EL 'BISCÚTER' DEL NACIONALISMO.
Quién nos iba a decir que en la era de la globalización y de las economías abiertas veríamos florecer las viejas y decrépitas ideas autárquicas. Pues eso, justamente, ocurre en España, y no a escala nacional, sino regional, que tiene más guasa. Ahí tenemos al nacionalismo catalán, que nunca se ha ido del Nosaltres sols!, pero ha vuelto a él con bríos renovados. De momento, para empezar a hablar, se contenta con acceder a los mismos privilegios fiscales que el País Vasco.
A fin de calentar el ambiente, Mas les ha dicho a los catalanes que se ahorrarían el trago de los recortes si Cataluña disfrutara de un sistema de financiación como el de Vascongadas. Será, señor Mas, si Cataluña se beneficiara del mismo engaño contable. Porque todo el secreto de las ventajas del cupo está en el fraude.
A ese club Alí Baba, consentido por los Gobierno centrales, desea unirse el nacionalismo catalán bajo el popular lema de que "España nos roba". Esas consignas siempre tienen su público, porque nada subleva tanto como la sospecha de que uno apoquina más que el vecino. Pero no es verdad. Tal como señala Jesús Royo en La Voz de Barcelona, Cataluña no paga: no es sujeto fiscal; y los catalanes pagan igual que los andaluces, los gallegos y los riojanos: en función de su renta, de acuerdo a la misma fórmula.
La vena autárquica late en esas nociones, asombrosamente extendidas, de que los impuestos o el ahorro de un lugar deben quedarse allí mismo. Y esta creencia o superstición no sólo es alentada por los nacionalistas. Bajo el principio de que el ahorro gallego tenía que permanecer en Galicia se forzó la fusión de las cajas autóctonas con los resultados conocidos. Pero, sin duda, es el nacionalismo auténtico el gran valedor del ensimismamiento, también en lo económico.
Sus pautas, quién lo iba a decir, son las del franquismo genuino, el de antes de los tecnócratas del Opus, el que dio la España de la escasez, el Biscúter y el gasógeno. Tanto presumir de modernidad para esto.
(Cristina Losada/ld)
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