal, por lo que no son equiparables con las posteriores a junio de 1977, y por tanto la idea de pasar de "la ley a la ley" se asienta sobre un artificio. Pensar lo contrario es encontrar la legitimidad de nuestra democracia en el franquismo, tal y como hacen sus enemigos nacionalistas y la izquierda radical.
  4.  
  5. Totalitario o autoritario. Este error procede de entender todo el franquismo como un bloque, cuando no lo es –lo explico más abajo– y de una confusión de conceptos. El totalitarismo se distingue, y sigo a Hannah Arendt, por tener una ideología oficial y excluyente –que aquí fue el falangismo entre 1936 y 1945–, que explica la Historia, justifica el régimen y sus políticas, le da una argumentación y una simbología al tiempo que destruye la libertad de conciencia y expresión, bases de la convivencia humana y por ende de la democracia. Recordemos, por ejemplo, que en 1939 los falangistas no permitieron que se publicara otra vez El Debate, el órgano de la CEDA. El totalitarismo, además, destruye las instituciones ciudadanas y civiles, que son ocupadas por gente de su cuerda política o sustituidas por otras organizaciones. Además, el control de la población en su vida privada y pública es obligado, para lo que se utiliza la educación y la información en la transmisión de consignas; así como la represión: el Terror –la ausencia de seguridad jurídica– es la forma y el fondo del régimen. A esto se le suele añadir el militarismo, producto tanto de la necesidad de control como del victimismo frente al enemigo interior y exterior; y la identificación de un "culpable histórico" –los masones, los liberales, los judíos, los comunistas...–. El propósito es la aniquilación física y sociológica del "enemigo". Una vez más vemos que es imposible defender el franquismo desde la democracia liberal.
  6.  
  7. Fue totalitario y luego autoritario. El régimen de Franco fue totalitario entre 1936 y 1945, en la etapa de dominio de Falange, cuando se identificó el régimen con la Alemania nazi y la Italia de Mussolini, y se produjeron la mayor parte de asesinatos de los "enemigos de España". En esto coinciden historiadores tan reputados como Juan Pablo Fusi o Stanley G. Payne. A partir de aquí, existe una coincidencia bastante extendida de considerar el año 1959 para separar etapas. La que comienza entonces con el Plan de Estabilización y la marginación parcial de los totalitarios es de corte autoritario, cuando se buscó no la aniquilación sino la obediencia a través de una mejoría social gracias a las libertades económicas. Se quiso pasar de la legitimidad de la guerra a la legitimidad de la prosperidad. Fracasaron. Por cierto, si un régimen con libertades económicas fuera defendible desde la democracia liberal, entonces habría que defender a la dictadura china. En esto hay que tener los conceptos claros.
Paso a los tópicos historiográficos franquistas:
  1. No evitó la revolución. El golpe de Estado del 18 de julio no evitó la revolución, sino que la alimentó y le dio una coartada. El estado de guerra en el que quedó sumida la República dio un poder a los revolucionarios para eliminar a sus enemigos sin cortapisa legal, mucho más allá de lo que nunca habían imaginado que permitiría un gobierno del Frente Popular. No hay más que fijarse en la planificación, ejecución e impunidad de la matanza de Paracuellos en la temprana fecha de noviembre de 1936, y en el terror planificado por las checas y grupos autónomos. La peor cara de la revolución, la liquidación social, se produjo en las zonas de España que controlaban. Las cifras del terror revolucionario están ahí para el que las quiera ver.
  2.  
  3. Franco no libró a España de la II Guerra Mundial. Vamos, que ni que hubiéramos sido Suiza. Franco no sólo prestó su apoyo moral y comercial a Alemania e Italia, sino que envió a la División Azul –aunque fueran voluntarios–. Lo peor de todo fue que, debido a la actitud de Franco, los vencedores trataron a España como un país derrotado y sin redención posible: no tuvimos la ayuda económica ni la imposición de la democracia de la que disfrutaron los vencidos. Franco, en todo caso, se libró a sí mismo de una guerra que le hubiera derrocado, pues los soldados norteamericanos, como hicieron en Italia, se hubieran paseado de Sur a Norte. Y quién sabe si Franco no hubiera acabado como Mussolini, expuesto en una gasolinera de CAMPSA, abandonado por un ejército donde existían importantes núcleos monárquicos y una sociedad cansada de guerra. Por eso Franco cedió a la presión de los aliados en 1944 para que volviera la División Azul, cesara el comercio de wolframio con Alemania –imprescindible en la industria armamentística– y terminaran las facilidades para el espionaje alemán. Lo contrario es parte de la propaganda del régimen para presentar a Franco como el "salvador", el "padre que vela por sus hijos".
  4.  
  5. La democracia no era posible. El tópico franquista nos presenta a una sociedad rendida al caudillo, escaldada del "régimen rojo" y donde los demócratas eran grupúsculos insignificantes. Lo mismo se podría pensar de una Alemania desolada por el nazismo, que liquidó física y sociológicamente a la oposición, y que carecía de tradición democrática anterior a 1945. Pues aquellos grupúsculos insignificantes construyeron la RFA, una democracia sin comunistas ni nazis, que fue la envidia de unos españoles que emigraban a millares a ese país para poder sobrevivir. Es más, los partidos españoles que hoy tenemos, pensemos en el PSOE, no eran antes de 1975 otra cosa que... grupúsculos insignificantes. Y es que los partidos los hacen las elecciones.
Para terminar, sólo quiero hacer una relación de algunos males sociológicos y culturales que nos ha legado el franquismo:
  1. Leyenda negra e inferioridad. La necesidad del régimen de Franco de sobrevivir hizo que se pasara del apoyo a nazis y fascistas en la II Guerra Mundial a definirse como régimen "típicamente español", lo que era una falsedad histórica que ahondó la leyenda negra internacional y el complejo hispano de inferioridad. Los españoles debían resignarse a una dictadura porque no estaban preparados, como el resto de europeos, para el ejercicio ordenado de los derechos individuales, de la libertad y la democracia, de la que siempre se aprovechaban, decían, los "enemigos de la patria". Típico argumento de dictadura, que se puede oír en los estalinistas, castristas o chavistas.
  2.  
  3. El franquismo se apropió de la españolidad y de sus símbolos. El buen español era franquista, y si no era franquista era enemigo de España. Esa apropiación ha dificultado el respeto al nombre, la Historia, los personajes y los elementos comunes por su simple y equivocada identificación con una dictadura.
  4.  
  5. La Iglesia y Franco. El franquismo configuró una idea de España y de su Historia acorde a las necesidades del dictador, tomadas de interpretaciones tradicionalistas que ya estaban trasnochadas en el siglo XIX. Cuando el falangismo fue una ideología inútil para conformar el régimen, lo sustituyó por el catolicismo. La catolicidad daba a España su personalidad histórica internacional, y se encarnaba en la dictadura de Franco. Esta identificación entre un régimen dictatorial y una religión, a pesar de los postreros esfuerzos de Tarancón en los setenta, ha perjudicado a la Iglesia española, que día a día ve menguadas sus filas. El ejemplo contrario es Polonia, donde la Iglesia se identificó con la libertad gracias a Juan Pablo II.
Hay mucho más que decir, pero lo importante ahora es recalcar la imposibilidad de defender el franquismo desde la democracia liberal, y desmontar los errores más gruesos de la interpretación franquista de la Historia. Es preciso recordar que hacer oposición o criticar a los socialistas no obliga a asumir como bueno lo que la izquierda desprecia. (Jorge Wilches/ld)

XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX




FRANCO, DESDE EL LIBERALISMO.



Dado que un rasgo de la inanidad o páramo intelectual en que vive España es la ausencia de debate a pesar de los gravísimos problemas a que nos enfrentamos, siempre es bienvenida la argumentación discrepante y razonada. Así, mi amigo José Carlos Rodríguez contradice mi tesis de que el franquismo puede defenderse desde la democracia liberal.


Un problema típico en las discusiones reside en el intento de argumentar con un principio abstracto sin tener en cuenta su interrelación con otros principios concurrentes ni las circunstancias reales, históricas. Así, enarbolando el principio de la democracia –y sin explicar bien qué entendemos por ella– muchos condenan bobamente todos los regímenes europeos habidos en la historia antes del siglo XX (quizá con la excepción del suizo). Esto es típico de cierto pensamiento o antipensamiento muy difundido en España, y me temo que José Carlos Rodríguez cae un poco en esa tendencia.


Partamos de los hechos básicos, tan a menudo pasados por alto o tergiversados: nuestra democracia procede de la legitimidad franquista mediante una reforma de la ley a la ley. Y precisamente en contra de la opción rupturista, que pretendía legitimar a la república (al Frente Popular, más bien), opción que parecía a muchos más democrática. Pero el apoyo popular a la reforma franquista se apoyaba en una experiencia histórica que por entonces muy pocos discutíamos: la paz, prosperidad, reconciliación, independencia y unidad nacional alcanzadas en superación de una república que había echado abajo todos esos valores. Estos son hechos indiscutibles. Y aquí vienen otros hechos: los antifranquistas, que invocan tanto la república sin tener en cuenta sus efectos históricos, siguen socavando hoy la convivencia democrática: terrorismo o colaboración con él, separatismos, ataques a Montesquieu, niveles de corrupción muy superiores a los del franquismo, corrosión de la soberanía y la unidad nacional...


Todo esto no ha ocurrido por casualidad, y frente a ello tienen un peso menor –aunque sean interesantes– cuestiones sobre si el Frente Popular pudo haberse moderado (en mi opinión, no, en absoluto, y lo que ya había hecho justificaba plenamente la rebelión). Rodríguez dice que no eran necesarias las 30.000 ejecuciones de posguerra o la violación de derechos individuales. En realidad, el asunto de las ejecuciones está aún por investigar seriamente, y a partir de ciertos indicios creo que las cifras son muy inferiores, aparte de que se trató de ejecuciones legales casi todas y a menudo por crímenes espeluznantes. Y en todas las posguerras los derechos individuales son masivamente violados, como pasó en Europa Occidental después de la guerra mundial. En países democratizados como Francia o Italia, por ejemplo, las represalias fueron terribles y, al revés que en España, sin trámite judicial. ¿Los invalida como países democráticos? No hablemos ya de los países del este... O, por poner otro caso, los masivamente criminales bombardeos sobre la población civil alemana, ¿invalidan la causa de los Aliados? Yo creo que no, pero no dejan de ser cuestiones interesantes.


No tiene sentido comparar la actitud de Franco con la de Jefferson (más bien con la de Pilsudki, por ejemplo). Franco quería al principio una democratización en orden, pero la experiencia de la república le hizo creer que era imposible (e históricamente lo fue). Ni es cierto que nuestra historia sea la de las oportunidades perdidas. Al terminar la guerra mundial, Franco no tenía por qué "reengancharse" con los Aliados, que no paraban de chantajearle e intimidarle, pese a deberle tanto. La salida presuntamente democrática de Don Juan o el maquis habría significado con toda seguridad la vuelta a la guerra civil (lo explico en Años de hierro), porque otro rasgo del franquismo es que jamás tuvo oposición democrática real. Su oposición, incluso 36 años después, pretendía volver a las andadas, y lo está haciendo ahora mismo. Y si la sociedad española estaba preparada para la democracia al final del régimen, fue justamente por la obra de la dictadura autoritaria, de ningún modo por la de cualquier oposición.


