viernes, 29 de agosto de 2014

LA ESPERANZA DE CATALUÑA













 LA ESPERANZA DE CATALUÑA.
 

Afortunadamente, en Cataluña hay gentes de un gran valor. No solamente como escritores y creadores de opinión sino, además, como ciudadanos libres y responsables. Conocedores de lo que se juegan los catalanes e, indirectamente, sus compatriotas, los españoles.


No se han rendido al nacionalismo, que era lo más fácil. Ni se han escondido en su silencio para evitar problemas. Por el contrario, mantienen viva la llama de la libertad, el pluralismo y la tolerancia, en un ambiente hostil. 

Son, entre muchos otros, la esperanza de Cataluña. 



EL ODIO SEMBRADO.

La primera tarea del gobernante es procurar la concordia de los ciudadanos. Dicho como nos gusta: facilitar que la gente se quiera. El nacionalismo catalán hace todo lo contrario desde hace 35. Hablando en nombre de toda Cataluña, su objetivo es cambiar la identidad de los catalanes por una ideología. Los catalanes que se resisten “no son catalanes”, como dijo hace poco la “historiadora” Anna Tarrés, copiando las consignas de la caudilla de la ANC, Carme Forcadell, y las ideas del Comissari Toni Soler.

“Los ciudadanos que viven en Cataluña han visto como paulatinamente se han ido dañando sus relaciones de amistad, de familia, de pareja, de trabajo, por culpa de este incierto viaje hacia una Arcadia imposible que llaman “la nación catalana”, sin respeto alguno hacia la legalidad vigente. (…)

 Los ciudadanos catalanes corremos el riesgo de sufrir la violencia hija de este odio profundo que poco a poco ha ido invadiendo nuestra sociedad. Todos aquellos que han sido adoctrinados mediante la escuela, la propaganda y los medios de comunicación, sufrirán una gran frustración cuando su viaje programado no les lleve a ninguna parte. Y su respuesta puede ser muy violenta, pues responderá a la frustración de haber perdido un falso devenir colectivo que artificialmente se les ha implantado en su interior”

Guix analiza los métodos del nacionalismo para imponer el “consentimiento” ideológico a la sociedad. No se lo pierdan. Todo se entiende mejor después de leerlo.
 (Dolca Cataluña)



LA CAÍDA DEL SEPARATISMO.

Pau Guix lleva unos meses compartiendo en el imprescindible Crónica Global una precisa disección del nacionalismo catalán. En su último análisis sostiene que Cataluña lleva 35 años gobernada por una oligarquía que “sólo ha buscado dos cosas: 1) satisfacer totalitariamente su concepto excluyente y xenófobo de “país” a costa del conjunto diverso de sensibilidades que conforman Cataluña (…) y 2) llenar sus propios bolsillos”.

Esta oligarquía está por encima de la ley, como se ve con lo de Can Vies: “no es un movimiento anárquico, es decir, asistema, sino un movimiento antisistema, es decir, de lucha violenta, gratuita y nihilista sin voluntad de construcción social de ningún tipo. (…) ¿Quiénes son ellos, el señor Trias y el señor Mas, para exigir legítimamente a aquellos que se amparan en el anonimato de las capuchas, los pañuelos y la violenta y destructiva guerrilla urbana, con desprecio absoluto del Estado de Derecho, que cumplan la ley si ellos son los primeros en no acatarla y en hacer inconsciente proselitismo de ello?”

La oligarquía nacionalista “promete al pueblo utopías que nunca podrá darle, hipotecándonos económicamente para las tres próximas generaciones en esta fútil búsqueda de una inexistente Arcadia arropada en el trapo estelado“. 

Pero Guix es optimista: cree que en Cataluña acabará pasando lo que cuenta Poe en La máscara de la muerte roja: la realidad, la sensatez y la legalidad entrarán en los pútridos salones del separatismo como el necesario aire renovador que se cuela por las rendijas de una puerta o ventana aun estando sellada; y uno tras otro caerán en el olvido esos convidados que ahora pueblan y expolian las neciamente identitarias salas del nacionalismo secesionista, manchadas de odio y de sinrazón.”

Pero esto no ocurrirá sin el concurso de los catalanes libres de nacionalismo: “los ciudadanos nos tenemos que hacer oír y no debemos bajo ningún pretexto ni aceptar este desgobierno ni encerrarnos en casa o en la abadía fortificada a esperar que pase la pestilencia, omitiendo nuestras responsabilidades cívicas”

Una de las primeras: votar. Se entiende que no en una “consulta” ilegal y orquestada por juez y parte, sino cuando lo dice la ley. A nosotros se nos ocurre otra forma: apoyando a movimientos como Societat Civil Catalana o Somatemps. Si esperamos la salvación de los políticos vamos apañados.

Lean despacio el artículo de Guix. Es aire fresco.

(Dolca Cataluña)

2 comentarios:

Arcoiris dijo...

Se supone que no hay nada más normal y democrático que votar. Es lo que sostienen los partidarios del 9N cuando proclaman eso de que en un país normal, lo normal es votar. Pero yo me pregunto: ¿son realmente libres esos ciudadanos que acuden a las urnas inficionados desde la edad escolar con una única doctrina, la sola que se difunde desde las televisiones locales, la exclusiva de los medios escritos? ¿Tienen muchas más opciones que la oficial y prácticamente exclusiva? ¿Puede negarse que esos ciudadanos piensan de prestado? ¿Hay juego democrático en esas tales circunstancias? ¿Qué otra cosa pueden hacer los votantes sino pronunciarse por los partidos que representan las recomendaciones subconscientes oficiales? Eso o la abstención, que ha sido siempre, aquí, la candidatura ganadora en todas las convocatorias, la opción, por lo demás, inútil, estéril, yerma.
P.D.: ¿Tienen esas políticas algo que reprochar al franquismo u otros autoritarismos?

Sebastián Urbina dijo...

Estoy de acuerdo: no hay juego democrático.

Pero hay que superar el miedo y la conveniencia personal de evitar líos, o participar en el rebaño.