11/11/2007.
LIBERTAD DE ELEGIR.
LIBERTAD DE ELEGIR.
Pasé cerca de mi librería habitual y decidí echar un vistazo. Me llamó la atención el título de un libro ‘365 pensamientos positivos para ser feliz todos los días’. Aunque costara su peso en oro, sería una adquisición baratísima. ¡Ser feliz cada día! Sin falsas ilusiones pero con curiosidad, lo hojeo. En la página 64 encuentro el pensamiento de la 54ª mañana: ‘Cuando decides dar poca importancia a un problema, se reduce por sí solo’.
Decidí no tomarme a la ligera este consejo. ¿Será verdad tanta belleza? Pongamos un ejemplo. Luís está enamorado de María. A pesar de que ella le trata con afecto, las mejores sonrisas son para Fernando. ¡Malditos celos! Luís quiere monopolizar a María. Quiere que ‘toda’ ella sea suya. Cualquier mirada juguetona que María lanza a Fernando es como una flecha envenenada en el corazón de Luís.
Supongamos que Luís compra este mismo libro y que abre la página 64. Podrá leer el consejo que estoy comentando. Tal vez susurre: ‘No quiero sufrir más. María no se merece que esté todo el día (y la noche, añado) pensando en ella’. Pero ¿puede Luís dejar de pensar en María?
En nuestros años mozos todos nos enamoramos locamente de María, Lorena, Elena, Luisa ... y sabemos, por experiencia, que algunas de nuestras decisiones no consiguen los efectos deseados. En esta vorágine pasional, soñamos con estrangular a nuestra princesa amada, porque no nos sonríe sólo a nosotros; otras veces soñamos que estamos bailando con ella, rodeando su fino talle (es un clásico) con nuestras manos inexpertas; en otros... Pero estemos en un sueño o en otro, no conseguimos que la imagen de la huidiza damisela desaparezca de nuestra mente.
¿Podemos dejar de dar importancia a nuestra amada, como dice el consejo 54ª? No, no podemos. Pero esta negación es condicional. Depende del tiempo. Supondremos que sabemos lo que es el tiempo, como decía San Agustín. No nos preguntaremos si el tiempo fluye, y si es así, si fluye del futuro al pasado o del pasado al futuro, o si tiene un principio y un final. En cualquier caso, parece que no podemos dar sentido a nuestras vidas sin el tiempo, sea lo que sea.
Pero esta dependencia del tiempo es, a su vez, problemática. Algunos dicen, como Sthendal, que el mejor amor es el amor no correspondido, porque así no te puede defraudar la mujer amada. Y esto sería así porque nunca llegas a conocerla. Por tanto, no puede defraudarte. Pero tenga razón, o no, el autor de ‘Rojo y Negro’, en la mayoría de casos, el cambio irreversible por el que el presente se hace pasado (el tiempo), provoca que la imagen de María se vuelva intermitente y borrosa.
¿Ha conseguido Luís reducir el problema, decidiendo quitarle importancia? No, no estaba en su mano. Pero el tiempo, ese caminar sin pausa y sin retorno, hizo que Luís fuera otro Luís, y María otra María. ¿Querrá Luís a María en el otro tiempo, cuando son otro Luís y otra María? Aunque lo jure, no lo sabe. Hay cosas que no podemos decidir porque no se dejan.
Pero sí podemos elegir. Dice Ortega: ‘... el hombre es inteligente... porque necesita elegir. Y porque tiene que elegir, tiene que hacerse libre... Sólo se hizo libre porque se vio obligado a elegir’.
Elegir, algo inevitable y cotidiano, puede ser, en algunos casos, angustioso. ¿Por qué? Porque lo que vamos a ser depende de nuestras elecciones, depende de nosotros mismos. Y cuando he elegido algo, no me afecta sólo a mí y a mi futuro, sino que afecta, también, a los demás. Por eso hay tanta gente que no quiere crecer. Prefieren que otros elijan por ellos. Por eso hay tantas ovejas, en vez de ciudadanos. Y niños 'perpetuos'.
El diccionario de la lengua española de la R.A.E., nos dice, en su primera acepción, que ‘decidir’ es ‘cortar la dificultad’, y ‘elegir’, en su primera acepción, es ‘escoger’. En resumen, podemos escoger a voluntad (Luís puede escoger a María como la niña de sus sueños; otra cosa es que María acepte) pero, no siempre, podemos cortar una dificultad a golpe de voluntad (que Luís reste importancia, de un día para otro, a su enamoramiento). Aunque es menos romántico, sucede algo parecido con el insomnio. No podemos dormirnos a golpe de voluntad.
Sebastián Urbina.
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