Franco, en suma, libró a España de una revolución y no tuvo en su mano restaurar la democracia. Primero, porque no creía en ella tras la experiencia republicana; segundo, porque la mayoría de la población pensaba lo mismo, pues guardaba aún viva memoria de aquella república que quieren presentarnos ahora como modélica; y tercero porque la oposición era de tendencia totalitaria y terrorista o pro terrorista... por cierto que muy apoyada por las democracia europeas (y por gran parte de la Iglesia), algo a tener muy en cuenta, como recuerdo en La Transición de cristal.


La democracia llegó cuando pudo, se la debemos a la obra del franquismo y está muy amenazada precisamente por los antifranquistas. Así creo que fue y es, atendiendo a los hechos y no a buenos deseos algo etéreos. (Pio Moa/ld).

XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX




DEMOCRACIA LIBERAL Y FRANQUISMO.



Dice el señor Vilches que "hacer oposición o criticar a los socialistas no obliga a asumir como bueno lo que la izquierda desprecia". Desde luego, él no lo hace: asume precisamente los tópicos de esa izquierda sobre el franquismo, incluso empeorándolos al estilo de Tusell, "progre" de derechas con necesidad psicológica de demostrar que es aún más antifranquista que la izquierda. Por lo demás, lo esencial de mi trabajo no es la oposición a los socialistas, sino la clarificación documental y analítica del pasado. Creo que el señor Vilches, tratando de rebatir mi artículo sobre el franquismo, hace un ejercicio de estéril pedantería académica, más bien que de aproximación seria a la historia. Le responderé con la mayor brevedad posible, punto por punto:

1. Contra lo que él piensa, la democracia liberal está obligada a elogiar y agradecer al franquismo. No existió un movimiento demoliberal contra Franco, en cuyas cárceles no hubo demócratas, sino totalitarios o asimilados. Por ello, la democracia liberal solo pudo construirse sobre las condiciones creadas por el franquismo. Los liberales nos beneficiamos de ello y debemos agradecérselo, como es de bien nacidos. Tanto más cuanto que ha sido y es el antifranquismo la mayor amenaza para la democracia conseguida.

2. Dice que la transición no la hizo posible la reforma "de la ley a la ley" sino "la articulación pacífica de la sociedad civil". Fueron las dos cosas: la articulación pacífica de la sociedad civil, conseguida bajo el franquismo (¿o cayó del cielo?), se manifestó en el voto masivo a la reforma "de la ley a la ley" y contra la ruptura. Y no es cierto que las leyes franquistas carecieran de consentimiento y legitimidad: la inmensa mayoría de la población no era antifranquista, y no existió alternativa democrática viable a él. ¿O la conoce el señor Vilches?

3. El franquismo nunca fue totalitario ni la Falange su única ideología. Sus "familias" (Falange, Iglesia, Opus Dei, monárquicos, carlistas) tenían mucho de partidos, con sus organizaciones y prensa propias y sus peleas por el poder, ya en los años 40. Lo he tratado en Años de hierro, examinando precisamente esos tópicos ideológicos. Tampoco "el Terror fue la forma y fondo" del régimen. El terror sí funcionó en muchos países europeos, incluidas democracias, después de la II Guerra Mundial; aquí la represión se hizo judicialmente. La retórica de Vilches al respecto es pura invención de origen comunistoide. Tan poco terror había que, salvados los efectos inmediatos de la guerra, la población penal en España era quizá la más baja de Europa, y los presos políticos (totalitarios casi todos) muy pocos. Quizá haya ahora más, pues los de la ETA lo son desde el momento en que los gobiernos hablan al respecto de "salida política".

4.  Contra lo que cree Vilches, ni siquiera entre 1936 y 1945 fue el régimen totalitario ni de predominio falangista. La Falange perdió ya entonces sus pugnas con el sector católico (vea el estudio de J. Andrés-Gallego, por ejemplo). Y ya entonces el estado franquista era muy pequeño (y relativamente eficiente), lo que excluye de entrada el totalitarismo. Sorprende que a estas alturas un historiador pueda ignorarlo. Le recomiendo, de nuevo, mi Años de hierro, y si quiere le daré los datos correspondientes.

Pasa luego el señor Vilches a examinar lo que llama "tópicos franquistas", a los que opone unos tópicos de izquierda hoy ya desacreditados:

1. El franquismo derrotó una revolución en marcha desde 1933. En 1934 se intentó la revolución desde fuera del poder y Franco contribuyó a vencerla. Desde febrero de 1936 se desató un proceso revolucionario desde el poder y desde la calle. No sé si Vilches cree compatible con la democracia liberal la marea de incendios de iglesias, registros de la propiedad, periódicos y sedes de la derecha, asesinatos culminados en el del líder de la oposición, ilegalidades del gobierno y amparo de éste a la oleada de crímenes, etc. Por mi parte no creo en esa compatibilidad.

2. ¿Franco no libró a España de la Guerra Mundial? ¿Entonces nos metió en ella? Primera noticia. ¿O fue Hitler quien no la quería y se lo impidió a Franco, como vienen a decir Preston, Marquina y tantos? Ahí entramos en el campo del disparate puro y duro. Franco tuvo una deuda de gratitud con Alemania y la pagó mediante la División Azul, que luchó contra el stalinismo. Los vencedores anglosajones debieron muchísimo a la neutralidad de Franco, más que los alemanes a cooperaciones menores. Y los vencedores "que trataron a España como un país derrotado y sin redención posible", dice Vilches, incluían a Stalin, el mayor ganador de la guerra y a quien los anglosajones hicieron mil concesiones. Por supuesto, España no fue tratada como derrotada y sin redención: más bien fue España la que derrotó al maquis y al injusto aislamiento impuesto. El señor Vilches fantasea con que "los soldados norteamericanos, como hicieron en Italia, se hubieran paseado de Sur a Norte por España". Nuevo error garrafal: los anglosajones distaron mucho, pero mucho, de pasearse por Italia y, por alguna razón (a ver si Vilches la acierta), prefirieron no meterse en la aventura de otro "paseo" por España.

