(En la foto, una imagen del Oasis.)
En
castellano, por favor.
Se presentan como víctimas quienes actúan como
verdugos. A
menudo nos quejamos del abuso. Ni siquiera acertamos a calibrar sus
dimensiones. Es una tragedia.
No sólo que unos catalanes disfruten en exclusiva de lo que nos pertenece a todos. Es una tragedia porque la mayoría de la población contempla el saqueo como una fatalidad, como si hubiera alguna razón inevitable que les diera derecho al abuso. Y quienes lo llevan a cabo se ven a sí mismos con derecho moral a disfrutarlo. Una perversión, extraña patología del espíritu. Se presentan como víctimas quienes actúan como verdugos.
Me es difícil imaginar hoy en Cataluña a la joven costurera de Alabama, Rosa Parks, violentada por el comisario lingüístico de turno por haberse atrevido a sentarse en los asientos del autobús reservados en exclusiva para los catalanohablantes. Y sin embargo hoy en TV3, en Catalunya Ràdio y en cada uno de los tentáculos públicos y privados subvencionados de la Corporació Catalana de Mitjans Audiovisuals (CCMA), pasa todos los días. Mejor dicho, no pasa, porque las disposiciones normativas escritas y no escritas impiden que cualquier ciudadano que tenga a bien expresarse en castellano quede excluido de cualquier asiento en cualquiera de esos medios. Ni siquiera como invitado esporádico a una tertulia.
No es una temeridad. Hoy sostener el tipo en castellano en cualquiera de esos medios es una necesidad moral, un acto de dignidad, un espejo dónde defender la libertad de todos cuantos son despreciados a diario por hacerlo. Pura pedagogía, un acto de necesidad y una lección de tolerancia. Quien crea, o suponga; o peor, quien se haya tragado que esa actitud sería un ultraje a la lengua catalana habría de reflexionar qué le ha llevado a considerar que el derecho constitucional a utilizar su lengua es un agravio para otros.
Ha pasado el tiempo en el que aceptamos reclinar nuestros derechos castellanohablantes para normalizar los de la lengua catalana. Sobró buena fe y faltó un pacto de reciprocidad.
Lo que se vendió como normalización se convirtió con el paso del tiempo en pura exclusión de la lengua castellana, es decir, en la exclusión de los derechos lingüísticos de la mitad de los ciudadanos de Cataluña. Hoy podemos asegurar sin duda alguna que el nacional-catalanismo pretende convertir la lengua catalana en la única institucional y excluir la lengua común de todos los españoles en cuantos espacios sociales sea posible.
El derecho
constitucional a utilizar su lengua es un agravio para otros.
Por ello, hoy, los representantes políticos que llevan en sus programas la defensa de los derechos lingüísticos de todos, han de ser consecuentes. Amoldarse a las atmósferas lingüísticas de los nacionalistas, sean institucionales o mediáticas es un error. Los ciudadanos necesitamos vernos representados, y hoy, quienes consideramos que el nacionalismo está practicando el apartheid lingüístico en Cataluña necesitamos que nuestros representantes lo denuncien con argumentos y lo cuestiones con la lengua de Cervantes en aquellos escenarios que implícita o explícitamente está excluida.
Como Rosa Parks, que un buen día decidió sentarse en los asientos reservados a los blancos. Su humilde acción acabó arrastrando a toda una nación a acabar definitivamente con la discriminación racial. Porque, no lo olviden, cada vez que en Cataluña un niño no puede estudiar en la lengua deseada es tratado como un ciudadano de segunda, como un negro en la Norteamérica de Rosa Parks; cuando un medio público criba a sus profesionales por la mayor o menor cercanía a la Cataluña secesionista y por la lengua que hablan, están actuando con una superioridad cultural muy cercana al racismo cultural. Podrán escandalizarse, acusarnos de enemigos del catalán, de Cataluña y de la muerte de Manolete, pero nunca podrán ocultar que hoy en Cataluña unos catalanes dominan los medios a lomos de la lengua propia y otros los sufren por nacer con el pecado original de la impropia. Ni una ni otra existen, pero es el relato con que los nuevos falangistas vestidos de amarillo y lengua catalana, justifican el abuso en los medios de todos.
