domingo, 17 de agosto de 2008

EL GOBIERNO Y LA LENGUA ESPAÑOLA.


Domingo, 17-08-08
CUALQUIERA que lea las informaciones procedentes del Gobierno, leerá mucho de muchas cosas, pero menos de los problemas que a la lengua española crean ciertas Autonomías. Pero, inevitablemente, el nombre de España, que se prefería sustituir por eufemismos, se va filtrando en el público. «España» y no otra cosa gritan los futboleros, los del tenis y los demás. Y un Manifiesto que ha tenido merecido eco (le auguro más) habla sin complejos de «la lengua común de España». Esto empecé a decirlo yo hace tiempo, en vez de «lengua oficial»: es oficial porque es común.
Toda gran nación tiene una lengua común, del origen que sea. He escrito un libro sobre esto. La nuestra es el español. Pero al Manifiesto los medios oficiales y políticos le han prestado el silencio. El público, mucha atención.

Los hechos son innegables. Cada día aparece en los medios más información sobre los que se resisten a que sus hijos estudien en vasco y los envían a Francia, sobre las nuevas leyes catalanas, sobre las multas por anunciar en español, sobre el tener que chamullar el catalán o el gallego para opositar aunque sea a lo más ínfimo. Y se publican cada día estadísticas sobre el rebaje del nivel de la enseñanza, sobre que más del 50 por ciento querrían que se centralizara. Sobre el increíble retraso del Tribunal Constitucional. Etc., etc.

Esto ya lo sabíamos o imaginábamos, pero era como el rey que no tenía camisa, ahora se le hacen fotografías de todos modos. Salen en ellas aspectos no solo míticos, también económicos y políticos del asunto. Doscientos millones para el eusquera, hablado por el 11 por ciento de la población. Concursos a plazas de médicos quedan desiertos, por ejemplo, en Cataluña: los profesionales de fuera no quieren ir. La discriminación del español ha creado un problema para todos.

Gravísimo problema, mucho más que el de que Chaves se cabree o bromee. Y llevamos ya muchos gobiernos que nada hablan de él, Esperanza Aguirre intentó algo y ya vieron. «Aquí no pasa nada», es la frase, la usa hasta la delegada del PP en Cataluña. Y vaya si pasa.
Y hay las guerras entre las lenguas minoritarias. Por ejemplo, para los catalanistas el valenciano es catalán. Sí, claro, en el origen, pero no hoy socialmente, lean nuestro Diccionario. Recuerdo que una vez fui a Palma al Congreso de la Sociedad Española de Lingüístas y llegué tarde por eso de los aviones: los catalanistas ya habían dado de comer a algunos colegas y les habían arrancado aquéllo. Yo lo anulé y puse un papelito, que los que lo quisieran lo firmaran. Íbamos a un Congreso, no a hacerles propaganda.

Poco después -y olvido otras anécdotas-, yo daba una conferencia en Mahón, en español y de mis temas. ¡Tuve más público que Carod-Rovira, que hablaba al tiempo en catalán y de los suyos! Peor aún, en un informe a la Academia de la Historia critiqué eso de quitarle a Mahón su -h- etimológica, pío pío de los catalanistas y sus seguidores socialistas. No volvieron a llamarme a las islas. Viva la libertad de expresión.

Paro aquí, callo. Pero no termino. El pasado 12 de julio -y de ello habló ABC- hice una propuesta a la Academia Española: que se dirigiera al Gobierno pidiéndole que insistiera ante las Autonomías en que «cualquier ciudadano español y en cualquier lugar de España y en cualquier circunstancia estuviera autorizado a usar la lengua común española y a ser contestado en la misma». Tras tres jueves de intenso debate, mi propuesta no fue aprobada. Que había que hacer algo, decían algunos, pero quizá la Academia no era el órgano adecuado y aquello era peligroso, que la Academia había sido atacada hace no sé si 15 años por un escrito semejante.

