J. S. Madrid
El Premio Nobel no le ha hecho inmune a la crítica. Antes al contrario, el gran reconocimiento al escritor peruano Mario Vargas Llosa ha propiciado el recrudecimiento de los ataques desde la izquierda contra su persona. Ya el mismo 7 de diciembre, por ejemplo, cuando el novelista ofreció su discurso de recepción del Nobel en la Academia Sueca, el diario de ultraizquierda Público le acusó de que Estados Unidos “no estuviera entre los imperios autoritarios que tan airadamente criticó”, ya que “la doctrina Bush es la personificación del modelo económico e ideológico que él defiende”. En su discurso, que Público consideró “un ajuste de cuentas”, Vargas Llosa se mostró “cínico”, siempre según el diario de ultraizquierda, y temeroso “de la inconformidad y la rebeldía”. Al tiempo, se criticó que el Nobel acusara a Cuba, Venezuela, Nicaragua o Bolivia de ser “seudodemocracias populistas y payasas” “sin explicitar sus razones”.
En la misma línea, y sin salir de España, el actor Guillermo Toledo acusó a Vargas Llosa, el pasado mes de febrero, de ser “un derechista muy peligroso”, un “ultracapitalista y neoliberal” que “se sitúa al lado de los criminales”. Toledo remató diciendo que, así las cosas, sólo podía sentir “desprecio” por el peruano.
Iberoamérica
Ha sido sin embargo en Iberoamérica donde las críticas contra Vargas Llosa han sido más acerbas. El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, le invitó a un debate ideológico, con el vaticinio de que el Nobel “quedaría pulverizado, se volvería polvo cósmico” si aceptaba debatir con los intelectuales socialistas. Finalmente, Chávez retiró la invitación.
Con todo, ha sido en Argentina donde más se han cargado las tintas en la crítica. El momento de mayor eclosión fue a raíz del anuncio de la participación del último Nobel de Literatura como conferenciante en la recién estrenada Feria del Libro de Buenos Aires: como un solo hombre, la intelectualidad argentina de izquierdas pidió el veto a Vargas Llosa después de que este mostrara su disconformidad con las políticas peronistas de Cristina Fernández de Kirchner, presidenta del país austral. Días atrás, al pronunciar finalmente su discurso, Vargas Llosa tuvo que hacerlo con un fuerte dispositivo de seguridad en previsión de posibles ataques.
Horacio González
Ha sido Horacio González, director de la Biblioteca Nacional argentina, quien ha aglutinado a las voces críticas contra el peruano. Esta misma semana, González criticó que Vargas Llosa tuviera de sí mismo “la idea principesca de los intocables”, y que se crea “censurado por cualquier cosita”. Cabe recordar que González, intelectual orgánico del peronismo, había pedido el veto a Vargas Llosa, y que tuvo que ser la propia presidenta argentina quien pidiera la retirada de la petición de censura.
En una carta abierta publicada en la prensa argentina, González afirmó que “considero sumamente el lugar que se le ha concedido” en la feria bonaerense, en tanto que es un “militante que no ceja ni un segundo en atacar a los gobiernos populares de la región con argumentos que lamentablemente no sólo deforman muchas realidades, sino que se prestan a justificar las peores experiencias políticas del pasado”. Como propuesta alternativa, el intelectual peronista propuso que se designara, “como es costumbre”, a “un escritor argentino en condiciones de representar las diferentes corrientes artísticas y de ideas que se manifiestan hoy en la sociedad argentina”.
Tras leer finalmente su discurso, en el que no ahorró educadas críticas a la presidenta de la nación argentina, Vargas Llosa ha vuelto a ser objeto de las iras del peronismo. Así, el jefe de Gabinete de Cristina Fernández de Kirchner, Aníbal Fernández, afirmó que siente “vergüenza ajena” por las “estupideces” de un Vargas Llosa que “insulta cada vez que puede a la presidenta”. Y el ministro del Interior, Florencio Randazzo, contestó al Nobel que “está en las antípodas de entender un espacio como el peronismo. Y, cuando él fue candidato a presidente en Perú, salió cuarto”. Tal y como confirma el premiado novelista argentino Horacio Vázquez Rial a LA GACETA, “esas son cosas típicas del pesebre peronista”.
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