3. El apoyo mayoritario a Franco no es un tópico, sino una realidad. Quienes luchamos contra el franquismo lo sabemos por experiencia, y lo he explicado en Franco para antifranquistas. Una razón de peso es que la gente había sufrido en sus carnes las "maravillas", de la república y el Frente Popular, con las que la gente identificaba, erróneamente, la democracia liberal; confusión en la que siguen cayendo muchos hoy, a izquierda y derecha, incluyendo al señor Vilches, según parece. Otra razón es que el franquismo derrotó el aislamiento, reconcilió al país y lo elevó a la mayor prosperidad en siglos, cosas que el señor Vilches desdeña pero que los españoles de entonces apreciaban mucho. Otra razón es que aunque las libertades políticas estaban restringidas –no anuladas– existía una gran libertad personal y el estado se entrometía menos que ahora en la vida particular de las personas.

Un tercer apartado me parece que no mejora su exposición historiográfica:
1. La comparación con el caso alemán solo revela la total falta de perspectiva histórica. Alemania perdió la guerra, España no; Alemania fue aniquilada como nación, quedó dividida largo tiempo y su democracia fue construida y tutelada por la ocupación militar. Quizá el belicoso señor Vilches deseara algo parecido para España después de lo que imagina "un paseo" de los soldados useños. Bien, yo no lo prefiero. Aquí es cuestión de preferencias, como en el caso del Frente Popular. En cuanto al PSOE, principal causante y organizador de la guerra civil y una catástrofe para la democracia actual, no lo hicieron las elecciones, como él supone, sino una campaña artificial tremenda por parte de casi todo el mundo. Le voy a recomendar otro libro: La Transición de cristal, que quizá le dé algo que pensar.

2. El franquismo no "pasó del apoyo a nazis y fascistas durante la II Guerra Mundial a definirse como régimen ‘típicamente español’". Se definió siempre como esencialmente español, y por eso, entre otras cosas, no entró en la guerra mundial. También se definió como católico, con la aquiescencia de Roma. El complejo de inferioridad no lo tenían los franquistas ni los españoles de entonces, sino que lo ha cultivado intensamente el antifranquismo. En España existía el imperio de la ley –quizá más que en nuestra partitocracia–; lo que no existían eran partidos oficiales (salvo las "familias" del régimen). Y finalmente, la obra del franquismo ha permitido una evolución democrática que nos debemos a nosotros mismos y no a los "paseos de los soldados estadounidenses". Esto a mí me parece bien, a Vilches mal. Cuestión de gustos, nuevamente.
3.  El franquismo no se apropió de la españolidad y sus símbolos: los recogió del suelo donde eran pisoteados por quienes oponían los "viva Rusia", "Viva la república" o "Viva Euzkadi" a los "viva España". Fue el franquismo quien salvó la bandera tradicional contra la estrafalaria bandera "republicana".

4. La idea del franquismo sobre España, con todos sus defectos, es mucho más adecuada a la realidad histórica que las invenciones de los antifranquistas, separatistas, Tuñón de Lara, Tusell y similares.

5. La Iglesia apoyó al franquismo porque éste la salvó, literal y físicamente, del genocidio. Después, gran parte de ella se volvió pro marxista, bastante proetarra y proseparatista. Si Vilches prefiere a esa Iglesia, es cosa suya, pero eso no le autoriza a invertir la realidad de los hechos: cuando la Iglesia vio menguar rápidamente sus filas fue cuando adoptó esa orientación y no antes.

Creo que Vilches es especialista en el siglo XIX. Pero por lo que se refiere al XX, y a la república y al franquismo en particular, me parece que adopta acríticamente una retórica cuyo origen se halla históricamente en la Comintern, mezclada con un peculiar liberalismo dogmático (es decir, poco liberal), que pasa por alto o inventa los datos históricos constatables. (Pio Moa/ld)

XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX







LA GUERRA DE MOA.


