ROGUEMOS PARA QUE NO SEA CIERTO.
Por si no le ha llegado, corro a enviarle a Mariano Rajoy la siguiente anécdota: hace sólo unos días, se reunía informalmente (el sitio no lo tengo determinado) el presidente del Gobierno con un ministro de su Gobierno y un diputado socialista, probablemente catalán. Se comentaba, ¡cómo no!, la tardanza del Tribunal Constitucional en emitir un fallo sobre el Estatut, y los problemas que acarreará la sentencia en cualquier sentido; problemas, sobre todo, para el partido de Zapatero. Éste escuchaba, como ausente, hasta que, de pronto, entre enfadado y sorprendido, dijo: “Pero, ¿de qué os preocupáis si la sentencia no se la va a leer nadie?”.
Aunque no lo confiesen, todavía les dura el asombro a los dos interlocutores del presidente. La persona que me contaba lo sucedido daba, a continuación, su particular explicación: “Es que está noqueado, ya ni siquiera comprende las consecuencias de la tremenda realidad en que vive”.
Desde luego, el intérprete no es psiquiatra, que uno sepa, pero analiza con enorme justeza el estado mental, no digamos ya el político, en que se halla Zapatero. Mensaje también para Rajoy: si hubiera que añadir al diagnóstico de la estructura psicológica del jefe de Gobierno, me podría remitir a la señalización de la triple característica que, en opinión de un empresario cercano (tan cercano que ha estado últimamente con él en varias ocasiones) formula de Zapatero: “Se mueve –dice– entre la ignorancia, el sectarismo y la nula aceptación de la realidad”. (La Gaceta)
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¡Dios mío! ¡Ampáranos!
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