(Estoy de acuerdo con el artículo que pueden leer, si quieren, pero hay dos discrepancias, que he subrayado (segundo y tercer subrayado) en el artículo al que aquí me refiero.
Primero, el supuesto agravio en las infraestructuras catalanas derivadas de una falta de atención del Estado, es falso. El autor del artíco así lo dice pero matiza que 'tal vez podría ser así en los dos o tres últimos años'. Pues no. Ni siquiera es así en los dos o tres últimos años. Basta ver las cifras oficiales que se han publicado en diversos artículos que hablan de esta queja catalana (victimismo patológico) completamente infundada. En los últimos diez años, la Comunidad catalana ha recibido inversiones estatales en infraestructuras, por encima de la media española.
Segundo, en el ajuste del Estado de Bienestar, Cataluña no puede dar muchas lecciones a la Comunidad de Madrid. Ni siquiera en la disminución el sueldo de los políticos.)
Sin perdón: Catalunya ya es la Grecia de España
Antes de que alguno se me tire a la yugular al
calor del encabezamiento de este post, les recomiendo una lectura
pausada del mismo. Como conocedor somero de la realidad catalana, mi
aproximación es intuitiva, basada más en hechos externos que en realidades
internas. Ya me perdonarán. Del mismo modo, buena parte de las analogías
‘nacionales’ entre Catalunya y Grecia encuentran su causa en fundamentos
radicalmente distintos, lo que no quita para que los efectos sean bastante
similares. No hay más intención que poner negro sobre blanco una deriva
objetivamente alarmante que participa de una serie de paralelismos
sorprendentes no se sabe aún si con la Cenicienta o la Madrastra de Europa.
Así, desde el punto de vista meramente
identitario, nos encontramos con una situación crítica en ambos ‘estados’,
financieramente hablando, hasta el punto de que tal realidad provoca que se
encuentren en la tesitura de poder salir de sus respectivos territorios
‘supranacionales’. En ambos casos, buena parte de la culpa se deriva de la
gestión de sus dirigentes, de los excesos cometidos en el pasado y de su falta
de capacidad para gobernar adecuadamente la actual coyuntura.
Es verdad que, en
el caso griego, las dudas son de sus socios comunitarios, cosa que no ocurre en
Catalunya, donde la iniciativa secesionista es propia. Pero no es menos cierto,
en este último caso, que el debate sólo se plantea cuando la asfixia financiera
local es palmaria, y no antes. A la nación por la presión de la pela o, mejor
dicho, de la falta de ella.
Ocurre, además, que la evolución política es
extraordinariamente similar, con unos procesos de fragmentación
parlamentaria que son el resultado de la pérdida de reconocimiento
ciudadano entre los partidos dominadores en los últimos años.
El desapego de
los votantes hacia lo que se entiende como una élite extractiva incapaz lleva a
la incorporación o consolidación en el arco legislativo de nuevas o ya señeras formaciones
de carácter extremista, cuyos votos se convierten, sin embargo, en
imprescindibles para la gobernabilidad dentro de sus particulares fronteras.
Con un problema adicional: históricamente ha quedado probado que cualquier
cesión a las reivindicaciones nacionalistas, peaje a pagar en la nueva coalición
de gobierno, es un camino solo de ida. Vaya que sí.
Resulta interesante observar también las similitudes
en las acusaciones de corrupción contra la oligarquía gobernante en uno y otro
‘país’. Como telón de fondo de este escenario de ruindad, esa unidad de
destino en lo universalmente B que es Suiza. Cierto es que existe una guerra,
no sólo dialéctica sino también informativa, sobre si los Oriol Ferrusola
y otros ilustres catalanes han percibido o no ingresos sospechosos a cambio de
favores. Pero casi da igual. En pocas sedes parlamentarias se ha hablado tan
explícitamente de 3% -comisión que el tiempo ha probado singularmente
alejado de la realidad… por defecto- como en la que tiene su sede en Barcelona
(ciudad, por cierto, saneada en sus cuentas). Cuando el río suena de esa manera
tan estruendosa, Palau pa arriba, Pallerols pa abajo...
Entre las reclamaciones de carácter histórico
incluye Catalunya el déficit en las infraestructuras realizadas por la
Administración Central o, en compensación, la no percepción de fondos
comprometidos por el Estado a lo largo de estos años. En términos
absolutos, los segundos no dejan de ser una gota en el mar de un endeudamiento
disparatado asumido por la Generalitat en el último quinquenio. Asociar los
problemas financieros de su 'hacienda' a tal hecho suena casi a chiste.
