lunes, 3 de septiembre de 2007

CULTURA DE LA QUEJA




CULTURA DE LA QUEJA.

Antonio Alemany, director de Libertad Balear me invita a tratar un serio problema: el de la coacción lingüística de nuestro Gobierno de Progreso.


No hace mucho, el Tribunal Supremo confirmó la sentencia del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco por la que se obliga (dice textualmente: ‘deberá ondear ...’) al Gobierno Autonómico Vasco a izar la bandera española de forma permanente en la Academia de la Ertzaintza en Arkaute, Álava, en la que no se había izado durante veinte años. También debe izarse en los lugares públicos, en el exterior de los edificios y establecimientos de la Administración central, Institucional, Autonómica, Insular y Municipal del Estado.

Pues bien, a pesar de todo, el alcalde de Bilbao, Iñaki Azcuna, ha hecho izar la bandera española durante 25 (veinticinco) minutos. O sea, ha cumplido con la legalidad vigente un ratito. ¿Deberíamos tratar estos hechos desde una perspectiva técnico-jurídica? Creo que sería un error. Con gente así, no hay diálogo que merezca tal nombre. En el origen de estas conductas desleales y torticeras, está el odio enfermizo de los nacionalistas a España y a sus símbolos. Pero este odio enfermizo no habría llegado tan lejos sin otros componentes. La Constitución (en su título octavo) ha permitido contemplar a la organización territorial del Estado, como una obra en permanente e inacabable construcción. Y de ello se han aprovechado los nacionalistas. La ley electoral, por su parte, dio una excesiva representación a los nacionalistas que, por supuesto, se han aprovechado. ¡Y cómo se han aprovechado!

Todo se hizo por el consenso y para que los nacionalistas calmasen sus pasiones irredentas y se incorporasen al proyecto común. Además, las competencias educativas han servido para crear ‘territorios comanches’ que enfatizan la lejanía, o el odio a España. Todo el esfuerzo de los constituyentes no ha servido de nada, porque los nacionalistas se han beneficiado de su buena fe. Han fomentado las fuerzas centrífugas, y despreciado a las fuerzas centrípetas. Entre ellas, los símbolos nacionales, como la bandera o la lengua. Por eso los odian tanto.

En este contexto tenemos que tratar, creo yo, el problema de la coacción lingüística. La lengua española, aunque usualmente se dice ‘castellano’ porque la batalla de la comunicación la han ganado, por ahora, los social-nacionalistas, es objeto de desprecio. A quienes usan los sentimientos como ‘argumento’ y como arma arrojadiza, no les afecta en absoluto que la lengua española sea la segunda del mundo en importancia, después del inglés. Internacionalmente hablando. Podrían pensar que aprender la lengua española beneficia a sus hijos. Pero no. El odio y la sentimentalización de la vida política pueden más. Recuerden que Arzallus calificaba al español como ‘la lengua de Franco’. Un ejemplo más de idiotez, envuelta en papel de odio. ¿Cómo dialogar, seriamente, con este personal?

Pero la apelación a los sentimientos es de una sola vía. Los nacionalistas no permiten que los ciudadanos que no se sienten nacionalistas, puedan apelar a sus propios sentimientos para rechazar las leyes coactivo-lingüísticas de los ‘territorios comanches’. Sólo tendrían derecho a quejarse ellos. Dicen que se les impone la bandera española, la lengua española, etcétera. ¡Cómo sufren! Pero ninguna sociedad puede sostenerse con base en los sentimientos. Por eso los nacionalistas son tan destructivos para la convivencia. Yo no puedo decirle al policía fronterizo, que me pide el pasaporte, que ‘me siento australiano’. No le interesa lo que siento. Pero los nacionalistas utilizan una ‘lógica’ perversa. ‘Hoy me quejo más que ayer, y menos que mañana’. Es decir, victimismo chantajista que no ha sido frenado con el rigor y la firmeza exigibles. Y en eso estamos, en los ‘paños calientes’ y su falsa aureola de prudencia.

Hay, además, una mentira habitual. Hablar de los catalanes y vascos (territorios ‘comanches’ por excelencia) como si se tratara de una unidad, como si todos los catalanes fueran como Carod-Rovira. Como si fueran una tribu. Pero es falso, a pesar de su obsesión identitaria. Tan es así, que no tratan de compatibilizar el castellano, lengua oficial del Estado, con el catalán, por ejemplo. Nada de esto. Lo que hacen, y llevan ya tiempo en ello, es excluir el castellano de la vida pública e, incluso, económica. Pregunten a los padres y la imposibilidad de que sus hijos aprendan en castellano. Sus parecidos con el franquismo son llamativos. Pero, al menos, los franquistas no eran demócratas. Y los nacionalistas presumen de serlo.

Y con esto llegamos a uno de los aspectos centrales, el de los derechos y libertades de los ciudadanos. Estos atropellos a la libertad que sufren, especialmente, los ciudadanos que no se sienten nacionalistas en los territorios ‘comanches’, son posibles porque hay una clase política que, en general, es pacata y tiene vuelo de gallina. Por eso se siente cómoda con proyectos provincianos. Decía Miguel Villalonga, ‘Hacen el teatro pequeño para parecer más grandes’. Quieren ser reyezuelos con boina. Y no ven, o no quieren ver, más allá de sus narices. Si Bill Clinton centró su campaña electoral de 1992 en arreglar o mejorar la economía, y le llevó a decir: ‘¡Es la economía, estúpidos!, aquí y ahora tenemos otra prioridad. A los ciudadanos y los políticos (los que sean recuperables) les recordaría, ¡Es la Nación, estúpidos!. La española, claro.

Pero muchos políticos pueden ser así porque la ciudadanía, o una buena parte de ella, está anestesiada. Panem et circenses. Pero la libertad no es un regalo, sino algo que debe conseguirse con el esfuerzo de cada día. Si tengo razón, y ojalá no la tenga, dudo que muchos entiendan las palabras de Don Quijote:

La libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra, ni el mar encubre; por la libertad, así como por la honra, se puede y se debe aventurar la vida’.

Sebastián Urbina.

PD. Dice el artículo 81.1 de nuestra Constitución: ‘Son leyes orgánicas las relativas al desarrollo de los derechos fundamentales y de las libertades públicas ...’. Como es sabido la reserva de ley se refiere a las materias que forman parte de las potestades exclusivas del legislador, según la Constitución. Esto excluye a los otros poderes estatales. Se suele distinguir entre Reserva Absoluta, en la que la ley ha de llevar, de forma completa, la regulación de la materia reservada en cuestión, y la Reserva Relativa, en que la ley se limita a establecer Principios y Criterios, dentro de los cuales, la materia reservada podrá ser establecida por una fuente secundaria.

No está de más recordar que Emilia Casas, Presidenta del Tribunal Constitucional y M. Jiménez de Parga (su predecesor en el cargo) tiene maneras muy diferentes de interpretar nuestra Constitución.



NOTA.

Aunque a muchos les disgusta por motivos políticos, es preferible llamar 'castellano' a un dialecto románico nacido en Castilla, en la Edad Media. Se expandió con los Reyes Católicos y gracias a Isabel, Nebrija elaboró la primera Gramática de la Lengua Castellana (1492). Es preferible llamar 'español' a una lengua que hablan más de 400 millones de personas en todo el mundo. También se puede considerar que 'castellano' y 'español' son sinónimos.


Por cierto, aunque el chino, por ejemplo, lo habla más gente, lo hace en un país. El español es el segundo idioma más hablado del mundo, internacionalmente hablando.

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