La réplica que ha hecho el Sr. Moa a mi artículo es una muestra de por qué sus interpretaciones históricas están en la marginalidad. La razón es bien sencilla: no es que vaya contra la "mentira academicista", es que después de muchos intentos ya es cansino debatir con quien utiliza el insulto y la ridiculización, cuando no la tergiversación, como argumento y artimaña para cubrir carencias. La seriedad y el cuidado de las formas –tanto modales como profesionales– habrían hecho mucho por la consideración de sus obras. Un debate político con fondo historiográfico, especialmente aquel que se pretenda de cierta altura, precisa tanto de la corrección conceptual como de la formal. Esto no es pedantería, es rigor científico y un requisito profesional. No es problema mío si el Sr. Moa las desconoce, o las utiliza alegremente para que cuadre su relato.
Al tema. Voy a comenzar señalando las carencias metodológicas y conceptuales del relato del Sr. Moa que invalidan su análisis, pero que parece no haber comprendido de mi artículo anterior, y seguiré con las incoherencias que pueblan su artículo.
Es hora de que el Sr. Moa sepa que manejar los conceptos de la Ciencia Política y de la Sociología en el análisis del pasado es imprescindible para una correcta interpretación. No hay historiador serio, español o foráneo, que hoy no lo haga. Las carencias del Sr. Moa en estos campos son clamorosas, y convierten su relato histórico en una mera sucesión de datos y documentos que se conocían sobradamente mucho antes de que publicara alguno de sus libros. Dichas carencias son las siguientes:
  1. Es un fraude intelectual decir que se puede defender el franquismo desde la democracia liberal. Un régimen totalitario, y luego autoritario, con menguadas libertades económicas en sus quince últimos años de vida, instituciones corporativas no electivas, poderes que sólo respondían al dictador, sindicatos verticales, y ausencia de derechos individuales esenciales, como la libertad de expresión, religión, reunión, manifestación, sindicación, voto o asociación, o la simple igualdad jurídica de hombres y mujeres, no tiene nada de liberal ni de democrático. Exigir que la democracia liberal elogie y agradezca la dictadura es de antología del disparate. Es muy probable que el Sr. Moa tenga una definición particular de democracia liberal, pero a tenor de la ligereza con la que utiliza otros conceptos no servirá para argumentar nada.
  1. El Sr. Moa demuestra su desconocimiento de los modelos históricos de cambio social y político, de acción colectiva y movimientos sociales, tanto como los tipos de sistemas de partidos, electorales e institucionales y su trascendencia en la instauración, desarrollo, consolidación y final de los regímenes. Para esto le recomiendo la lectura del clásico de Juan José Linz, La quiebra de las democracias. El Sr. Moa, si ampliara sus estudios, sabría que la existencia de una oposición organizada para una ruptura política es sólo uno de los modelos de cambio. Pero hay muchos más modelos, como el que sucedió en España. El conocimiento de esa tipología es bastante corriente en la historiografía internacional, a no ser que el autor, como es el caso, se haya quedado estancado en el modelo leninista. Hay que modernizarse. Le recomiendo dos libros más, uno del holandés Arend Lijphart titulado Electoral Systems and party systems: A study of twenty-seven democracies, 1945-1990, y otro del norteamericano Samuel P. Hungtinton, La tercera ola: la democratización a finales del siglo XX.
  1. El Sr. Moa utiliza con mucha ligereza el concepto de "partido político", como si esta organización fuera lo mismo bajo una dictadura que en una democracia, igual en los años 30 que en el 2011, o equiparable a la Iglesia o al Opus Dei, como hace en su artículo. Es sorprendente que un historiador de lo político prescinda absolutamente de categorías tan esenciales como la de "partido político" y de su evolución histórica, cosas que se enseñan en primer curso de Derecho, Historia, Ciencias Políticas o Económicas. Le recomiendo la lectura de los politólogos italianos Giovanni Sartori y Angelo Panebianco, pero también hay muchos manuales para principiantes que con gusto le puedo señalar.
  1. El Sr. Moa moldea el principio de legitimidad a su gusto para que encaje con su relato franquista: La legitimidad de la legislación franquista estaba en su victoria en la guerra; no hace falta más que leer a los personajes del Movimiento Nacional. Insisto en lo que es norma básica del Derecho y de la Filosofía Política: no es equiparable la legitimidad y el consentimiento de una dictadura surgida de una guerra con los de una democracia resultado de una transición pacífica. No me voy a repetir. Para más explicaciones me remito a mi artículo anterior.
  1. El Sr. Moa insiste en que el franquismo era un movimiento de masas con aceptación casi unánime (a su entender sólo los locos y los vendidos podían oponerse). Para conocer el grado de conformidad de la sociedad con un régimen, ayer y hoy, aquí y fuera, se analizan sociológicamente los valores y actitudes políticas que conforman una cultura política; por cierto, otro concepto, el de "cultura política", que el Sr. Moa desconoce, pero que es moneda corriente en los estudios de la historia política (le recomiendo la lectura del historiador francés católico y liberal René Rémond). Los informes de la Fundación FOESSA, vinculada a Caritas, comenzaron en 1965 bajo la dirección de Amando de Miguel. Hasta 1975 hubo tres informes, el último coordinado por Luis González Seara. El objetivo era conocer la situación social del país. La primera conclusión fue que los datos estadísticos oficiales al respecto eran erróneos. Y luego, en lo que atañe a los valores y actitudes políticas, distinguía entre "liberales" y "autoritarios" atendiendo a su deseo de reformas. Los primeros eran la mayoría, jóvenes y urbanos, tanto del sector público como del privado; mientras que los últimos, los resistentes a las reformas, los franquistas, eran una minoría compuesta sobre todo por "jornaleros del campo y personas sin estudios" (FOESSA, 1975, pág. 1.158). ¿Cuáles eran las regiones españolas más resistentes al cambio? Andalucía, Extremadura, y lo que hoy es Castilla-La Mancha, Canarias y Aragón; es decir, eran franquistas los que no emigraron en masa a las ciudades (FOESSA, 1975, pág. 1.160). Esto, en una sociedad urbana y alfabetizada como era la española en 1975, es definitorio: la mayoría no quería el franquismo. El resto son fanfarronadas de nostálgico.
  1. El Sr. Moa no comprende o le trae sin cuidado el concepto de seguridad jurídica, cuya ausencia define a una dictadura. El principio básico de la seguridad jurídica es la irretroactividad de la ley, cosa que el franquismo despreció para llevar a cabo una "limpieza" social y política con la que el Sr. Moa está muy complacido. El régimen de denuncias particulares en esos años de la posguerra y el carácter retroactivo de las penas generaron una gran inseguridad jurídica, ya que convertían en delito actividades que eran legales en su momento, como el haber votado a un partido republicano o de izquierdas, el haber pertenecido a una asociación "sospechosa" –por ejemplo, liberal–, las amistades o las lecturas. Entre 1939 y 1941 se llevó a cabo una vastísima depuración de cada rama de la administración, expulsando a quienes no se presentaran en un plazo reglamentario en el puesto de trabajo y sometiendo a todos a una revisión de su trayectoria política, sexual y religiosa. A cambio colocó a franquistas de viejo y nuevo cuño con independencia de su formación, mérito y capacidad, lo que explica la inutilidad del Estado en muchas facetas durante muchos años. Otra cosa que la democracia liberal no puede elogiar ni agradecer al franquismo.
