TONTOS DEL
CULO.
Internacional
Cristina Kirchner destroza una estatua de Colón que estaba dentro de la Rosada.
. No contenta con esto,
ha cambiado el nombre del Salón Cristóbal Colón y lo ha rebautizado como Salón
de los Pueblos Originarios.
(ABC)
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CABALLO LOCO.
Resulta
que Harvey White Woman, descendiente del legendario Crazy Horse (Caballo Loco)
ha protestado porque en una cadena de televisión se mostraba una sala de
fiestas con éste nombre, en la que bailaban mujeres desnudas con tocado de
plumas. Ella y su familia se sienten ofendidas por lo que consideran una falta
de respeto a su cultura y sus venerables dirigentes.
Estoy
de acuerdo en que no se debe faltar al respeto a las personas, tengan el color
y el sexo que tengan. El problema es si tener una sala de fiestas con tal
nombre y señoritas de buen ver, in puribus, y con tocado de plumas, es
una falta de respeto. ¿Qué es faltar al respeto? ¿Hasta dónde puede llegar la
libertad de crítica y, en este caso, la libertad de realizar actividades
económicas? ¿Basta que alguien se sienta ofendido para que se le haya faltado
al respeto? ¿Y si es un histérico?
¿Diría
algo Harvey White Woman y el rojerío militante si alguien abriera una sala de
fiestas con el nombre de ‘Colón, el Mamón Viajero’? Por supuesto que no. Sería
‘diver’. Esta cretinez se debe, entre
otras cosas, a una cultureta vinculada al victimismo y a la queja. Dice R. Hughes:
‘Desde que nuestra recién descubierta sensibilidad decreta que los únicos
héroes posibles son las víctimas, el varón blanco americano empieza también a
reclamar su status de víctima. De ahí el éxito de esas terapias de culto que
nos explican que todos somos víctimas de nuestros padres... y si creemos que no
ha sido así, ello se debe únicamente a que hemos reprimido nuestra memoria y,
por lo tanto, necesitamos con más urgencia que nadie el último libro de alguno
de esos majaderos’.
Querido
ciudadano que todavía me lees, también los hay en las Universidades, pero esto
merecería un artículo específico. Así pues, estamos instalados en la cultureta
del victimismo y de la queja. Nunca soy culpable, siempre soy víctima. Si
suspendo, soy la víctima y el culpable es el profesor; si le abro la cabeza al
vecino con el atizador, soy la víctima y el culpable es mi padre autoritario, y
así. ¿A qué lugar nos conduce esta ñoñería? A seres incapaces de afrontar las
dificultades de la vida. A la búsqueda de soluciones mágicas: el mundo feliz de
Huxley, la sociedad sin clases de Marx, en la que no hay contradicciones, o
cualquier otra utopía fuerte que nos prometa, gratis, la felicidad completa. O
una raya, o un chute o cualquier escapatoria.
¿Nos
lo creemos? Claro que sí. La estupidez es más contagiosa que los virus
informáticos. Uno de mis sociólogos preferidos, J. Elster, dice:
‘Supongamos que inicialmente la evidencia no apoya la creencia que yo deseo que
sea cierta. Entonces procedo a reunir más pruebas ajustando y actualizando mis
creencias a medida que avanzo. Si en algún punto la suma total de las pruebas
reunidas hasta este momento apoya mi creencia preferida, me detengo’. O sea, la
capacidad de autoengaño es de gran importancia en los asuntos humanos. Si,
además, uno está acostumbrado al ¡mamá
me mima!, entonces el autoengaño y la debilidad de la voluntad son el
motorcito de mi vida.
Hay
otra fuente, entre otras, de la que mana esta liviandad frivolona que nos
invade y que nos hace pedir perdón, entre otras cosas, a la familia de Caballo
Loco, Nube Roja y a cualquiera que nos exija reparaciones por pasados agravios,
reales o imaginarios. Que siempre los hay, y muchos, porque somos la peste
blanca. Dice P. Bruckner: ‘Para que el Tercer Mundo fuera inocente, era
necesario que Occidente fuera absolutamente culpable, transformado en enemigo
del género humano. Y a algunos occidentales, sobre todo en la izquierda, les
gustaba flagelarse, experimentando un goce particular describiéndose como los
peores’.
Y
es que el rojerío militante odia a Occidente, la democracia (llamada burguesa o
formal) y la economía de mercado. Una vez que cayó el muro de Berlín hay tan
pocas propuestas positivas por parte de la llamada izquierda, que casi todo su
discurso es negativo: odio a Occidente y a sus instituciones. En nuestro
entorno sería: ‘Todos contra el PP’, que es la derecha ‘pura y dura’. O fachas.
Expresiones que muestran las altas cotas de pensamiento conceptual alcanzado.
Más les valdría leer a un marxista analítico, como Elster, para no hacer tanto
el ridículo.¡Qué tropa!
Claro es que dentro del amplio y vago término
‘izquierda’ caben muy diversos tipos de personas. De ahí que utilice
expresiones como ‘rojerío militante’ y otras, para distinguir a los
revanchistas de tópico y pancarta, de las personas respetables. Lo he dicho
pero me repetiré: Nicolás Redondo, Gotzone Mora, Maite Pagazaurtundúa, Rosa Díez y miles y miles más.
Un
ejemplo final de la hipocresía y estolidez de la gente políticamente correcta.
El futbolista Eto’o dijo, en unas tontas declaraciones recogidas por la prensa:
‘El tenis es para que lo jueguen los blancos, no los negros’. Esto es una
bobada, pero no es lo que ahora me interesa.
Lo que me interesa es lo que habría sucedido si un futbolista blanco,
preferentemente del Real Madrid (que son centralistas españolistas, como todo
el mundo sabe) hubiera dicho: ‘El tenis (o el mus, da igual) es para que lo
jueguen los negros, no los blancos’. Imagino masas retroprogres enfurecidas,
portando pancartas creativas: ‘No
pasarán’, ‘Vosotros fascistas sois
los terroristas’, y otros profundos pensamientos de la revolución
pendiente, que me agota recordar.
PD.
Dijo G. Orwell: ‘El lenguaje político- y con variaciones esto es verdad
para todos los partidos políticos, desde los conservadores hasta los
anarquistas- está pensado para hacer que las mentiras suenen a verdades y el
asesinato parezca respetable, y para dar una apariencia de solidez a lo que no
la tiene’.
Algunos jamás lo entenderán. Llevan implantes
de gafas unidireccionales.
Sebastián Urbina.
3 comentarios:
Lo peor Sebastián es que estamos en el Titanic y estos tíos hacen agujeros en el casco.
Me temo que sí, pero algo habrá que hacer ...
Otra que quiere cambiar la Historia. (Como Zapatero).
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