No es de recibo que
unos catalanes utilicen la supuesta debilidad de una lengua para excluir de
derechos a catalanes de otra.
Ha pasado el tiempo de flagelarse por tener la inmensa suerte de compartir una lengua con 500 millones de personas repartidas por los cinco continentes. Ha pasado el tiempo de cargar con la responsabilidad de los reveses legales sufridos por la lengua catalana. Como si alguno de nosotros hubiera tenido culpa alguna de las políticas excluyentes de la dictadura. Ha pasado el tiempo de tragarse el cuento de la desaparición del catalán. No es de recibo que unos catalanes utilicen la supuesta debilidad de una lengua para excluir de derechos a catalanes de otra. No puede ser que la defensa de la lengua por parte de unos sea legítima, y la de los otros, una agresión. El cuento es demasiado descarado.
Quien quiera imponer una lengua en exclusiva que cargue con el estigma fascista que conlleva y deje de ampararse en banderas, naciones o ecologías lingüísticas. La broma empieza a ser insoportable para mentes libres y dignas.
Lo que aquí sostengo, lo dijo cien mil veces mejor Joan Manuel Serrat con un acto de valentía en 1968. En pleno franquismo. Elegido para representar a España en el festival de Eurovisión, se negó a hacerlo si no lo hacía en catalán. Para Massiel, que finalmente le sustituyó, fue el triunfo, para Joan Manuel la gloria de haber dejado al régimen con el culo al aire. La dignidad no se compra, y en aquel momento, los derechos de los catalanohablantes merecían un acto decidido como aquel.
(Antonio Robles/Crónica Global)
2 comentarios:
Las comparaciones sincrónicas no tienen sentido en cuanto a lenguas se refiere. Por otro lado lo que es anormal es lo que pretenden con el catalán, Cataluña nunca ha sido un estado, ni una nación política, si ha formado parte del imperio español, como parte de su nación, del que ha disfrutado, ampliando su mercado y construyendo junto a los demás la nación política a la que pertenecemos. Ni por historia, ni por geografía, ni por la época en la que vivimos es normal que en el territorio español-catalán sólo tenga presencia el catalán. Es patético el chiringuito que se han montado a costa de la lengua vernácula y la falsificación de todo. Sus protagonistas odian Cataluña, no les interesa su verdadera historia, ni tener un enfoque amplio, sólo les interesa mantener su chiringuito. De paso creando inestabilidad en la zona, cosa que a ningún español nos conviene, incluidos los catalanes claro. Si pretenden que esto sea como los Balcanes es que son peores de lo que parece.
¿Y Mallorca? muchos fariseos mallorquines sólo rotulan en catalán e inglés/alemán, por eso del turismo. ¿Creen acaso que ya no necesitan a nadie? El español les sobra, lo miran con desprecio ahora que tienen cuatro duros. ¿Dónde tienen los hoteleros mallorquines el groso del negocio? ¿Por qué? pero parece que prefieren ser sólo de Europa, Pues Europa no es un estado, es un conjunto de Estados, algunos más poderosos que otros. Aquí parece que con los hoteleros está todo el mundo salvado, pero a lo mejor, ya que estamos en la Unión Europea, el alemán, el inglés y con ellos ciudadanos de estas nacionalidades, sobre todo alemanes e ingleses harían mucho bien si fueran ellos los que ocuparan los puestos de docentes, al menos los isleños tendrían más ventajas y los caraduras catalanistas se podrían ir a montar puestos en la plaça. ¿No se vive aquí de que estas gentes vengan a veranear e incluso a instalarse? Mallorca no puede tener una enseñanza pública para la época de la "possessió". Nos comunicaremos con ellos todos, no sólo unos cuantos y así lo del español sobrará, a lo mejor el catalán también, no sé, pero que sepan bien de qué viven y quién financia estos chiringuitos.
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