Por lo que respecta a las primeras, ha quedado suficientemente acreditado que, si
bien la apelación al agravio podría tener algún fundamento en los dos o tres
últimos años, la serie temporal de largo plazo demuestra que no hay razón
estructural para tal afirmación, sino más bien para lo contrario Igualmente
ocurre en el caso griego con los fondos comunitarios, sin los cuales, para bien
o para mal, el país distaría mucho de ser lo que es ahora.
Frente a Grecia, la reivindicación se extiende
hasta la ruptura del principio de solidaridad autonómica, por inconveniente
para esta comunidad autónoma como aportante neto a las arcas del Estado. Sin
embargo, como en el caso griego, existen dos objeciones que el tiempo ha
puesto de manifiesto: son esas regiones, especialmente Andalucía, los
principales socios comerciales de buena parte de las empresas catalanas,
por lo que tal desembolso excesivo se revierte vía tributos indirectamente a su
Administración –por no hablar de la mano de obra secularmente aportada-; no
solo eso, está por ver en qué acaba esta broma del FLA y hasta qué punto
el tapar la grieta en la línea financiera de flotación de la Generalitat, a
través de la entrega de liquidez remunerada, no llega a compensar, a pesar
de su coste, buena parte de ese ‘sacrificio’. Hay que ver los ciclos
completos. En cualquier caso, será la mayor perceptora de estos fondos,
como ha ocurrido en la Eurozona con ese otro estado llamado… ¡bingo!
No deja de ser sorprendente que el principal
símbolo en ambos casos de abandono de una nave cuya deriva es incierta haya
sido Coca-Cola.
Mientras que en el país heleno la embotelladora ha decidido
poner los pies en la propia Suiza, con el fin de evitar cualquier tentación
confiscatoria por parte del gobierno local, en España ha ocurrido otro tanto de
lo mismo sobre la base formal de una operación de fusión entre distintos
distribuidores a nivel nacional. Que la respuesta sea, frente a la libertad de
mercado, imponer una tasa a las bebidas refrescantes sitúa el intervencionismo
al nivel de algunas de las más censuradas repúblicas bananeras. Este
movimiento de los Daurella se podría interpretar sin mucho riesgo de
equivocarse como punta de iceberg de lo que podría pasar si el proceso
separatista se consolidara. Muchos callan por precaución. Pero ni mucho menos
otorgan. Al tiempo.
Alguno podrá decir que, a diferencia de la
primera nación intervenida en la Eurozona, Catalunya cuenta con el factor
de credibilidad que aporta alguien como Andreu Mas-Colell. Nunca
más si nos atenemos al sainete de la adjudicación de Aguas del Ter-Llobregat a
Acciona, aprobada por el Ejecutivo regional y revocada tres días más tarde
por uno de sus organismos.
Por si fuera poco, y en el paroxismo del absurdo,
nos encontramos con un recurso del Gobierno contra sí mismo sobre la base de
una resolución que ni siquiera identifica correctamente al adjudicatario, que
se encuentra con que los fondos entregados ‘a cuenta’ ya han sido gastados en
nóminas y demás dispendios corrientes y que, además, puede llevar a que compute
como más déficit los 1.000 millones de ingresos ciertos (y ya no tanto)
vinculados a la operación. Un disparate completo que afecta a la seguridad
jurídica de unos inversores ya de por sí susceptibles.
Es verdad que Catalunya está marcando el
paso a España en términos de lo que debe ser el ajuste del estado del bienestar
a una realidad económica y financiera precaria, especialmente en el caso
sanitario. No es difícil evocar aquí también a Grecia en las consecuencias
sociales de determinadas medidas. Pero no es menos cierto que buena parte del
dolor ha sido causado por el placer anterior al estallido de la situación
actual y que tal ajuste de los servicios ciudadanos apenas viene acompañado
de una racionalización de una Administración sumida en el onanismo de un futuro
independiente. Si la dicotomía elefantiasis pública vs. sacrificio
privado está generalizada a lo largo y ancho de la geografía nacional, una vez
que crece el segundo, se hace más insoportable la primera. Especialmente para
los sufridos espectadores...
Tanto por evolución de la situación política,
como por cómo se están desarrollando las cosas a nivel macro y microeconómico, son
numerosas las similitudes entre el recorrido presente y futuro de Catalunya y
el de Grecia. No se pueden cerrar los ojos a la realidad. La posible
separación de los entornos geográficos actuales, uno por acción, el otro por
omisión, es un punto identitario de partida sustancial. A partir de ahí, las
coincidencias asustan. Quizá los votantes de los de aquí debieran meter en sus
particulares ecuaciones estos alarmantes factores y reconocer que su grandeza
histórica y su riqueza territorial están en riesgo no por culpa de terceros,
sino de sus propios representantes. Vamos, sin ánimo de molestar.
Porque, ya saben, las más de las veces los dioses
del Olimpo castigan a los hombres con sus deseos… (S. MCoy/El Confidencial)
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