miércoles, 16 de diciembre de 2015

POLÍTICAMENTE INCORRECTO.









POLÍTICAMENTE INCORRECTO.



La persona de la que quiero hablarte sabe mucho de palizas, golpes y humillaciones.

Me ha escrito una carta, se llama Bernardo. Durante 18 largos años ha callado ante las agresiones de su esposa. 
Su caso no ha salido en los periódicos. No ha encontrado apoyo en ningún representante político. Ni siquiera le han atendido en el 016. Por ser hombre.

Lejos de caer derrotado por el dolor, ha querido dar la cara y contarme su historia, porque quiere ayudar a otros hombres en su situación. Bernardo pide al Ministro de Justicia que su caso sea considerado violencia de género. ¿Puedes ayudarle con tu firma?




Este es su testimonio:
Querido Ignacio:
La verdad es que no sé por dónde empezar. Esto es muy duro de contar.

Hará unos 18 años, algo comenzó a cambiar en mi relación con mi esposa. Ya estábamos casados, sin hijos, teníamos trabajo, no pasábamos apuros.

Cierto día, tras una discusión tonta, me soltó la primera bofetada. En aquel momento me quedé bloqueado. No supe reaccionar. Supongo que esperaba que me pidiera perdón, que habría perdido los nervios. Pero el perdón nunca llegó, y yo cometí el gran error de mi vida: dejarlo pasar.

Las agresiones volvieron a repetirse. En cada pelea se le iba la mano, y yo callaba por miedo y por vergüenza. No quería que se enterara nadie, pero las voces los gritos iban en aumento, ya no se cortaba, y claro, los vecinos se enteraban de todo. Tenía la habilidad de tergiversarlo todo, especialmente delante de familiares y amigos.

Un día me sacudió tan fuerte que me dejó ambos ojos amoratados. Para ocultarlo, ella misma me maquilló. Aquel día me fui al trabajo deshecho, estoy seguro de que mis compañeros se dieron cuenta de lo ocurrido.
¿Por qué no la denuncié entonces? No lo sé, aún me lo pregunto muchas veces. El caso es que me acostumbré a vivir atemorizado, pensando que tal vez algún día recapacitaría y todo volvería a ser normal.

Así, el tiempo transcurrió alterando fases más llevaderas con otras cada vez más violentas. Muchas veces tuve que irme de casa de noche, en pleno mes de febrero, y dormir en el coche para evitar sus golpes.

Cuando me decidí a proponerle el divorcio, la situación empeoró. Me tuvo cuatro días sin salir de casa, secuestrado. Me quitó las llaves y el teléfono. Esa noche, mientras me agredía, me incitaba a que le devolviera los golpes, diciéndome que llamaría al 016 y me meterían en la cárcel. Estas frases aún las tengo bien presentes.

Llamé al 112 y se personó en casa la policía, que nos interrogó por separado. A ella se la llevaron a la comisaría esposada y a mí al hospital, donde me hice “famoso” por ser el único hombre que denunciaba a su mujer.
Mi parte médico habla de contusiones, policontusiones, hematomas múltiples en brazos, tórax, zona facial, mordeduras en ambos antebrazos, hematomas por todo el cuerpo.

Hoy sigo pendiente de una sentencia de divorcio por parte de un juez que, sin tener en cuenta estos antecedentes, quiere obligarme a que me vaya de mi propia casa para dejársela a ella. Me pregunto que habría pasado si en vez de ser un hombre maltratado hubiese sido una mujer maltratada.
Por eso quiero que mi caso sea considerado violencia de género, no doméstica. Soy una víctima de malos tratos. La violencia es violencia siempre.

Por favor, ayudadme a cambiar la ley de violencia de género. ¡Todos somos iguales!
Bernardo

Tremendo, ¿verdad? Ayuda por favor a Bernardo pidiendo al ministro de Justicia que la violencia contra los hombres en el ámbito doméstico tenga el mismo trato jurídico que la que se ejerce contra la mujer, y que ambas por igual estén incluidas en la Ley contra la Violencia de Género.

El caso de Bernardo, como el de tantos otros hombres maltratados, no encuentra el mismo acomodo en la justicia que el de las mujeres que son víctimas de esta lacra.

La Ley integral contra la violencia de género excluye a los hombres, porque entiende que este tipo de violencia se ejerce contra la mujer por el mero hecho de serlo. Una aberración jurídica que rompe el principio de igualdad establecido en el art. 14 de la Constitución Española, que segrega, discrimina a las víctimas y relativiza el concepto de violencia según sea el género de quien la sufre.

En el fondo, el fin que persigue esta ley desde su promulgación, compartido por las feministas radicales y los sectores llamados “progresistas”, es puramente ideológico: acabar con el modelo patriarcal presentando la violencia contra las mujeres como el arma de dominio masculino para mantener la primacía social. Como si la violencia contra la mujer fuera una condición inherente a la naturaleza masculina y la única manera de evitarla fuera someter al hombre.

El caso de Bernardo pone de manifiesto un drama social que permanece ignorado por las leyes y silenciado por la sociedad. Con el agravante de que la vergüenza se apodera de las víctimas, que prefieren callar a denunciar.

Ayuda a Bernardo. Ayuda a los hombres que soportan en silencio la violencia de sus parejas. Pide al ministro de Justicia que la violencia vuelva a ser considerada, siempre y en cualquier caso, violencia, y no el concepto jurídico interpretable que es hoy. Aquí puedes firmar.
¡Gracias por tu valentía!
Ignacio Arsuaga y todo el equipo de HazteOir.org


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