lunes, 25 de agosto de 2008

URIARTE Y GIL.


25/8/2008.




E. URIARTE Y M. SAN GIL.

Acabo de leer un artículo de Edurne Uriarte, María no es política. Parece ser que los compañeros de Edurne, que comparten la Fundación para la Libertad, defendían la idea de que María no es política. ¿Por qué? Porque dicen que ha actuado según sus principios, a que no ha hecho cálculos de interés, a que no se ha aferrado al poder, a que ha primado su compromiso.

La crítica de Edurne a sus compañeros es que, entonces, ser político es tener pocos escrúpulos, hacer cálculos de poder en lugar de defender los principios, perder criterio propio a favor de la organización y moverse por intereses egoístas y no altruistas. La conclusión a la que llega es que no resulta extraño que 2.000 niños de la Fundación Adecco, al ser preguntados si querrían ser políticos, sólo uno hubiera dicho que sí.

Me parece que, como primera medida, deberíamos distinguir entre una dimensión descriptiva del problema y una dimensión normativa. Descriptivamente hablando, muchos políticos actúan de forma diferente a cómo ha actuado María San Gil. Por tanto, si es así, María no responde, descriptivamente, al comportamiento habitual de la mayoría de los políticos.

¿Significa esto que María no es política, como dicen los compañeros de Edurne? Parece evidente que María es política, ya que se ha dedicado a la política durante los últimos trece años. Suponer que María no es política porque, supuestamente, los demás políticos no se comportan como ella, es mucho suponer. Veámoslo.

No tiene sentido hablar de políticos que actúan por principios frente a otros que no lo hacen. María San Gil es reconocida como una política que tiene y actúa sobre la base de principios. No sus principios, sino los principios que, supuestamente, defiende el Partido Popular. Son estos principios, entre otras cosas, los que hicieron que María se afiliase al Partido Popular y no, por ejemplo, al PNV.

Ahora bien, ¿significa esto que María actuaba siempre por principios? Claro que no. Hay que ser tonto para creerlo. La profesión política exige, entre otras cosas, la actuación en defensa de intereses y de principios. Intereses que no tienen que ser malos. Pueden ser perfectamente legítimos. Los políticos deben, entre otras cosas, gestionar intereses. Lo que quiero decir es que, un político democrático se ve obligado a consensuar muchas cosas, adoptar planteamientos pragmáticos y hacer concesiones. Esto forma parte de la vida diaria de los políticos. Y no es malo. Al contrario.

Entonces ¿dónde está el problema? Si este tipo de conductas políticas tuvieran un reflejo numérico, como lo tienen el calor y el termómetro, no habría dudas ni discusiones. Podríamos decir, por ejemplo, que a partir del número 16, un político está actuando al margen de los principios del partido político que representa. Desgraciadamente, no es así. Los comportamientos sociales en general, y los comportamientos políticos en particular, no tienen este nivel de precisión. No tenemos un termómetro político. Hay margen para la interpretación.

¿Qué sucede? Que la mayoría de los políticos del entorno de María son más flexibles (por decirlo finamente) a la hora de ser leales a los principios que, al menos hasta entonces, el Partido Popular había defendido. ¿Cuáles son? Muy en general, la defensa de España como nación, la defensa de su unidad (no uniformidad ), la solidaridad ínter territorial, la defensa de la igualdad de los españoles sea cual sea la Comunidad Autónoma en la que vivan, la derrota de ETA, el no llegar a acuerdos políticos, en cuestiones clave, con partidos que niegan tales postulados, etcétera. Estos planteamientos los habían defendido, entre otros Aznar, o Mayor Oreja. En el PSOE, Nicolás Redondo ha sido el más claro exponente de esta postura diáfana. Pero Redondo fue aparcado por los intereses electorales del PSOE. Ahora, parece, que María ha sido aparcada (diría que con malos modos) por los intereses electorales del Partido Popular.

