La humillación de Patxi López es la primera consecuencia del pacto de Zapatero con el PNV para salvar los Presupuestos.
La segunda, el mensaje de deslegitimación del pacto PSOE-PP en el País Vasco lanzado desde el Gobierno de la nación.
Hay una tercera consecuencia aún más importante, que es el deterioro del liderazgo del propio Zapatero, quien salvará momentáneamente su cabeza este otoño pero llegará en condiciones penosas a las elecciones autonómicas y locales de la próxima primavera.
La segunda, el mensaje de deslegitimación del pacto PSOE-PP en el País Vasco lanzado desde el Gobierno de la nación.
Hay una tercera consecuencia aún más importante, que es el deterioro del liderazgo del propio Zapatero, quien salvará momentáneamente su cabeza este otoño pero llegará en condiciones penosas a las elecciones autonómicas y locales de la próxima primavera.
Una cosa es engañar a la oposición y a los nacionalistas catalanes, o pactar cada semana con un grupo distinto para sobrevivir en el Parlamento; y otra, ningunear a un barón socialista para hacer un pacto cuyo objetivo central es, en las intenciones del PNV, el debilitamiento de López, el ridículo del Gobierno vasco y el bloqueo de los posibles pactos PSE-PP tras las elecciones municipales y forales. Lo que no ven con buenos ojos ni los propios socialistas, que no van a montarle una rebelión a Zapatero pero sí le van a hacer un agujero aún mayor en su autoridad moral y política.
Lo que Zapatero calcula como mal menor —sacrificar a López para evitar las elecciones anticipadas y ganar unos meses para recuperar su imagen y liderazgo— puede ser su mal mayor.
La evidencia —ahora también entre los propios socialistas— es que no tiene escrúpulos políticos ni morales cuando el objetivo es salvarse a sí mismo. Ni tampoco principios ideológicos, los que llevan a un auténtico líder al establecimento de unas líneas rojas que no se pueden traspasar, aun a costa de su propio sacrificio político.
O el mal mayor de llegar a las elecciones de primavera con su credibilidad deteriorada también en su propio partido. Con una salvación momentánea que hará más profunda su caída. (Edurne Uriarte)
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