GIBRALTAR
Frente a la desidia interesada de la mayoría de los políticos, Gibraltar no es un problema menor: se trata de la única colonia existente en Europa, que a su vez coloniza el entorno y afecta profundamente a nuestros intereses económicos y geoestratégicos, y a la dignidad de España como país independiente.
La historia de esta permanente injuria apenas la conoce hoy la mayoría. Un almirante inglés tomó el peñón en 1704 en nombre del archiduque Carlos de Austria, pretendiente al trono español; es decir, en nombre de España. Después, Inglaterra se lo apropió, y por el leonino tratado de Utrecht lo retuvo, así como a Menorca. Años después, los ingleses fueron expulsados de Menorca, pero no de Gibraltar.
Inglaterra nunca respetó el tratado de Utrecht, sino que se apropió de territorio no incluidos en el tratado, explotando la conciencia humanitaria española que se lo cedió momentáneamente para hacer frente a epidemias declaradas en el peñón. Ese territorio no fue devuelto. El tratado tampoco concede a la colonia aguas territoriales, pero los ingleses han invadido reiteradamente las aguas españolas para construir, por ejemplo, un aeropuerto ilegal, y la invasión continúa en la actualidad con prepotencia y provocadoras maniobras militares, expulsión de pesqueros y guardia civil de aguas españolas ante la pasividad del gobierno “español”, etc. Por otra parte, la colonia fue siempre base de contrabando, negocios opacos y otras actividades delictivas contra la ley y la soberanía españolas. Y lo es hoy a escala mucho mayor que nunca. Todo indica que se emplea, además, como depósito de armamento nuclear, asunto oscuro como tantos otros negocios y especialmente grave para nuestro país.
Cuanto afecte al control del estrecho tiene la máxima importancia para España, mientras que para Reino Unido es solo un resto y símbolo de su viejo imperialismo. Londres usa de pretexto para retener el peñón la voluntad de los llamados “llanitos”, que no quieren ser parte de España (obviamente, pues fueron instalados allí tras expulsar a los españoles, y viven de los negocios aludidos). Pero Londres ha prescindido a conveniencia de la voluntad de los pobladores (Hong Kong, por ejemplo), y el caso de los llanitos es tan irrelevante en el problema como el de los ingleses afincados en la India o de los pieds noirs en Argelia. Se trata de un conflicto entre España y Reino Unido, sin terceras partes. Mientras continúe, no habrá alianza genuina entre los dos países, quedando España como sirviente humillado de intereses ajenos.
Deben descartarse asimismo las insidias que equiparan al peñón con las ciudades españolas de Ceuta y Melilla.
Por todo ello consideramos del mayor interés informar a los españoles en general de este grave problema y crear opinión pública y presión política con vistas a la devolución del peñón a España. (Pío Moa)
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