domingo, 13 de diciembre de 2009

EL TOPILLO BALEAR.










EL TOPILLO BALEAR.
Les hablaba el pasado domingo del topillo campesino y sus estragos. Y de cómo, en Castilla y León, el comprensible afán de reducir su número para tratar de salvar las cosechas había producido efectos indeseados en otras bestezuelas, e incluso en el más racional de los animales. Hoy, con su permiso, voy a seguir con el asunto. Pero ciñéndome a otra especie, la balear. Ya les advierto que no figura en las enciclopedias. Ni siquiera en Wikipedia, donde se supone que está casi todo. La razón es sencilla: a esa especie se la conoce por otro nombre.

En efecto, el topillo balear suele manifestarse bajo las siglas UM. O sea, Unió Mallorquina. Lo cual no significa que su radio de acción se limite a la mayor de las islas baleáricas. En absoluto. Ese topillo se encuentra, con otras siglas, en el conjunto de la Península y en ambos archipiélagos, aunque su población abunde sobre todo en las zonas donde el turismo ha dejado huella y, cómo no, daños colaterales. ¿Que por qué balear entonces, y no marbellí o canario o alicantino o catalán? Pues por una cuestión de precedencia y magnitud.

UM constituye, en el orden hispánico, la máxima expresión de un partido roedor. Si bien se mira, su modo de vida no dista mucho del que pueda tener el topillo campesino. Las galerías subterráneas, por ejemplo: allí donde el topillo vive agazapado, el uemita —esto es, el miembro de UM— esconde el botín. Por no hablar del sustento: lo que para el herbívoro son las cosechas, para el omnívoro es el erario público. Si lo tienen ahí, ¿por qué no van a zampárselo? Eso sí, no todo son similitudes. Así, mientras el roedor campestre siembra el mundo de crías, el roedor insular se muestra más comedido en la reproducción. No en vano sabe que cuantas menos porciones deban hacerse, más va a salir por cabeza.

Por supuesto, roedores los hay en todos los partidos. Véase el caso mismo de Baleares, donde, empezando por el PP y siguiendo por el PSOE, la corrupción alcanza a buena parte del arco parlamentario. Pero lo de UM es distinto. Aquí lo raro es encontrar a alguien que no lo sea. La función hace al órgano, y la gran mayoría de los topillos amamantados por Maria Antònia Munar, la presidenta de UM, no tienen otro objetivo en la vida que roer los bienes de la comunidad.

Ahora bien: no vaya a creerse, insisto, que el fenómeno es privativo de Mallorca. Nada más ilusorio. En realidad, es inherente al propio Estado de las Autonomías, sometido a una progresiva descapitalización por la erosión de toda clase de regionalismos. Y, aunque la eliminación de la plaga comporte algunos daños colaterales, algo habrá que hacer, supongo, si se aspira a salvar la cosecha.
(Xavier Pericay/ABC)

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