martes, 15 de diciembre de 2009

COMUNISMO Y TOTALITARISMO.






DESCONOCIMIENTO TOTAL DE LA REALIDAD"

Los comunistas creen que es un "sinsentido" que la RAE les defina como totalitarios

Poco han tardado los comunistas en responder a la posibilidad de que la RAE considere esta ideología como totalitaria. El PCE dice de que "nos movilizaremos" ante lo que es un "desconocimiento total de la realidad". Artistas de la "ceja" creen que "el marxismo no tiene por qué ser totalitario".


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COMUNISTAS DE HOY.

Paco Frutos, Presidente del PCE, ha declarado (5/11/2009/LD)

"No celebraré la caída del Muro de Berlín. Demagogias, las justas". ‘Cuatro farsantes celebran la caída del Muro’.

El presidente del Partido Comunista, que dentro de poco dejará su cargo, se pronunciaba así sobre el aniversario de la caída del Muro de Berlín. En una entrevista a El País, arremete contra el capitalismo, al que culpa del fracaso del "modelo novedoso" que suponía la URSS.

No muy lejos parece encontrarse Julio Anguita, antiguo secretario general de Izquierda Unida. En una entrevista (El Semanal Digital/11/11/2006) decía, entre otras cosas, lo siguiente:


Pregunta.
¿Qué es ser comunista hoy en día?

Respuesta.
Apostar por otra sociedad en la que se pase del reino de la necesidad al de la libertad. Para mí ser comunista hoy es trabajar continuamente para subvertir la actual sociedad con un horizonte, el cumplimiento de la solemne declaración de derechos humanos que incluye derechos sociales para los 6.300 millones de habitantes del planeta, y eso no lo resiste el sistema económico actual. Mi comunismo, aparte de ser una especie de nostalgia por una sociedad que todavía no es, es un imperativo a luchar continuamente por cambiar la actual. en eso soy absolutamente fiel a Marx'.


Primero.

Parece, porque Anguita no lo explica, que el paso a 'la libertad' tiene que ver con la ampliación de los derechos sociales a los 6.300 millones de habitantes del planeta. A este respecto, recordemos que, con relación a los derechos humanos, tenemos que distinguir:

Derechos de Primera Generación: se trata, al menos básicamente, de derechos frente al Estado. Si lo comparamos con los Estados Absolutistas supone un gran avance. Se centra en los derechos a la vida, la propiedad y la libertad. Pero frente a la visión individualista y economicista de estos derechos de Primera Generación, aparecen los Derechos de Segunda Generación. Se trata, al menos básicamente, de derechos de participación, de derechos de igualdad. ¿Cuál es su objetivo? Limitar la visión individualista y economicista de los anteriores derechos. Ejemplo, el derecho a las vacaciones, a la sanidad, a la educación, etcétera. Se trata de derechos que tratan de regular o limitar el mercado y dar ciertas prestaciones sociales que dicho mercado que no proporciona, necesariamente.

Derechos de Tercera Generación: Mientras que los primeros limitan la presencia del Estado permitiendo un marco de libertad individual, y los segundos exigen la presencia del Estado para conseguir ciertos derechos sociales que el mercado, por sí solo, no puede conseguir, los terceros tienen que ver con la responsable utilización de los recursos naturales, tratando de evitar daños irreparables para la humanidad, presente o futura. Cualquiera de las tres generaciones de derechos plantea problemas, pero este último es, probablemente, el más conflictivo ya que no basta con anunciar catástrofes ambiéntales para que estén científicamente acreditadas.

Bien ¿a qué se refiere Anguita? ¿Quiere decir que todos estos derechos sociales estarán mejor garantizados y materializados en una sociedad comunista? Los ejemplos históricos nos muestran lo contrario. La antigua Unión Soviética fracasó rotundamente. China está en claro proceso (que inició más o menos en 1978) de convertirse en una sociedad de mercado. En Corea del Norte se mueren de hambre, mientras su líder político produce armas nucleares. En Cuba, además de pobreza, hay presos de conciencia, o sea, desprecio por la libertad ajena.

Segundo.

