jueves, 30 de septiembre de 2010

LA IZQUIERDA IDIOTA.



Día 30/09/2010.


Una periodista simpatizante de las ideas socialistas, María Antonia Iglesias, afirmó ayer que ha habido «una campaña fascista contra los sindicatos». La vicepresidenta De la Vega acusó por su parte al PP de «perseguir a los sindicatos». Y Corbacho se felicitó por lo bien que se desarrollaba la jornada de huelga y proclamó la «normalidad».

Más o menos a la misma hora, todos los medios de comunicación, de izquierdas y de derechas, ofrecían las mismas imágenes de la huelga y parecidos titulares. Referidos a la violencia de los piquetes. Y a las numerosas acciones de coacción protagonizadas por los sindicatos. Con un balance de la huelga secreto por parte del Gobierno, solo quiso ofrecer las cifras de la huelga en la Administración del Estado, pero evidente para los ciudadanos que la siguieron a través de los medios y de su propia experiencia.

El limitado éxito de la huelga se produjo en buena medida bajo coacción. Y resulta que para el Gobierno y bastantes de los analistas que lo apoyan, lo que importa, lo grave, lo «fascista», incluso, es la denuncia de esa coacción, el rechazo de la violencia y la exigencia de un comportamiento pacífico de los sindicatos. Lo que demuestra lo lejos que nos hallamos aún de la normalización democrática de los sindicatos y de la propia izquierda que admite y legitima los métodos violentos.

Y lo que refleja también la dispar evolución de los extremismos en Europa. Mientras el extremismo de derechas, el fascismo, ha sido deslegitimado por la sociedad y por la propia derecha,

el extremismo de izquierdas, el comunismo y los métodos obreristas violentos, son admitidos por la izquierda. Actos de violencia como los de ayer que hubieran recibido una condena unánime si llegan a proceder de la extrema derecha, fueron, sin embargo, ignorados, excusados o apoyados por la izquierda y el Gobierno. Por ser extremismo del «bueno». (Edurne Uriarte/ABC)
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LICENCIA PARA COACCIONAR.


¿Dónde estaban los Mossos d'Esquadra cuando los huelguistas y/o antisistema arrasaron con todo lo que encontraron a su paso por los barrios de Gràcia y Sants? Esta es la pregunta que ayer se hacían muchos comerciantes que acudieron a sus establecimientos con intención de ignorar una huelga a su juicio inoportuna —«En plena crisis no quiero perder dinero», decía el dueño de una zapatería de la calle de Sants»— y convertir el 29-S en un día cualquiera.

Pero para muchos no lo fue porque, debido a los insultos y las coacciones de los piquetes, numerosos «botiguers» pasaron la mañana subiendo y bajando la persiana, temerosos de que los radicales destrozaran sus tiendas. De hecho, algunas de ellas amanecieron selladas con silicona y, posteriormente, fueron objeto de pintadas, mientras que las motos que estaban aparcadas eran volcadas al paso de los vándalos, que colocaron contenedores en medio de la calzada a modo de barricadas. Y así hasta llegar a la plaza de Cataluña, donde coincidieron todas las comitivas huelguistas.

¿Dónde estaban los Mossos?, seguían preguntándose los transeúntes. Pues dando la callada por respuesta a esas coacciones ya que, dirigidos por el confeso antisistema Joan Saura, intentaban supuestamente evitar males mayores si atajaban estos actos de vandalismo. No es la primera vez que esto ocurre, según han denunciado en diversas ocasiones sindicatos de la policía autonómica, pues los agentes tienen la consigna de tolerar determinadas actitudes, sobre todo con los «okupas». Una especie de peaje que los Mossos pagan por lograr la pacificación del colectivo. No es gratuito que el consejero de Interior de la Generalitat lidere un partido, ICV, que apoyaba el paro general de forma muy activa. Tanto que David Companyon, director de Comunicación y Relaciones Externas del Incasòl y consejero de d'ICV-EUiA en el Distrito municipal de Gràcia, actuó como piquete.

El «éxito» de la violencia

Pero es que el propio Saura, máximo responsable de la seguridad ciudadana, también parecía estar de huelga, porque no dijo esta boca es mía ante los incidentes, aunque fuentes de Interior aseguraron que el ecosocialista siguió los acontecimientos desde el centro de coordinación de la calle Bolivia. Pero los altercados habían comenzaron el día anterior. La planta de impresión de este periódico, en el área metropolitana de Barcelona, fue atacada por un centenar de individuos que impidieron el acceso de la furgonetas de reparto desde las ocho de la tarde del martes, sin que la policía autonómica actuara.

Porque el «éxito» de la huelga proclamado por los sindicatos se debió precisamente a esos episodios de violencia, no a la voluntad de los ciudadanos. Los almacenes El Corte Inglés, objeto de ataques radicales en el pasado por no rotular en catalán, se convirtieron en víctima propiciatoria de los ataques.

Hubo que esperar a que las bandas de piquetistas que recorrieran la ciudad confluyeran al mediodía en la plaza de Catalunya y coincidieran con los «okupas» que, desde hace días, habían convertido la ex sede de Banesto en su cuartel general, para que los mandos policiales se tomaran en serio las acciones de los radicales. Estos quemaron un vehículo de la Guardia Urbana y amagaron con dirigirse en tono amenazador a la sede de la Consejería de Trabajo, donde su titular, Mar Serna, se disponía a hacer el primer balance oficial de la huelga. Fue la única aparición pública de un cargo socialista porque, pese a que el PSC no secundaba el paro, sus dirigentes tampoco hicieron acto de presencia, pese a sus responsabilidades gubernamentales.

Envalentonados con la pasividad policial practicada hasta ese momento, los violentos atacaron a los efectivos de la policía autonómica, lo que dio lugar a una auténtica batalla campal. El resultado: 19 personas identificadas y un detenido. (ABC Cataluña)


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