LA CLOACA IDENTITARIA.
A) Del secuestro del Ayuntamiento por parte de la Generalidad pende el deterioro de los servicios, el aumento de las desigualdades entre distritos, el turismo de botellón, la percepción de una creciente inseguridad ciudadana más los problemas económicos y laborales derivados de la inestabilidad y deslealtad institucional, las deslocalizaciones que Mas y la familia Pujol tachan desvergonzadamente de "relocalizaciones".
B) El matonismo político no es un problema reciente. En la primera década del siglo, el actual, políticos y profesores constitucionalistas, disidentes del nacionalismo, fuera vasco o catalán, eran acallados en la Universidad, abucheados y zaheridos sin que la violencia verbal y en algunos casos física recibiera la más leve condena. ETA pegaba sus últimos coletazos con una campaña de asesinatos en Cataluña que se llevó por delante a varios policías (el mosso Santos Santamaría y el guardia urbano Gervilla, entre otros), además de a Ernest Lluch, los concejales del PP Francisco Cano y Ruiz Casado y un largo etcétera aquí y en toda España.
Algunos de los terroristas del "Comando Barcelona" hallaron amparo y cobijo en los círculos okupas, los mismos que suscitaban las simpatías de un sistema mediático en la modulación nacionalista de la izquierda tripartita, en la que ERC tenía un peso inversamente proporcional a su importancia parlamentaria. Algo muy parecido a lo que sucede ahora con las CUP, el referente batasuno en Cataluña.
En los momentos de mayor dificultad y negrura de aquella época que parece tan lejana se cocieron muchos de los expedientes equis de hoy, el proceso soberanista entre ellos, mientras en el oasis, las protestas contra la Guerra de Irak justificaban un ambiente social de suma hostilidad contra el PP. Si los tiempos presentes parecen convulsos, no lo fue menos el comienzo del siglo, con el 11M de 2004 como catástrofe inaugural del XXI.
C) De entonces acá, Barcelona ha estado en varias ocasiones en el punto de mira del terrorismo islámico, vinculado a las prédicas de connotados imanes y al mantenimiento de unas prácticas "culturales" que entran en colisión con los derechos fundamentales relativos a la mujer, a la infancia, a la educación, a la libertad de conciencia y a la religiosa, a la de expresión y en última instancia, con el derecho a la vida.
Sobre el primer asunto, la conversión de Barcelona en una ciudad pequeña al servicio de una causa que pierde fuelle, las posiciones de los partidos son claras. CiU, ERC y las CUP forman un sólido bloque a favor de ese estado de cosas, mientras que Ciudadanos y el PP están en contra, el PSC empieza a definirse como un partido no independentista e IC ha sido abducida por Colau-Podem, los partidarios del derecho a decidir sobre todo, propiedad privada incluida.
Respecto al matonismo, los "escraches" se convocan en las redes sociales con las marcas de las CUP y los antisistema partidarios de la activista anti-desahucios. El último ha sido el que se le organizó el sábado al alcalde y del que da buena nota y vídeo CRÓNICA GLOBAL. Valga decir que el alcalde es nuevo en esas lides y que los comentarios de los participantes en la "acción" no rebelan la desesperación de las familias y personas destrozadas por la crisis sino la ingenua estupidez adolescente de quienes al término del vídeo exclaman "¡que guay!". Sí, superguay.
El PP, Ciudadanos y hasta el PSC saben lo guay, lo cool y lo normal que resultan las amenazas, los insultos por la calle y las miradas del odio, más cobarde cuanto más gritón. En este ámbito, la única duda es la posición de CiU, que hasta el presente había permanecido impasible ante los ataques a Ciudadanos, UPyD, PP y PSC procedentes del nacionalismo radical.
En el tercer capítulo, las posiciones oscilan entre lo vago y lo inconcreto. Aún siendo la mayor amenaza para Barcelona, según han consignado periódicos tan dispares como el Abc, La Vanguardia, El Periódico o La Razón, de Trias lo único que se sabe es que encargó un informe, muy bien pagado, por cierto, sobre la conveniencia de que Barcelona albergue una gran mezquita. El islamismo no figura en las demás agendas políticas municipales a excepción de la del "alcaldable" del PP, Alberto Fernández, cuyo discurso de proclamación como candidato, ayer sábado, abordó el asunto en términos crudos: no se debe construir una mezquita, hay que controlar la actividad de los oratorios islámicos (y más cuando el Ayuntamiento contribuye generosamente a su mantenimiento) y exigir que los inmigrantes entren y salgan con los papeles en regla.
No es un discurso políticamene correcto y probablemente sea considerado islamófobo por la progresía, por el nacionalismo y por la combinación de ambas corrientes, pero de momento es el único que hay. Tras años de buenismo, tal vez haya llegado la hora de exhibir músculo democrático, que consiste en anteponer la defensa de los derechos básicos al "respeto" por las diferencias relativas al uso de velos o las disquisiciones teológicas sobre si la yihad es terrorismo o una guerra santa contra el demonio occidental. Basta con ojear los diarios para comprender que nos jugamos que el aeropuerto de El Prat sea la caja de reclutas del Estado Islámico o simplemente un aeropuerto. "A los catalanes, el Estado que más les preocupa es el Estado Islámico", resumió el dirigente popular.
(Pablo Planas/Crónica Global)
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