Tampoco fue rechazada mi propuesta: sólo aplazada, quedó para octubre, ya oirán hablar de ello. No retrocedo. Fue lástima que el honor que yo ofrecía a la Academia, ser la primera, quedara entre dudas. Sí, todo es peligroso en la vida si se quiere hacer algo. También es peligroso no hacer nada. Veremos. El ambiente del español mejora a ojos vistas. Llegará el momento en el que el Gobierno o las Cortes o el Constitucional o el Defensor del Pueblo o las Academias o quien sea tendrá que hacer algo en una situación intolerable, única en el mundo. Sería deshonroso lo contrario. Esperemos a octubre.

Tantos españoles parece que nada quieren saber de España. «Es demasiado tarde», me dijo alguien. Pero algo va cambiando, nunca es tarde para las cosas justas. Para decir la verdad. «Amigo es Platón, más la verdad», dijo Aristóteles.
España, la España de romanos y godos y cristianos y de la nación moderna se ve mejor cuando salimos fuera. Desde América, incomprensible sin España, como ésta lo es sin ella. Ahora mismo acabo de ver en ella nuestro lujoso románico, llevado desde Segovia y otros sitios, en The Cloisters. Y España se ve en Países Bajos. Y en Italia, Grecia, donde están nuestras raíces. Y en cualquier sitio a donde van nuestros futboleros, nuestros mejores embajadores hoy.

Vengo de la isla de Samos, en el Egeo: los samios fueron, con Coleo, en el 638 a. C. si no recuerdo mal, los descubridores de España. Vinieron luego griegos, romanos, los demás: por todo Oriente están Trajano, Adriano y tantos otros. Pues bien, un samio que se había movido por Tartesos dedicó a Hera, la diosa guerrera (tampoco estas son invento nuevo) un peto de caballo en bronce con Gerión, el monstruo de las tres cabezas, vencido por Hércules, se puede ver en el Museo. Por Hércules, el que levantó las Columnas y sostuvo el cielo, el que se llevó, golosamente, no sólo las vacas de Gerión, también las manzanas de oro del jardín de las Hespérides.
O sea: griegos y romanos, hicieron de nosotros una nación. Esa nación existe.
Pero es mal tratada como tal nación. Porque no sólo tiene, junto a otras lenguas particulares, muy dignas de respeto, una lengua general maltratada, igual que su literatura, siempre en rebaja. También tiene una historia. Y una tradición, todo maltratado en los planes de enseñanza. Vean, vean lo que escribí en ABC en marzo de 2007 sobre el plan que expone el BOE para la ESO. Las cosas importantes hay que repetirlas.

No hay propiamente en esos planes Historia de España. Hay cosas generales, pero no la unidad de España bajo los godos, ni la invasión musulmana, ni la reconquista. Ni una visión clara de su unificación bajo los Reyes Católicos ni del papel de España al lado del Imperio Romano-Germánico, ni apenas de la conquista de América. Todo vago, confuso, lejano. Parece como si nuestro país sienta vergüenza. Hay que salir fuera, mirar desde fuera, para saber lo que fue y significó España, significa todavía. Porca miseria.
Y no voy a abrumarles con mi gran tema en ABC: el tema de las lenguas clásicas, que formaron nuestra cultura y la de Europa y que, desde el 70, van en picado con unos y otros gobiernos. Ya los partidos ni las citan. Resistimos, tenemos a nuestro lado gente entusiasta, siempre es posible un cambio que ponga las cosas en su sitio. Ahora, cuando voy a Múnich a una reunión sobre el Thesaurus, la gran empresa latina internacional, casi callo por vergüenza.
Y en tanto aquí seguimos haciendo, entre otras cosas, el Diccionario Griego-Español, el más grande y al día del mundo. Para el futuro y para todos, intentamos no perder la esperanza.
Algún remedio llegará. El más urgentemente necesario, ahora, es el que está pidiendo a gritos la lengua española. En favor de todos. Sus obcecados, arbitrarios enemigos, son los que más tienen que perder.
FRANCISCO RODRÍGUEZ ADRADOS
de las Reales Academias Española y de la Historia

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No perdamos la esperanza.
Son pocos los que se ateven a hablar así, pero somos muchos los que queremos escucharles.
Algún día se impondrá la razón y el sentido común. Lo que no se es el precio que tendremos que pagar por ello.

Sebastián Urbina dijo...

Inteligente comentario.