miércoles, 17 de febrero de 2010

¡YA SEMOS RICOS!


Miércoles , 17-02-10
LA noticia europea más importante no viene de Bruselas. Viene de Alemania. Bruselas se ha limitado a confirmarla, imponiendo a Grecia un durísimo plan de austeridad. Los alemanes se han cansado de pagar las deudas ajenas y han dicho a los europeos que gastan más de lo que tienen, que no se lo carguen en su cuenta, que lo paguen ellos.

Y si no pueden pagarlo, que se aprieten el cinturón. Voy a explicárselo con un ejemplo, que es como mejor se entienden las cosas: los alemanes rechazan que, después de haber subido su edad de jubilación a los 67 años para cuadrar sus cuentas, los griegos puedan seguir jubilándose con 63. Si pensamos que Alemania ha venido siendo la «pagana» de la Comunidad Europea, comprenderán que estamos ante un vuelco copernicano. En adelante, cada palo aguantará su vela. Es lo que han dicho los ministros de economía a Grecia: si quieres que te ayudemos, empieza por ayudarte a ti misma. Y lo que sirve para Grecia sirve para todos los que vienen gastando más de lo que tienen, España entre ellos.

Las culpas, como apunta Paul Krugman en su último artículo, la tiene el euro. Sí, ese euro que saludamos con alborozo y ha caído sobre nosotros como un mazo. Ya que tenía el respaldo de monedas fuertes, el marco alemán en especial, fue desde el principio una moneda «dura», que competía incluso con el dólar. Lo malo fue que los países con monedas débiles, los mediterráneos principalmente, al verse con una moneda fuerte, empezaron a gastar como si sus economías lo fueran. Nos creíamos ricos, y no lo éramos. Empezamos a viajar por el mundo, a comprarnos un segundo apartamento, a cambiar de coche cada pocos años, a vivir, en fin, como los alemanes, sin que nuestra economía, industria, productividad fuesen la alemana, lo que nos ha endeudado hasta las cejas. En los tiempos de las monedas nacionales, eso se arreglaba con una devaluación, que ponía a cada país en su sitio, advirtiendo a sus ciudadanos que no podían ir a Nueva York y encontrarlo todo, gracias al euro, más barato que en casa, como ha venido ocurriendo los últimos años.

Pero los alemanes, principales valedores del euro, han dicho que eso se acabó, que ellos no pagan más facturas ajenas y que, en adelante, cada cual tendrá que pagar las suyas. Grecia ha sido la primera que sufre el varapalo, por ser la que más había pecado, llegando a falsificar sus cuentas. A España, si no quiere que le pase lo mismo, «le espera un lento y doloroso proceso de deflación», según Krugman, el hasta ahora economista favorito de Zapatero. ¿Le citará en el debate de hoy? Pues ya saben que «cuando las barbas de tu vecinos veas pelar...» Aunque igual nos sale con que Krugman se refería a las barbas de Rajoy, mientras se palpa las mejillas para demostrar que él sólo lleva cara. (José María Carrascal/ABC)

2 comentarios:

María dijo...

Y luego le echamos la culpa a los bancos. Alguien que deja los estudios a los 16 y sepasea con un Audi (a pagar en 7 años, por supuesto). Casas embargadas por los bancos equipadas a todo lujo (home cinema, lavavajillas, calefacción, hilo musical...), pero de las que luego no se podía pagar la hipoteca. No digo que los bancos no tengan su parte de responsabilidad (que la tienen). Pero no son responsables de todo. La cultura del instante y la irresponsabilidad sin pensar en el futuro o en las consecuencias de los préstamos pedidos tienen también la culpa. Los ciudadanos-oveja (quiero siempre más que el vecino, pueda permitírmelo o no) se han topado con las consecuencias de sus actos de frente. Y no vale pedir ayudas y echarle siempre toda la culpa a los demás.
Y lo mismo ocurre con los estados. Hemos tratado de paliar la deuda privada con deuda pública (haciendo, de paso, pagar el pato a quien se lo pensó dos veces antes de comprarse un Audi o un apartamento en la playa con todas las facilidades que le ofrecían), inyectando dinero público a los bancos irresponsables (a ver si cuando ganaban repartían algo).
Así que estoy de acuerdo con los alemanes. Que cada palo aguante su vela. Yo tampoco querría trabajar hasta los 67 para mantener a los que trabajan menos que yo. Que trabajar nos cuesta lo mismo a todos.
Y si tampoco nos ayudan a nosotros (que lo vamos a necesitar), pues bien merecido nos lo tendremos. Por burros, ovejas y gilipollas.

Sebastián Urbina dijo...

Muy bien, María. Como siempre.