Anguita dice que quiere 'subvertir' la sociedad actual y en otro momento que la quiere 'cambiar'. ¿Lo quiere hacer por medios pacíficos o violentos? Dado que afirma que es ‘absolutamente fiel’ a Marx, recordemos una cita suya:

'el arma de la crítica no puede sustituir a la crítica de las armas, la fuerza material debe ser derribada por la fuerza material, pero la teoría se convierte también en una fuerza material tan pronto como se adueña de las masas' (Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, 1884).

Es decir, aunque en Marx no haya una exaltación explícita de la violencia, parece claro que no desestima el uso de la misma para 'superar' a la sociedad capitalista.

Aunque no hay un sólo Marx (lo que sucede con todos los pensadores), creía que el dinero era una forma de alienación y que todas las relaciones económicas eran formas alienadas de intercambio. Es decir, formas degradadas. Pero la superación de la alienación humana no se conseguirá solamente por medio de la crítica filosófica. De ahí que la violencia sea un ingrediente de esta 'subversión' de la sociedad actual. Por supuesto, si se puede conseguir sin violencia, mucho mejor.

Ahora bien, los marxistas moderados (cambio sin violencia) son una especie de socialdemócratas que pretenden conseguir mejoras sociales en la propia sociedad de mercado. Es decir, con el modo de producción del enemigo. Por su parte, los marxistas radicales, creen que la 'verdadera libertad y la verdadera democracia' se consiguen solamente en una sociedad sin clases. Dado que el poder capitalista no se dejará 'subvertir' por las buenas, habrá que ir a las malas. O sea, violencia liberadora. Los marxistas radicales serían los auténticos, porque transmiten la buena nueva de la 'verdadera libertad', imposible de conseguir en una sociedad de mercado.

Tercero.

¿Como se consiguen estas maravillas de las que habla Anguita? O sea, libertad auténtica a precios razonables. En realidad, no la han conseguido nunca. Tomemos el ejemplo de China y La India. Especialmente a partir de los años ochenta, empezaron a tener crecimientos económicos espectaculares gracias al abandono de las políticas económicas socialistas y la aceptación de la economía de mercado. Por supuesto que hay pobres y que hay desigualdades, pero muchísimo menos que en el paraíso comunista. La realidad es que en ambos países ha aumentado la riqueza, hay menos pobres y el nivel medio de bienestar ha aumentado.

Es cierto, no han conseguido el paraíso comunista. Pero es que no existe. Una de las grandes mentiras de la izquierda, en general, y de los comunistas, en particular, es comparar países reales (las sociedades de mercado actuales) con paraísos ideales. Es obvio que siempre ganan ellos. La realidad siempre es peor que la idealidad. Para el que quiera corroborar este hecho puede leer, 'El libro negro del comunismo' , dirigido por Sthepane Courtois (CNRS).

Cuarto.

El colectivismo, en general, reprime el mérito, la propiedad privada y el triunfo personal, perjudicando gravemente las motivaciones de la gente para trabajar más y mejor. Vinculado al colectivismo está la eliminación de estímulos materiales y la pérdida de competitividad, que facilita el fracaso económico que todos conocemos.

Por otra parte, está la obsesión comunista por el control, lo que redunda en la eliminación o desvirtuación de las asociaciones civiles, propias de las sociedades democráticas. Y la eliminación de la libertad de los individuos, admirablemente expuesta en la película ‘La vida de los otros’.

A pesar de todo, si es usted un buen comunista, tienen que creer que todo esto representa la 'verdadera libertad y la verdadera democracia'. Pasaré por alto las declaraciones de Paco Frutos. Se califican por sí solas.

Últimas noticias. José Luis Centella, elegido nuevo Secretario General del PCE, en sustitución de Paco Frutos, ha dicho: ‘No tenemos que pedir perdón por nada’.

Noviembre 2009.

Sebastián Urbina.

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LA VIDA DE LOS OTROS.

Película escrita y dirigida por Florian Henckel (2006), protagonizada por Ulrich Muhe, Martien Gedeck, Sebastian Kock, Ulrich Tukur.

