EL PERONISMO GRIEGO.
Fue Manuel Cruz, en un artículo publicado en El País, el primero en hablar de “peronismo a la catalana”. Me abrió los ojos, no sólo respecto de Cataluña, sino de España en su conjunto. Vivimos desde hace rato el peronismo a la española: populismo, clientelismo, movimientos y no partidos, mentiras económicas de las gordas cada día —el miércoles, con los datos del paro delante, el presidente insistió en aquello de que estamos saliendo de crisis—, ocultamiento o maquillaje de información, politización y dependencia del Poder Judicial, corrupción generalizada y un largo etcétera.
Mariano, el de Génova, le pide al gobierno que gobierne. ¿De dónde se ha sacado semejante cosa? El gobierno gobierna, a su manera, peronista. Y es mejor que lo haga de a poco, muuuy lentamente, porque si lo hace de golpe no nos salva nadie del desastre final. De hundirnos en una situación griega. La que provocó el socialismo gobernante en Grecia, el peronismo de Papandreu, con la complicidad de otras fuerzas políticas. Nosotros aún no hemos llegado a realizar el sueño dorado de los peronistas de todos los partidos, que se resume en la consigna “la clase política unida jamás será vencida ni sustituida”.
Tenemos oposición. Todavía. Aunque a veces se incline por la posibilidad de un pacto de Estado, algo imposible, porque aquí no se trata de pactar para beneficio de todos, sino para darle aire a un presidente vencido: se vio el miércoles su cara espantosa de superviviente en todos los periódicos, lo que significa que ya no hay ninguno (salvo Público, que para eso está) que lo apoye realmente.
Pero hay que hacer algo, y más pronto que tarde, porque vamos en picado.
Se hizo con Felipe González cuando su tiempo se agotó. Pero hoy nadie dice —lo pedí en estas mismas páginas hace poco— “váyase, señor Zapatero”. ¿A qué se está esperando? Si nos hundimos a la griega, la UE no ayudará. Por un lado, porque lo tiene prohibido por acuerdos de orden constitucional; por otro, porque Alemania, potencia dominante, no quiere ayudar a ningún otro país. Quedó claro en la reunión de Merkel con el BCE y el FMI, a la que ni siquiera fue invitado Sarkozy.
Si no queremos volver a la peseta —al menos, no suena mal: volver al dracma resulta escénicamente impresentable— y retroceder hasta los años cincuenta, ocupar un lugar absolutamente secundario y vivir la vieja miseria al estilo corralito, necesitamos que esa oposición que existe se mueva con fuerza, velocidad y astucia. Las elecciones anticipadas están previstas en nuestro sistema político. (Factual).
Horacio Vázquez-Rial es escritor.
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