(Pueden ver al catalanista más inteligente del Oasis.)
LA INSUPERABLE ESTUPIDEZ CATALANISTA.
El nacionalismo va de oprimido, tolerante y amante de
la libertad. Quienes conocen bien
esta ideología saben que esta pose forma parte de su estrategia. El siglo XX ha
mostrado que es todo lo contrario. Y cada día vemos que el nacionalismo niega a los catalanes lo que pide a
“Madrit”.
¿Dretadecidir? Sólo para “Catalunya”, no para las provincias,
comarcas, ciudades o barrios. ¿Espanyansroba? Sólo “Espanya”, no
“Catalunya” y su expolio de Barcelona en favor de las comarcas más deprimidas;
o los impuestos confiscatorios de la Generalitat, entre los más elevados de
Europa. ¿Ensvolenresiduals?
Sólo “Espanya”, y no la política nacionalista de estigmatización de los
catalanes libres de nacionalismo. Català als mitjans? Sí, pero prohibició del
castellà a TV3. Català a l’escola? Sí, pero exclusión del castellano. ¿Volem el
català al Senat? Sólo en el Parlamento nacional, nada de castellano en el parlamento autonómico.
El bravo Antonio Robles nos recuerda un hecho
muy significativo de esta actitud en su imprescindible Historia de la Resistencia al nacionalismo en
Cataluña: lo que pasó
cuando a un diputado catalán se le ocurrió hablar en castellano en el Parlament.
“Corría el
pleno del miércoles, 30 de octubre de 1996. El diputado del PPC en el
Parlamento de Cataluña subió al atril del Parlamento de Cataluña para realizar
su turno de réplica. Como siempre, lo haría en catalán. Pero ese día decidió hacerlo en castellano. Y se lió. Julio Ariza habló en español por primera vez después
de que la presión nacionalista lo hubiera convertido en proscrito ya en la
primera legislatura.
Por
entonces, lo habían hecho Cipriano García del PSC y Sánchez Acosta del PA, en
la primera legislatura de 1980. La última vez que se escuchó fue en boca de
Manuela de Madre [n.b. ahora ya sólo habla en catalán]. Habían pasado más de 10 años.
El hecho provocó que una docena de diputados de CiU y todos los de ERC y
el Partido para la Independencia de Àngel Colom salieran indignados del hemiciclo, mientras el diputado de CiU, Joan
Aymerich, desde las cortinas de la salida les reprochaba muy contrariado: “Això no, si us plau, que hi ha
nens, que hi ha nens!”.
Y es que ese día, en ese instante, un grupo de escolares escuchaban
atentos en la grada de invitados. Y el escandalizado convergente, como todos los que
salieron del hemiciclo, lo consideraba intolerable.
En declaraciones posteriores, Pere Esteve de CiU aseguró que
‘había sido una provocación’. Lo mismo dijo Rafael Ribó,
presidente de Iniciativa per Catalunya y actual Síndic de Greuges (…) Uno se
pregunta cómo puede provocar por hablar en castellano. (…) Àngel Colom, mucho más directo, mostró
compungido el racismo cultural latente de buena parte de los nacionalistas: ‘No me ha gustado oír hablar en
castellano en el Parlamento catalán’“ (p.352).
La
Vanguardia del 31 de octubre
recuerda que Colom
(ahora adalid del islam en Cataluña) “dejó
claro que había optado por esperar en la puerta para no tener que escuchar a alguien hablando en
castellano“.
Y lo más trágico: Josep Curto,
el presidente del PP catalán de la época, dijo que lo que había hecho Ariza era “un nuevo obstáculo para que el PP pueda iniciar una etapa de
tranquilidad tanto en el Parlament como en la vida política catalana”.
Así hemos llegado
hasta aquí: los diputados catalanes marginando en las instituciones
públicas la lengua materna de más de la mitad de catalanes, y los políticos del
PP y PSC desapareciendo a una orden de La Moncloa, imperada
por la Generalitat: “Yo te apoyo en Madrit,
tú déjame hacer lo que quiera en Barcelona”.
Dolça i
fariseitzada Catalunya…
(Dolca Catalunya)
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