lunes, 1 de diciembre de 2008

POBREZA.

DATOS DE LA ENCUESTA DE CONDICIONES DE VIDA 2007

El 16% de los baleares es pobre

  • En el resto de España una de cada cinco personas viven en el umbral de la pobreza
  • La renta media por hogar en Baleares durante 2006 alcanzó los 26.837 euros
Imagen de un mendigo pidiendo limosna en Palma. (Foto: Pep Vicens)

Imagen de un mendigo pidiendo limosna en Palma. (Foto: Pep Vicens)

Actualizado viernes 28/11/2008 16:12 (CET)
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HUGO SÁENZ

PALMA.- En plena crisis económica mundial y con un aluvión de informes económicos negativos un día sí y otro también, hoy el Instituto Nacional de Estadística ha difundido los datos relativos a la Encuesta de Condiciones de Vida de 2007, que no hacen sino echar más leña al fuego.

Según este informe, uno de cada seis ciudadanos de Baleares vive por debajo del umbral de la pobreza, o lo que es lo mismo, el 16% de la población de las Islas no tiene acceso a un nivel de calidad de vida medio. En el resto del país el dato es aún más preocupante ya que alcanza el 19,1%.

El archipiélago ha experimentado un incremento espectacular en cuanto a número de 'pobres' entre sus habitantes, ya que en 2006 la cifra de personas sin recursos era del 11,5% y en tan solo un año se ha pasado al 16%, lo que supone un aumento del 39,1%, según los datos de la Encuesta de Condiciones de Vida 2007 hechos públicos este viernes.

Los datos de esta encuesta reflejan también que la renta media por hogar en Baleares durante el año 2006 alcanzó los 26.837 euros, casi un 10% por encima de la media nacional, que se situó en 24.525 euros.

La Encuesta de Condiciones de Vida (ECV) pertenece al conjunto de operaciones estadísticas armonizadas para los países de la Unión Europea. La realización de la ECV permite poner a disposición de la Comisión Europea un instrumento estadístico para el estudio de la pobreza y desigualdad, el seguimiento de la cohesión social en el territorio de su ámbito, el estudio de las necesidades de la población y del impacto de las políticas sociales y económicas sobre los hogares y las personas, así como para el diseño de nuevas políticas.

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El problema de la pobreza es difícil de analizar. No sólo tiene las dificultades propias de analizar cualquier concepto sino que se añade un plus de dificultad. Este plus se deriva de la emoción que provoca. La pobreza, la riqueza, la religión, el poder, y similares son cuestiones más difíciles de analizar con objetividad que otras más neutras. Nos involucramos demasiado y solemos tener más dificultades para tomar distancia frente a la cuestión estudiada.

Deberíamos saber distinguir, por ejemplo, entre una buena persona y un buen analista. Pueden coincidir pero no es necesario que sea así. Una buena persona puede dedicar horas de su tiempo, o incluso su vida, a la ayuda del llamado tercer mundo. En definitiva, ayudar a las personas pobres. A las más necesitadas, las que no alcanzan los baremos de pobreza establecidos por la ONU. Es decir, los que no alcanzan un dólar diario. Esta persona es admirable porque dedica su vida, en parte o totalmente, a la ayuda ajena. Es una forma de altruismo que genera admiración. En diversos grados, ya que no es lo mismo ayudar durante las vacaciones (que, por supuesto, merece nuestro aplauso) que irse a vivir con los desheredados de la tierra. Esto es heroico.

Pero una persona que no dedica ni un momento a la ayuda de los más pobres (supongamos que fuese posible no pagar impuestos si éstos van dirigidos fuera del país en que se vive) puede, sin embargo, hacer un correcto análisis de la situación que causa y mantiene la pobreza.

Digo esto porque es habitual suponer que la ayuda del 0'7, incumplido por la mayoría de países, solucionaría, o casi, el problema de la pobreza. O sea, si fuésemos un poco más generosos. Nosotros, que tenemos problemas con el colesterol. Sin embargo, y a pesar de que las buenas personas siempre son beneficiosas para la humanidad, pueden ir en la dirección equivocada.

Lo he comentado en alguna ocasión. Conocidos economistas, entre ellos, Xavier Sala, han mostrado que la típica ayuda contra la pobreza no es el mejor medio para terminar con ella. Al contrario, las medidas más eficaces pasan por aplicar reformas económicas liberales. Reformas que pueden hacer países pobres porque son baratas. Por ejemplo, igualdad jurídica entre hombres y mujeres, no meter a la oposición política en la cárcel, libertad de prensa (con las limitaciones e imperfecciones que siempre habrá), escolarizar a niños y a niñas, no modificar frecuentemente las leyes, dar seguridad jurídica, etcétera.

Otro día hablaremos de la pobreza interna.

Sebastián Urbina.

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(LD. Tomado del libro de Guy Sorman, La economía no miente')