  1. El Sr. Moa tampoco entiende la diferencia entre "totalitario" y "autoritario", ni que el franquismo es un periodo muy largo con etapas distintas y elementos de continuidad. El régimen fue totalitario en su primera etapa, tal y como expuse en el anterior artículo. Las necesidades de la guerra y de la inmediata posguerra, así como una particular visión del conflicto europeo, hicieron que el régimen que levantaron los sublevados de 1936 fuera totalitario hasta 1944. El declive alemán e italiano obligó a Franco a redefinir y reconfigurar el régimen, aunque conservando el lastre del nacionalsindicalismo que hundió a España en la miseria con la autarquía hasta mediados de los 50. A partir de 1944, como expliqué, se fue configurando un régimen autoritario, no totalitario, pero muy lentamente, y de forma muy clara desde 1959. Juan José Linz, sociólogo, definió el régimen franquista que existía en 1964 como autoritario: pluralismo político limitado dentro de sus propias filas; carencia de una ideología (descartado ya el falangismo) pero con una mentalidad propia; que descartaba la movilización política intensa porque prefería la apatía, la desmovilización y el conformismo; con un partido único que no podía controlar el Estado debido a la acción de la Iglesia y el Ejército; y con un dictador que ejercía su poder sin límites institucionales, pero dentro de unos márgenes predecibles. Totalitario hasta 1944, y posteriormente, despacio, un régimen autoritario.
Para a rectificar los tópicos franquistas de Moa.
  1. El consentimiento implícito de los españoles del que habla el Sr. Moa –otra fantasía franquista– no fue tal porque no se tradujo en un franquismo militante: la Sección Femenina, el SEU y demás organizaciones del régimen eran auténticos páramos sobredimensionados que se deshicieron como azucarillos a las primeras de cambio. Incluso sus periódicos no pudieron sobrevivir sin subvención estatal. Lo habitual era la apatía, el conformismo y el miedo, que los franquistas siempre entendieron como "consentimiento" para hacer propaganda. Aquí, de nuevo, los informes FOESSA son definitivos. La movilización social y política masiva que hubo tras la muerte del dictador y la alegría general por los anuncios de reformas tanto del Rey como del Gobierno Suárez mostraron que no había ese consentimiento mayoritario.
  1. El Sr. Moa escribió en su primer artículo que Franco "evitó" la revolución: Demostré en mi réplica que no la evitó porque en la España republicana se produjo la peor cara de la revolución; es decir, la liquidación social. El golpe de Estado del 36 les dio una coartada más para esa liquidación. Ahora Moa rectifica y dice que Franco no "evitó" la revolución, sino que la "derrotó". Bravo, la sociedad española se congratula por la noticia dada por el Sr. Moa: Franco ganó la guerra. ¿Y para esto tantas ínfulas? ¿Este es el gran descubrimiento historiográfico del Sr. Moa, que Franco ganó la guerra? No creo que nadie desconociera antes de los reiterativos libros del Sr. Moa que el bando franquista venció a comunistas y anarquistas, que habían instalado su propia utopía en el territorio que dominaban, y que en la inmediata posguerra los liquidó. Es imposible que nadie se tome en serio un debate en estos términos, y yo a partir de ahora, tampoco.
  1. Según el Sr. Moa, Franco no sólo libró a España de la II Guerra Mundial, sino que, ayudó a los "vencedores anglosajones", que luego lo trataron injustamente. Aparte del disparate, el Sr. Moa comete aquí otro error producto de la intoxicación franquista, que consiste en identificar los intereses de Franco con los intereses de España –lo mismo que Stalin y Castro–. Franco sólo quiso sobrevivir a la derrota del Eje, por encima de los intereses de los españoles, y fue adaptando su régimen para mantenerse en el poder. Y le importaba muy poco si la hambruna o las enfermedades diezmaban a la población, o si la emigración se veía como la única salida. A ver si es que ahora el dictador pasó hambre un solo día o le faltó atención médica para compartir con los españoles su "destino en lo universal". La alegría popular hacia el franquismo y sus resultados no debía ser tan grande cuando 1.500.000 de españoles salieron del país entre 1959 y 1975 para poder encontrar un trabajo y vivir, y eso que era el mejor momento económico del régimen; es decir, salió del país el 5% de la población. Si hoy sucediera lo mismo de forma proporcional, las cifras del paro serían muy inferiores. Un poco de perspectiva histórica siempre viene bien.
  1. El Sr. Moa afirma, como buen marxista leninista reconvertido a franquista, que la liquidación social siempre es preferible a la guerra. Detengámonos un poco en la barbaridad, no sólo humana, porque hubo entre 30.000 (Salas Larrazábal) y 150.000 (Reig Tapia y Cía) asesinatos, sino en la muestra del desconocimiento profundo de la Historia: no hay guerra desde 1789 a 1945 con tintes ideológicos o raciales que no conlleve una liquidación social del enemigo. La guerra de 1866 entre Prusia y Austria no, claro. Para que reflexione un poco y adquiera perspectiva, lea Los monstruos políticos de la Modernidad. De la Revolución Francesa a la Revolución Nazi, de M. T. González Cortés.
  1. El Sr. Moa asegura que los presos políticos fueron muy pocos en la inmediata posguerra en comparación con los presos comunes. Esta afirmación sobre la población reclusa que hace el Sr. Moa es como el resto de su relato: trazo grueso. Daré los datos siguiendo el Anuario Estadístico de España de 1950. La población reclusa en 1940 era de 270.710 personas, y fue disminuyendo hasta alcanzar las 36.127 hacia 1950, que era el doble de la que hubo en 1934. Bien. Si la población en 1940 era de 26.014.278 habitantes, es fácil calcular que el 1% de la población estaba en la cárcel. Si estudiamos los penados por "delitos no comunes", expresión de las estadísticas oficiales, a la altura de 1945 había 29.000 presos políticos reconocidos por el régimen de Franco, lo que nos da una cifra del 81,9% del total. No parece que sean "pocos". De todas maneras, su párrafo es monstruoso: a los asesinos de ETA que están hoy en la cárcel los llama "presos políticos", y los equipara con los encarcelados por el franquismo en la posguerra. Una vez más, ya sin sorpresa, vemos la coincidencia argumental entre el Sr. Moa, el separatismo y la izquierda radical.
  1. El Sr. Moa dice que el régimen de Franco tuvo la "aquiescencia" de Roma. Más trazo grueso. Hasta 1953, 17 años después del golpe del 18 de julio, el papa Pío XII no accedió a firmar un Concordato. Y eso después de consultar a las potencias, en especial a EEUU, país que un año después llegó a un acuerdo con el régimen franquista. Es la dinámica de la Guerra Fría la que devuelve a España al ámbito internacional, no la habilidad de Franco. El Sr. Moa vuelve a caer en el franquismo sobrevenido.
  1. El Sr. Moa dice de forma chusca que el sentimiento de inferioridad de los españoles lo han inventado los antifranquistas. En fin; me podría remontar a Quevedo, pero me quedo, por ejemplo, con Larra (lea sus artículos, aprenderá algo), o con los cronistas e historiadores de la España del XIX, como Mesonero Romanos, Flores, Lafuente, Pirala o Galdós, que retratan el sentir de los españoles y lo comparan con el resto de Europa. Es más; el discurso de oposición, especialmente a partir de 1875, contiene esa comparación negativa respecto a lo europeo. Otro desconocimiento alarmante de la Historia que muestra el Sr. Moa.
  1. Sobre la idea de España y de su Historia, el Sr. Moa contrapone con simpleza, en una huida hacia delante, la visión franquista a la de Tuñón. Hay unas cuantas más, pero sería muy prolijo. Simplemente le falta rodaje bibliográfico, por lo que le recomiendo, por ejemplo, la lectura de la obra coordinada por Ricardo García Cárcel titulada La construcción de las historias de España. Le será útil.
  1. Y eso de que "gran parte de la Iglesia se volvió promarxista, bastante proetarra y proseparatista" es de traca. No comento chistes.
Quiero terminar brevemente hablando sobre el oficio de historiador: un debate sobre historia política requiere un relato serio, con bagaje bibliográfico contrastado nacional y foráneo, aparato metodológico y conceptual adecuado, y cuidado en las formas y los modales. Si no todo esto seguirá siendo única y exclusivamente "la guerra de Moa". (Jorge Wilches)/ld)

XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX



¡AY, WILCHES...!



No había caído yo en que el señor Vilches “maneja los conceptos de la Ciencia Política y de la Sociología”; seguro que los maneja, además, muy bien y hace con ellos “historia científica”. No es el único. También solían hacerla Tusell, Reig Tapia  o Tuñón de Lara. ¡Felices ellos! ¿Quién no es científico hoy en España, aparte de mí y de cuatro más? ¡Por algo nuestra universidad es el asombro del mundo! Lógicamente, la ciencia debe exponerse con pompa y circunstancia, y la pedantería, que en otros terrenos constituye un defecto, es  aquí una virtud. Solo puedo felicitar al señor Vilches por haber alcanzado tales cimas intelectuales.

 

   En cambio yo, en mi vulgaridad, prefiero la sencillez,  la claridad y la concreción, sin grandes declamaciones ni necesidad de citar cien autoridades para concluir que el sol sale por el este. La verdad, no sé ni cómo me atrevo a debatir con tales lumbreras. Debe de ser por un defecto congénito, espero que el señor Vilches sepa comprenderlo y excusarlo. Y como Vilches, desde sus alturas, toca demasiados temas y demasiado brevemente, y todos ellos son muy importantes  para entender la España actual, iré tratándolos uno a uno, con más detenimiento.

 

   La clave de la discusión que yo he planteado es la de si los liberales debemos agradecer al franquismo la democracia (o lo que resta de ella, en plena involución), amén de logros como la derrota de la revolución, la neutralidad en la guerra mundial, la prosperidad, la reconciliación y otros muchos que debo repetir porque a mucha gente se le van enseguida de la cabeza; o si, por el contrario, el liberalismo debe execrar al franquismo como hacen los marxistas, los etarras, los separatistas o los progres en general, todos con los mismos argumentos, casualmente: que no era democrático y que derrocó a la democracia republicana. 

 

  El mío es un planteamiento historiográfico. El señor Vilches, quizá liado en el manejo de sus altos conceptos, no ha entendido bien lo que yo he escrito y convierte el planteamiento en doctrinario. Así, nos descubre que el franquismo no era liberal. ¡Vaya, muchas gracias, señor Vilches! Y tacha de fraude el que yo equipare franquismo y liberalismo, algo que no he hecho. No se trata de mala comprensión lectora sino de que los sabios, ya se sabe, son despistados: se le nota en otros muchos puntos de su respuesta. Siguiendo con su doctrinarismo, concluye que, puesto que el franquismo fue antiliberal, los éxitos históricos que yo le atribuyo son puras ilusiones, “tópicos” sin fundamento. Se lo hace ver la ciencia, tal como la ciencia marxista nos hacía ver no hace tanto que la URSS era el país más democrático del mundo.

 

    En fin, lo diré de otro modo, a ver si se entiende mejor: la democracia viene del franquismo por dos vías: las condiciones de prosperidad y reconciliación nacional logradas en aquel régimen,  y la autodisolución del mismo sin haber sido nunca derrocado ni siquiera derrotado. Y a la inversa: la democracia jamás podrían haberla traído ni una oposición básicamente  totalitaria, ni mil doctrinarios como el señor Vilches. 