Creo que ambos partidos se equivocan. No necesariamente en los resultados electorales. Es posible que el PSOE obtenga más votos con su política de ‘hacerse más nacionalista’. Ya lo ha hecho, también, en Cataluña. Lo que digo es que me parece rechazable y no quiero saber nada de este partido por tales motivos y el rosario de negativas consecuencias que esta estrategia comporta. Algo parecido sucede con el Partido Popular. Tampoco quiero saber nada de ellos hasta que no cambien.

Acabo de leer en la Prensa que Rajoy está dispuesto a pactar con el BNG si gana las elecciones. Pues bien, si se trata de cuestiones que no afectan a los principios que, supuestamente, defiende el PP, me parece aceptable. Pero me parece inaceptable si tales acuerdos involucran la violación, o la minimización, de los principios que dice defender. Es que no se puede engañar impunemente a la gente. Se trata a los votantes como si fueran idiotas. Y habrá la cuota correspondiente de idiotas, pero no todo el mundo comulga con ruedas de molino. Por cierto, también se puede engañar diciendo que se defienden los principios de siempre y luego no hacerlo. La excusa es la adaptación a las circunstancias. Pero la adaptación sin límites es pragmatismo de la peor especie.

¿Dejará de ser político Rajoy si pacta con el BNG, en cuestiones que afectan a los principios? De ningún modo. Seguirá siendo un político. Aunque para mí, no será un político de fiar. No se trata, por tanto, de defender una ingenua e infantil pureza política. En absoluto. Soy conciente de que una cosa es la ética y otra la política. Y que un político no puede actuar, exclusivamente, sobre la base de principios. Sería un político tonto y no le daría mi voto. Pero tampoco se lo daría a un político cuyo principio fundamental fuese el pragmatismo descarnado.

Ya saben lo que decía Grouxo Marx: Esto son mis principios. Si no le gustan tengo otros. Por tanto, no solamente me alegro de que haya políticos como María San Gil. Es que si la política ha de ser una actividad respetable y útil a la sociedad a la que dice servir, tendrá que estar dirigida por personas que se parezcan más a María, que a sus críticos. En esta grave tesitura estamos.

Sebastián Urbina.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece muy preocupante que en España no haya un partido político (de los considerados nacionales) en el que una persona como María San Gil pueda desarrollar su actividad política defendiendo firmemente la base de los principios que conforman la Constitución.

En la sociedad española hay numerosas sensibilidades políticas que tienen su representación (algunas con evidente sobrerepresentación) en el arco parlamentario, pero me da la sensación de que el espacio político que personas como María San Gil, Rosa Díez y otras de parecida sensibilidad política poseen no está ni de cerca representado como merece en el Parlamento, con las diferencias ideológicas que puedan tener estas personas.

Habrá que ver como evolucionan UPyD y Ciutadans. Creo que si la expectación que generan tienen su respuesta en la defensa de su programa pueden crecer fácilmente ante la dimisión (PSOE) y tibieza (PP) de determinados principios constitucionales que tienen un consenso básico mayoritario en la sociedad española.

Lo puntual es que María San Gil no esté en primera fila de la representación de un partido político; lo grave es que los principios que encarna sean tan poco defendidos y discutibles en el PSOE y, parece, en el PP en unos tiempos que lo merecen (en mi opinión) ante ciertos desvaríos del Ejecutivo actual.

Estamos jugando con fuego. ¿Nos quemaremos?

Iván C.

Anónimo dijo...

No se si el único niño de los 2.000de Adecco, es consciente de su respuesta. Mas bién creo que los futuros políticos, saldrán de los que dijerón que no les gustaría ser serlo. Esta especie empieza temprano y nos damos cuenta de sus intenciones tarde. El como sea se convierte en vale todo, entre este tipo de sinverguenzas. Pero todo se resolverá, con esa asignatura maravillosa que van a estudiar sobre la ciudadanía.

FERNANDO SANTAYANA