EDITORIAL
El Gobierno vuelve a eludir sus responsabilidades
EL GOBIERNO había creado la expectativa a lo largo de las últimas semanas de que ayer iba a presentar una serie de medidas concretas para reformar el mercado laboral. Al término del Consejo de Ministros, la propia vicepresidenta De la Vega afirmó que el Ejecutivo «tiene un plan» y que el presidente explicaría por la tarde su contenido tras informar a la patronal y a los sindicatos.
Pero la montaña parió un ratón. No hubo tales medidas, ni siquiera propuestas dignas de tal nombre, porque el Gobierno se limitó a presentar a los agentes sociales un documento genérico e inconcreto, cuyo título ya lo dice todo: «Líneas de actuación en el mercado de trabajo para su discusión con los interlocutores sociales en el marco del diálogo social».
En realidad, lo que el Gobierno hizo ayer es plantear una especie de guión para la discusión entre la patronal y los sindicatos, que coincidieron en valorarlo como una buena base de partida para negociar.
En el documento, lo más concreto que propone el Gobierno es «examinar la posibilidad de ampliar la utilización del contrato de fomento de la contratación indefinida», algo abierto al debate como el propio Zapatero reconoció expresamente. O sea que ni siquiera está claro que se vaya a ampliar a los jóvenes algo tan tímido como el contrato con 33 días de despido por año.
Esta ambigüedad del texto es lo que permitió a los líderes de UGT y CCOO subrayar que en el citado documento «no hay referencia a nuevas modalidades de contratación ni abaratamiento del coste del despido», mientras que el presidente de CEOE afirmaba que «va en la buena dirección». Sorprende la complacencia de Gerardo Díaz Ferrán ante un simple borrador que no contempla ninguna de las medidas que ha venido proponiendo la patronal si bien tampoco las descarta. ¿Habría reaccionado de la misma forma si sus circunstancias personales fueran distintas?
El hecho es que el Gobierno no sólo no se ha atrevido a tomar medidas concretas, como era su obligación, sino que vuelve a situarse como una especie de intermediario entre los agentes sociales, a los que ayer el presidente pidió un rápido acuerdo. Una cosa es que se intente gobernar con consenso y otra que se supedite al consenso el ejercicio de la responsabilidad.
Dadas las profundas diferencias de partida, mucho nos tememos que no va a haber ningún pacto, como ya sucedió este verano. ¿Qué ha cambiado desde entonces? Lo único distinto es que la situación se ha deteriorado mucho más y que el número de parados supera ya los cuatro millones. Pero ni la CEOE ni los sindicatos han flexibilizado sus posiciones.
A Zapatero se le escapó ayer algo muy significativo: que no gobierna «para los mercados», como si éstos fueran un poder fáctico que intenta doblegar al Ejecutivo. No, los mercados no son un monstruo malvado sino que reaccionan en función de los datos objetivos que reciben. Y esos datos de la economía española son desastrosos. Según el Banco de España, nuestra economía cerró el año pasado con un crecimiento negativo del 3,6%. Son ya siete trimestres consecutivos de descensos de la riqueza nacional. Ningún país de la zona euro tiene un récord tan dañino.
Sigue dando la impresión de que Zapatero no es consciente de la magnitud de la crisis. Los ciudadanos esperaban de él ayer una serie de decisiones concretas y efectivas para flexibilizar el mercado de trabajo y lo que hizo fue arrojar la pelota al tejado del diálogo social.
No son los sindicatos ni la CEOE quienes tienen que sacar a España de esta crisis. Quien tiene que tomar medidas y asumir responsabilidades es el Gobierno, cuyo comportamiento sigue siendo muy decepcionante en una situación que requiere una determinación que no se vislumbra.
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