Objetividad.
No me gusta discutir con ‘mis’ comentaristas, y menos con los comentaristas que me caen bien. Pero creo que debo decir algo acerca de la ‘objetividad’.
Si alguien discute con otra persona y dice que su opinión es ‘OBJETIVA’ frente a la opinión del adversario, que es ‘SUBJETIVA’, estamos en presencia de una afirmación no justificada. Sabemos que ‘Ei incumbit probatio qui dicit, non qui negat’. O sea, el que afirma algo es el que tiene que probarlo.
Pero esto no representa un problema porque está generalmente admitido que así es. Pasa en el ámbito jurídico y en el debate corriente, si las personas que debaten saben que esta es la exigencia racional. Supongamos que A) llama ‘imbécil’ a B). Si el insultado no se sintiera ofendido y tuviera flema británica podría preguntar ¿Cómo lo sabe? Entonces A) debería justificar su afirmación. Con independencia de que la versión normal sea el intercambio de insultos.
Pero vayamos al problema de fondo. Ya hemos dicho que la carga de la prueba corresponde al que afirma algo. ¿Cuál es el fondo del asunto? Si la objetividad existe.
El problema de negar la objetividad es que ‘todo vale’. Para clarificar la cuestión introduciré una distinción. No más. Distingamos entre ciencias naturales, ciencias formales y conocimientos normativos. En las primeras, esperamos objetividad. Y la hay. La verdad, entendida como certeza absoluta, no existe. Ni siquiera en las ciencias naturales. Sus verdades son revisables. Y cualquiera que lea Historia de la Ciencia puede comprobarlo. Pero esto no significa que los resultados de las ciencias naturales sean subjetivos.
En las ciencias formales tratamos de alcanzar validez. O sea, la verdad en las ciencias formales es formal. Por ejemplo:
- Todos los políticos son objetos voladores.
- Mi gato es un político.
- Por tanto, mi gato es un objeto volador.
Tanto las premisas como la conclusión, son falsas. Pero el argumento es lógicamente válido, puesto que la conclusión se sigue de las premisas.
Ahora, para no hacerme pesado, terminaré con los conocimientos o saberes normativos. Por ejemplo, la ética o la política. Aquí no podemos esperar ni la verdad (revisable) de las ciencias naturales, ni la validez de las ciencias formales. Pero esto no significa que estemos en el reino de la pura subjetividad.
Si así fuera, tan respetable (u objetivo) sería decir: ‘Carod Rovira respeta a España y a la Constitución española’, como decir ‘Rosa Díez respeta a España y a la Constitución española’.
Si nada es objetivo no vale la pena hablar, ni discutir. Todo se reduce a dar opiniones que, por definición, serían todas respetables. Pero no es así. No quiero extenderme y termino de verdad.
Supongamos que alguien dice: ‘Las opiniones de los nazis son tan respetables como las opiniones de los demócratas’. ¿Es esto cierto u objetivo? Yo digo que no. Y si digo que no es porque acepto que no todo es respetable. Que no todo vale igual. Que hay cosas que son objetivas, en un sentido distinto de objetividad al usado por las ciencias naturales y las ciencias formales.
Y si alguien me exigiera razones (aunque hay que ser un cenizo para hacerlo) tendría, en principio, que dar argumentos justificatorios. La ‘lucha’ entre argumentos es lo que nos permite aceptar algo como más objetivo, o no. Por supuesto, este es un ideal racional. En muchos casos, puede más la pasión o el interés, que la razón. Pero el que intentemos dar argumentos racionales muestra nuestro interés y nuestra exigencia de racionalidad. En fin ¿discutiríamos, en serio, con alguien que deseara argumentar de forma irracional?
Sebastián Urbina.
5 comentarios:
De hecho, Sebastián, no es necesario ni extenderse tanto porque es evidente. Y yo debo entonar el 'mea culpa' porque uso (abuso?) de ofrecer y pedir objetividad cuando por el simple hecho de 'expresarme' ya tiene que ser subjetivo, forzosamente.
Quiero pensar que usamos mal el 'conceto' pero bien la idea. Intentar no entrar a nada con juicios previos y 'reprimir' impulsos que vengan del estómago, por decirlo así.
Discúlpame por la parte que me toque.
Un abrazo
No hay nada que disculpar. En absoluto. Y gracias por tus comentarios, en tu blog y en el mío.
Sebastián,
Magnífico artículo. Salió el profesor que lleva la bestia dentro ;-)
Un saludo
¿Cuál?
Uno de ellos.
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