 

   Observemos esto: no había liberales en las cárceles de Franco, ¿por qué? Los que había vivían perfectamente, hacían carrera en o bajo aquel régimen, entraban y salían de España y se expresaban con bastante libertad (y no solo liberales, incluso comunistas influyentes como Tamames, Castilla del Pino, Vázquez Montalbán o Manuel Sacristán, entre tantos otros). El caso de Julián Marías es paradigmático y lo cito en Años de hierro, referido a los años 40, que Vilches imagina (científicamente, claro) totalitarios. Marías fue excluido injustamente de la universidad, pero no de la vida intelectual: vendía sus libros y organizaba libremente  cursos y actividades varias:

 

“Esto fue lo que me hizo sentir el valor del liberalismo económico (…) En la España posterior a la guerra descubrí el inmenso alcance de la economía privada: poder comprar carne, verduras o los trajes en un comercio particular, no en un mercado estatal; poder publicar en una editorial privada o en una revista del mismo carácter, aunque fuera con censura; cobrar algún dinero de una empresa también privada, no del omnipotente estado. Todas las libertades dependían de esta. En España no había libertad política y la economía estaba intervenida y mediatizada; pero eran cortapisas a una realidad que seguía siendo privada, múltiple, con la cual se podía contar y tratar. Había un coeficiente muy apreciable de libertad personal y social, porque subsistía un sistema económico que en sus líneas generales era liberal”.  Y añado yo en el libro: “Tal sistema económico subsistía porque el régimen, que nunca creó un estado elefantiásico –muy lejos de ello— lo encontraba a su vez conveniente. Un indicador de interés es el número de funcionarios, que en esos años rondaba los 280.000 para unos 26 millones de habitantes. Cifra que cabe comparar con las actuales, enormemente superiores”.

  

 

  Podría citar muchos casos más. Tanto Marañón como Besteiro agradecieron explícitamente al franquismo haber librado a España de la pesadilla, y así hicieron otros muchos liberales o próximos al liberalismo. A la España franquista vinieron pronto figuras como Menéndez Pidal, Marañón, Ortega y Gasset y tantos más, que desarrollaron libremente sus ideas y escritos. Ortega encontró aquella España “con una sorprendente, casi indecente salud”, frase que nunca le han perdonado los antifranquistas. Los cuales, no por casualidad, son quienes más están perjudicando la democracia salida de aquel régimen.  

   Estas cosas –ya en los años 40— pueden ayudar al señor Vilches, si deja por unos momentos sus manejos científicos, a comprender qué fue el franquismo y cómo evolucionó en concreto, y por qué está en él el germen de nuestra democracia. En cuanto a Marías, aclara magistralmente en los párrafos citados una diferencia clave entre un estado autoritario y uno totalitario. Algo de eso he tratado en otra ocasión, aunque referido a un período posterior, y vale la pena la cita de Kolakowski:

 

 

http://blogs.libertaddigital.com/presente-y-pasado/rasgos-del-franquismo-marxismo-de-baratillo-5701/

   Y baste por hoy. Ya seguiremos con otros temas. Como las normas de LD sobre debates admiten solo cuatro artículos y mi turno se ha acabado, seguiré en el blog hablando del la cuestión, que no es una fruslería sino, como digo, una clave para entender todo lo que pasa hoy en España. Naturalmente, si el señor Vilches quiere seguir la discusión en el blog, lo tiene a su disposición.(blog de Pio Moa)


4 comentarios:

Galafrin dijo...

No comparto hoy su analisis, si bien algunas veces Moa puede equivocarse en algun punto historico alejado de su epoca de predilecciòn, su linea sigue recta: totalitarios los rojos quienes provocaron la guerra civil y los islamistas a quienes venciò tambien Franco en la guerra del Rif.

Si han vuelto estas dos plagas de la humanidad al irse el Caudillo, no es casualidad. La democracia liberal es otra utopia, en la realidad esta repleta de imperfectos, comentados entre otros en este mismo blog, la busqueda del estado de bien estar trae mal estar.

En el balance de la historia con la actualidad, España gozaba muchisimo mas con Franco que con Zapatero, al menos cuando se compara el paro y la criminalidad o por decirlo en una palabra, la justicia, lo que importa a los ciudadanos: quieren disfrutar cuarenta años de seguridad y justicia como sus abuelos.

Anónimo dijo...

Pio Moa fue terrorista ¿si o no?

Anónimo dijo...

¿Se puede imaginar alguien la fundacion Adolf Hitler en Alemania?
¿que nos pasa a los Españoles?
El nacional-catolicismo no es el nacional-socialismo pero todo el mundo entiende que fueron aliados en un primer momento,¿que imagen damos al exterior? parecemos tontos, cualquier niñato independentista queda como un politologo en cualquier pais del mundo solo con mencionar esta absurda defensa que se hace hoy en dia de un regimen propio de paises sub-desarrollados. Yo puedo ser integrista catolico pero no por eso soy más y mejor ESPAÑOL.

Anónimo dijo...

Hombre, terrorista fue Carrillo, fue Felipe González, colaborador con el terrorismo es Zapatero o Rubalcaba... Aquí hay muchos terroristas y colaboradores. Pujol fue un ladrón, Roldán fue un ladrón.... Y así sucesivamente. Lo que distingue a Moa es que ha cambiado reflexivamente su punto de vista. Un ejemplo para todos.

Adolf Hitler dejó su país en ruinas. Franco lo dejó próspero y reconciliado. Gracias a él vivimos bastante bien, y a causa de los antifranquistas y neostalinistas, las estamos pasando canutas