viernes, 7 de agosto de 2009

ZAPATERO/RAJOY.


Viernes, 07-08-09
YA sé que es mucho pedir al PSOE que deje de atacar al PP con todo tipo de armas, incluidas las fétidas e ilegales. A estas alturas, es lo único que le queda para defender la catastrófica gestión de Zapatero. Pero no creo sea mucho pedir a algunos dirigentes del PP que dejen de zancadillear a su jefe. Es lo menos que puede pedírseles por respeto a quienes les votaron y al resto de los españoles, en una hora crucial como ésta, en la que nos estamos jugando, no sólo el cocido, sino también España como nación y como estado.

Ya sabemos que Rajoy no es un hombre carismático, telegénico, ni brillante. Pero es honesto, concienzudo, resistente y de palabra, como ha demostrado tanto en el gobierno y como en la oposición. Por una razón o por otra, siempre le ha tocado siempre bailar con la más fea -el «Prestige», el desastre de 2004, el ostracismo al que le condenó Zapatero durante su primera legislatura, la desdeñosa actitud de Aznar desde su no tan evidente retirada, la humillación de la segunda derrota-, sin perder nunca el ánimo ni la sonrisa, aunque fuera forzada. Lo más importante: sin apartarse un ápice de su línea ni desdecirse de lo que venían diciendo.

Compárenlo con la trayectoria del presidente del Gobierno y tendrán la distancia sideral que hay entre ellos tanto desde el punto de vista humano como político. Y el problema es Zapatero, no Rajoy, como se empeña en propagar el aparato propagandístico de La Moncloa, con la colaboración, espero que para lucirse o mostrar su independencia y no simplemente para adelantar a sus candidatos favoritos, de no pocos comentaristas liberales y conservadores. Allá ellos, aparte de estar en su derecho.

Pero lo que no cabe admitir es que desde dentro del partido, por diferencias de criterio o por ambiciones personales, se dispare contra el jefe o se alardee más o menos veladamente de poder hacerlo mejor que él.

Quien hace eso demuestra carecer de la primera cualidad del líder: la lealtad con los suyos y el compromiso con su causa. En eso, aunque sólo en eso, el PP podría tomar lecciones del PSOE, que hace piña tanto en los buenos momentos como en los malos. Sin llegar a su extremo de eliminar toda disidencia interna y estar dispuestos a que se hunda el país antes de reconocer que el jefe se ha equivocado. La pluralidad dentro de un partido es sana. Lo que no es sano es la zancadilla o la puñalada trapera.

El problema, repito, es Zapatero, que está llevando a España a la ruina económica y política, como empiezan a ver incluso muchos que le habían apoyado, aunque hoy son pocos, todavía, los que lo dicen en voz alta. Rajoy lo dijo desde el principio, denunció el error de la negociación con ETA, la ruleta rusa de los nuevos estatutos y la estupidez de no reconocer la crisis económica. No se le escuchó, y así nos encontramos. Pero la culpa no es suya. Es de no hacerle caso. Es hora de que se le haga, empezando por los que dentro de su partido le hacen la pascua. Más, ante una situación en puertas no ya crítica sino dramática: cuando el próximo otoño se hayan marchado los turistas, no quede un céntimo del Plan E y el paro vuelva a dispararse, sin que Zapatero pueda ofrecer otra cosa que lo de siempre, es decir, más mentiras, más golpes bajos y más miseria.

PD: Nunca he hablado con el señor Rajoy. Nunca he tenido el menor contacto con él, como con el resto de los políticos, fiel a mi norma de que la mejor política con ellos es observarlos de cerca y mantenerlos a distancia. (José María Carrascal/ABC)

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