2/8/2008.
DON BALTASAR Y
Iba yo en el coche escuchando las noticias, penosas para no variar, cuando empieza a comentarse el affaire De Juana Chaos. En resumen: 21 años de cárcel para 25 asesinatos. Siguen todo lujo de detalles acerca de la vida y milagros de este monstruo que está orgulloso de su trayectoria.
Poco después entrevistan a una de las estrellas mediáticas, el superjuez Baltasar Garzón. Le preguntan qué opina del ‘caso’ De Juana. Dice no hay caso, ni debate. Resulta que el Estado de Derecho dictó una serie de leyes en las que se aplicaban una serie de sanciones para ciertos delitos. Este individuo cumplió las penas que le aplicaron los jueces, de acuerdo con la legislación vigente. Y punto final. Así funciona el Estado de Derecho. Esto es lo que dijo. Más o menos.
Veamos. El Estado de Derecho, es decir, los legisladores, dictan una serie de leyes siguiendo los procedimientos establecidos. Entre ellos están tipos como Suñé (el de los niños extremeños pobretones), Carod Rovira, Ibarretxe y un largo etcétera. O sea, sus señorías. Dictan leyes por las que un asesinato vale, más o menos, diez meses de cárcel. Nosotros, los ciudadanos, a obedecer. Así funciona el Estado de Derecho. Punto final. Ahora supongamos que seguimos con la argumentación de Don Baltasar.
Sus señorías deciden que pasar quince años (o más) de cárcel, puede suponer graves daños en la personalidad del afectado. En consecuencia, establecen este límite sancionatorio. Ahora supongamos que un caballerete como De Juana pone una bomba en un supermercado y mata a sesenta personas. Al angelito en cuestión le tocan seis meses por asesinato. Nosotros, los ciudadanos, a callar. Otra cosa sería venganza. Fascismo de la peor especie.
Ahora supongamos que el arte matar se sofistica y perfecciona. Otro angelito se da el gustazo de asesinar a sesenta inocentes. Ahora toca a tres meses. Y nosotros a callar. Me pregunto ¿Por qué estas personas que suelen reírse de los creyentes porque tienen fe en Dios, exigen tener fe en el Estado de Derecho? Más en concreto, exigen tener fe en lo que hacen señorías como las citadas y otras que dan lustre y esplendor al Parlamento.
¿Por qué deberíamos tener tanta fe en el Estado de Derecho y sus señorías? Una posible respuesta es que, en caso contrario, nos hundiríamos en el caos. ¿Por qué? Hay mucha gente que opina que el caos (en forma de insulto a las víctimas y a las personas decentes) es lo que pasa ahora. Hay mucha gente que no quiere suprimir el Estado de Derecho y, sin embargo, no parece dispuesta a comulgar con ruedas de molino, o tener fe en sus señorías.
Muchas cosas son buenas hasta cierto punto. Comerse cuatro gambas es bueno pero no comerse cuarenta. Nos satisface darle cuatro besos a las personas que amamos pero si les diéramos cuatrocientos cada mañana nos pedirían el divorcio. Es bueno tener confianza en las instituciones democráticas pero es muy dudoso que sea bueno tener fe en nuestros representantes.
Nadie duda de que nuestros gobernantes actuales tiene legitimidad de origen. Pero ¿qué importancia tiene que el Presidente de Gobierno dijera que De Juana, un multiasesino, era ‘un hombre de paz’? ¿Debemos tomarlo como una gracia de nuestro Presidente? ¿O es que negociaba políticamente con los criminales y estaba dispuesto a hacer concesiones que humillaban y ofendían a las víctimas y al sistema democrático? Si es lo primero, me parece de una grosería imperdonable. Moralmente y políticamente imperdonable. Si es lo segundo, me pregunto si una democracia que negocia políticamente con los asesinos, merece tal nombre. Claro es que alguien negocia en su nombre. Nombre y apellidos.
Cuando una clase política es capaz de dictar leyes que suponen que un asesinato ‘cueste’ diez meses de cárcel, es que esta clase política está enferma. Y cuando una sociedad no reacciona ante tamaño insulto y humillación, también lo está. Y si es así, no quiero saber nada de los que siguen como si no pasara nada. No los considero mis compatriotas y a sus señorías no los considero mis representantes. Aunque formalmente lo sean. Recordaré unas palabras del célebre ‘Panóptico’ de J. Bentham:
Salvo las consideraciones debidas a la vida, a la salud y al bienestar físico, un preso, que pasa por ese género de sufrimiento debido a faltas cometidas casi siempre sólo por individuos de la clase más pobre, no debe gozar de condiciones mejores que las de los individuos de su misma clase que viven en un estado de inocencia y de libertad.
O sea, ‘Si sois piadosos con los crueles, terminaréis siendo crueles con los piadosos (Talmud).
Sebastián Urbina.
2 comentarios:
¿Qué pensarán allá desde lo Alto, juristas como Don Luis Legaz Lacambra, Don Antonio Quintano Ripollés o Don José Castán Tobeñas, de lo que está sucediendo en España?
Son tan lerdos que se les ha olvidado lo más elemental. Se agarran a la formalidad legal, a la forma, a que se ha cumplido la Ley. Y olvidan que la Ley solo tiene sentido cuando sirve a la Justicia.
El Derecho Procesal es muy importante, pero lo es justamente por lo que ayuda a alcanzar ese fin último: La Justicia.
Y con este indeseable, como con tantos, aplican la Ley olvidando que esa misma Ley Procesal que han utilizado para reducir a una cantidad risible la condena de este asesino, se podía interpretar también de otras formas más acordes con la Justicia. O sea, sin reducir de ese modo el tiempo en prisión con el que se castiga esos asesinatos.
Y lo triste es que estos jueces que padecemos tengan tanta imaginación para justificar la excarcelación de una etarra que quiere reproducirse ( ¿qué necesidad tendrá España de que se reproduzca esa mujer?)y tan poca para conseguir, aplicando la misma Ley, que un asesino pague por sus crímenes como merece.
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