¿África es responsable de sus propios males? ¿O los africanos son víctimas de los demás? Sala i Martín se plantea estos dos interrogantes. Es innegable que en el origen de la pobreza existen responsabilidades locales: las guerras, el tribalismo y el saqueo de los recursos naturales son obra de los dirigentes africanos. Analicemos el caso de Nigeria, un buen ejemplo de país con abundancia de recursos, saqueado por sus dirigentes. Desde 1965 hasta 2000 el ingreso por habitante en Nigeria no ha crecido, mientras que el país ha acumulado 350.000 millones de dólares de ingresos petroleros. Esos ingresos fueron acaparados por el 2% de la población, que no tiene ningún interés en que se instaure un modelo económico más equitativo. Desde hace 30 años, los Estados africanos, con la única excepción de Botswana, han declarado la guerra a sus vecinos o a sus propios pueblos.
¿África víctima? África es también víctima, aunque no se trata sólo de eso. Sala i Martín culpa al proteccionismo europeo. Califica de "obscenas" las subvenciones agrícolas en Europa, Japón y Estados Unidos; esas subvenciones no sólo bloquean el comercio, sino que disuaden a los africanos de ser emprendedores. Pero, entre todos los errores cometidos por los africanos o los occidentales, el más desastroso sería el rechazo a percibir a los africanos como emprendedores potenciales.
Según Sala i Martín, los occidentales, en su afán por producir todo ellos mismos, no dejan ningún espacio a las empresas africanas. Con la ayuda lavamos nuestros pecados históricos, pero confinamos a los africanos a depender de ella. Y añade que la ayuda es necesariamente ineficaz porque obedece a una lógica inversa a la de la economía de mercado; en el mercado, el productor procura satisfacer a un consumidor, mientras que con la ayuda se trata de satisfacer al donante. ¿El objetivo inconfesable de la ayuda no sería hacer felices a la ONU, al Banco Mundial y a los mecenas?
En África las mejores intenciones conducen a los peores resultados. Analicemos el comercio justo, que en Europa goza de una excelente reputación; en nombre de la cooperación, ciertas organizaciones humanitarias o empresas occidentales adquieren productos africanos a cotizaciones superiores a las del mercado. ¿Cuál es el resultado constatado? Los productores africanos descubren la ganga y se precipitan hacia lo que el Norte busca; las consecuencias son sobreproducción, acumulación de stocks y hundimiento de los precios. Al final, el productor se arruina. Sala i Martín sostiene que la única ayuda legítima consiste en aportar soluciones médicas para erradicar la tuberculosis, la malaria y el SIDA, algo que los africanos no pueden lograr por su cuenta.
Sala i Martín lamenta que en África no se escuche a los economistas. O que no se escuche a los buenos economistas. Le irrita la repercusión que tiene en el público su colega de Columbia, Jeffrey Sachs, en campaña permanente para recaudar fondos destinados a África con el apoyo del cantante Bono. El argumento popularizado por Sachs en su libro El fin de la pobreza es que si la ayuda no contribuye al desarrollo es porque resulta insuficiente; si Estados Unidos aceptase cuadruplicar su ayuda y Europa duplicar la suya, África despegaría. Para dar prueba de ello, Sachs y sus seguidores financian pueblos modelo en África, que según denuncia Sala i Martín no son más que pueblos Potemkin, pero con sol. Sachs es recibido como una celebridad por los jefes de Estado africanos y los directivos de las grandes instituciones de ayuda occidental.
¿Buscaría la popularidad más que la verdad? Sala i Martín no se atreve a considerar esa posibilidad. Ingenuidad fingida: Columbia reclutó a Jeffrey Sachs tanto por su carisma como por la calidad de sus investigaciones. En la competencia a la que se entregan para atraer profesores, estudiantes y financiación, las universidades saben dosificar sus fichajes; además de investigadores rigurosos, fichan a otros que mantienen la atención de los medios de comunicación.
A la larga, Sala i Martín deposita sus esperanzas en los chinos. ¿En los chinos? Desde que las empresas chinas desembarcaron en África, los occidentales piensan que van a saquear las materias primas del continente. En lo inmediato, las cotizaciones aumentan, pero ese suplemento de recursos pocas veces beneficia a los pueblos. Sin embargo, la intervención china presenta otras características que podrían desencadenar un desarrollo más auténtico; los chinos se instalan como emprendedores, reclutan mano de obra local y producen en el lugar, a costos más bajos que en China. ¿Será el esbozo de una industrialización de África?
En los países pobres es frecuente que el espíritu de empresa proceda de minorías sin vinculación con las tradiciones y presiones locales. ¿Los chinos en África llegarán a ser el equivalente de lo que fueron los protestantes en Europa, los griegos en Turquía y los libaneses en Brasil? Mientras tanto, Sala i Martín reconoce una gran virtud a los chinos: sin mala conciencia, dirigen a África una mirada objetiva, identifican el mercado y los trabajadores, y razonan en términos de empresa y no de ayuda. Y eso es lo que necesitan los africanos; África convergerá si sigue el camino del crecimiento mediante la industrialización.
(...)
¿No es la hipocresía lo que impide la convergencia de África? Todos admiten que en las culturas africanas nada se opone al desarrollo; todos saben que la ayuda nunca podrá convertirse en el sustituto del desarrollo. Pero la cuestión de la industrialización de África no es prioritaria en los debates internacionales, aunque nada puede reemplazar a esa industrialización como motor del crecimiento. Junto con Sala i Martín, ¿habrá que contar con los chinos para la industrialización de África? El proyecto parece teórico, pero recordemos que hace 50 años nadie consideraba que los dragones de Asia, con Corea a la cabeza, llegarían a ser sociedades industriales.



4 comentarios:

Anónimo dijo...

Para combatir la pobreza, nada mejor que empezar por atacar y erradicar la corrupción de los políticos que es mucha, en Baleares sobretodo.
Cárcel y que devuelvan lo robado.

Anónimo dijo...

El caso de la pobreza de Africa creo que es culpa de los países desarrollados que la han expoliado de todo...
El caso del Txad, es sangrante, el país más pobre del mundo, pero no puede recibir un céntimo de ayuda, pues posee petróleo.
¿ Y quien se queda su petróleo? los americanos, etc.... que dejan a cambio: sida y mujeres embarazadas.

Anónimo dijo...

Y el talentoso ZP ha anunciado que va a aumentar el número de pobres, aumentando la tarifa de electricidad un 8% y el número de parados.

Anónimo dijo...

Qué le importará al gobierno el número de pobres: ellos viajan en coche oficial y se suben el salario todo lo que les apetece.