sábado, 19 de marzo de 2011

NO SON RADICALES, SON GENTUZA




NO SON RADICALES, SON GENTUZA.


Un millar de personas ha acudido hoy a la capilla de Somosaguas de la Universidad Complutense para participar en la misa de «desagravio» que se ha celebrado a partir de las 13,30 horas, después de que el pasado día 10 un numeroso grupo de jóvenes profanaran las instalaciones. Precisamente, cuatro de ellos -dos chicas y dos chicos- han sido detenidos hoy por aquellos hechos. Además, hoy también se ha conocido la profanación de otra capilla en Madrid, en este caso la de la iglesia de la Ascensión.

La misa en Somosaguas se ha celebrado bajo un fuerte dispositivo policial para tratar de evitar que se pudieran producir incidentes. Los periodistas no han podido acceder al interior ante lo reducido del espacio y la candidad de fieles que han querido estar presentes.

Amaya, estudiante de Políticas y Sociología, se encuentra, junto a otras compañeras, entre los asistentes. Como ella, profesores y empleados de la Universidad; estudiantes y sus familias, otras familias que querían unirse a la Eucaristía. Iba tan contenta cuando, cerca de su Facultad, un grupo de chicas de «Contrapoder», la organización estudiantil radical y de ultraizquierda que protagonizó la profanación, le gritaran «¡Payasa!» Amaya, que ya no podía aguantar más, se volvió y respondió: «¡Estoy orgullosa de lo que he hecho. Y defiendo el orgullo de ser cristiana!». Las provocadoras se vinieron abajo. Ahí quedó todo.

El campus de Somosaguas ha sido el escenario de una misa multitudinaria. A la una y media, puntual, daba comienzo la liturgia. En la capilla profanada no cabía ni un alfiler. Fuera, en la explanada de la facultad de Psicología, un millar de personas atendían, a duras penas, la misa que se retransmitía por megáfono. Había amenaza de que los chicos de «Contrapoder» boicotearan el acto. De hecho, se sabía que estaban preparando varias pancartas para lucirlas entre los asistentes a la misa.

El intento de los provocadores

Sí hubo provocación, pero se quedó en casi nada porque los encargados de la seguridad en el campus impidieron el más mínimo enganchón. Además, los accesos al campus estaban fuertemente vigilados por patrullas de la Policía Nacional. Dentro, entre los que asistían a la misa, agentes vestido de paisano para controlar cualquier conato de incidente.

Los provocadores, que ya informados de la detención de dos chicos y dos chicas por los incidentes de la capilla, no desistían en su empeño. «No queremos una misa aquí. Además, a mí no me han dejado aparcar mi coche», se lamentaba, sin éxito, una joven que se mostraba contraria a las capillas en las universidades. Juan Gómez, estudiante de Derecho en la Autónoma de Madrid, le daba la réplica: «Tus derechos acaban donde empiezan los míos. Soy católico. Lo más sagrado que tenemos es la fe y defender a Dios. Si no te gusta, nadie te obliga a estar aquí. Respétanos», le dijo sin inmutarse y con una elegancia digna de elogio.

La misa estuvo concelebrada por el obispo auxiliar de Madrid, César Franco; el delegado de Pastoral Universitaria, Feliciano Rodríguez, y por el capellán de la capilla profanada. El obispo Franco, en su homilía, recalcó que «la Universidad es un lugar propio para la reflexión y el diálogo», al tiempo que condenaba los «actos vandálicos» en el templo de Somosaguas que «no representan -aseguró- al conjunto de los estudiantes». (Maria Isabel Serrano/ABC)

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