Nos cuenta una historia que transcurre en un paraíso comunista, en la Alemania del Este de 1984. El Estado socialista, como cualquier poder totalitario, quiere saberlo todo, absolutamente todo de la vida de los súbditos. Y en este mundo feliz, todo el mundo es sospechoso de algo. Y a todos vigila el Gran Hermano, con un amplísimo cuerpo de funcionarios adictos a la Verdad del Paraíso Socialista.

Pero no se espía a la gente por capricho. Nada de eso. Se hace por el bien de los propios súbditos. Los Policías de la Conciencia vigilan, incluso, a un famoso escritor, George Dreyman, que cree, ingenua y sinceramente, en el socialismo. Un hombre del régimen, que vive con una famosa actriz, Christa-María Sieland. También del régimen. Ambos leen periódicos occidentales, organizan fiestas con intelectuales y artistas, y se permiten ciertas libertades y críticas al poder establecido. Pero el ojo del amo no les pierde de vista. Sin embargo, ellos prefieren creer que están al margen. ¿Cómo van a ser vigilados? ¡Ellos!

Pero todos saben, cuando se miran al espejo, que cualquier cosa, de la más nimia a la más grave, depende de la voluntad de los altos funcionarios del sistema. De su voluntad, e incluso de su capricho. Porque una forma de mostrar la fuerza irresistible de un poder político es poner en evidencia que cualquier cosa, cualquier persona, puede ser destruida por la voluntad de los jefes. Nada ni nadie está a salvo de la maquinaria implacable del Estado socialista. La larga mano del poder puede llegar a todos los rincones, hasta los más íntimos y recónditos, como una silenciosa mancha de aceite.

Christa-María, la famosa actriz, acepta acostarse con el Ministro de Cultura porque irritar a los jerifaltes socialistas es enormemente peligroso. El Ministro dispone del cuerpo de la actriz como dispone del coche oficial. La desea y la tiene. Es otra muestra del poder irresistible, sólo comparable a los monarcas absolutos de finales de la Edad Media. Es la modernidad del socialismo realmente existente.

Christa sabe que, tanto su gran éxito artístico, como ella misma, podrían desvanecerse en cualquier momento. Sin dejar rastro. Bastaría con caer en desgracia. De ahí que se desnude ante el poder. De ahí la doble vida de Christa, engañando al hombre que ama. Destructiva y humillante situación que la empuja al infierno de la droga.

Y llega a convertirse en un deshecho humano, gracias al capricho de la nomenklatura. Christa cree que actúa como una puta, pero no lo es. La han forzado a actuar así los miembros de la brutal y sanguinaria Stasi, una cuadrilla de canallas sin alma. Christa, en caída libre hasta las cloacas, llega a delatar al hombre que ama para salvar su propia vida. Más tarde, se suicida.

Hay, en la película, un socialista decente, el capitán Gerd Wiesler. Precisamente por serlo, traiciona a sus camaradas. Lo paga caro. Por eso había tan poca gente decente entre los socialistas alemanes. Porque ser decente, en el oasis socialista, es una proeza, una auténtica heroicidad.

¿Cómo es posible tanta miseria moral, tanta barbarie? Porque hay gentes y sistemas políticos que son perfeccionistas sociales. Estos iluminados sin escrúpulos quieren una sociedad perfecta. Ya no pueden soportar por más tiempo la injusticia y la opresión (capitalistas, por supuesto) y se lanzan, sin miramientos, a la tarea de hacernos felices a todos. Aunque sea a la fuerza. Es decir, el paraíso comunista. El resultado es conocido. Fracaso total. Pobreza, sufrimiento, muerte y ausencia de libertad.

¿Aprenden la lección? ¿Piden excusas por las atrocidades cometidas? Nada de nada. Se trata, dicen ellos, de una incorrecta aplicación de la ''verdadera doctrina''. Lo volverán a intentar, si pueden, si les dejamos. Ya ven, algunos de ellos, con cargos políticos importantes, todavía admiran a Fidel Castro, un dictador. ¡Y lo dicen en público! Pero es un ''dictador bueno''. ''De izquierdas''.

Por cierto, Alemania Oriental (1984), tenía la segunda tasa de suicidios más alta de Europa. El número uno lo ostentaba otro paraíso comunista, Hungría. Es que vivir en un paraíso da mucho de sí.

Sebastián Urbina.

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