miércoles, 1 de diciembre de 2010

LA IZQUIERDA REAL.





Día 01/12/2010 (ABC)
PARA definir a Zapatero como «un izquierdista trasnochado», según los papeles de la Embajada americana publicados en Wikileaks, no se necesita mucha finura de análisis ni mucho manejo de información privilegiada. El tipo que ha redactado esas notas parece haberlas escrito tras leer cualquier día los periódicos y escuchar las tertulias de la mañana. Su diagnóstico no peca de erróneo sino de perezoso; le faltan detalles argumentales de la trivialidad política que el presidente ha impuesto en su agenda de gobierno. Izquierdista trasnochado también consideran a Obama muchos estadounidenses, pero lo que caracteriza y diferencia a Zapatero no es tanto su rancio énfasis ideológico como la banal superficialidad con que entiende la tarea de Gobierno. Es su alejamiento de la realidad, su vana autocomplacencia, su atención unívoca por los gestos y las apariencias, lo que envuelve su gobernanza en un arriesgado halo de irresponsabilidad.
El izquierdista trasnochado, por ejemplo, es un hombre capaz de desentenderse de la tormenta financiera para largarse de gira a Libia y Bolivia mientras los medios económicos españoles tiritan bajo un chaparrón de castigo. La Unión Europea duda si decretar el rescate en diciembre o dejarlo para febrero mientras nuestro presidente acude a su imprescindible cita con Evo Morales y el Gobierno desprecia de la solvencia española como «fluctuación» propia del tinglado bursátil. Desde que empezó la crisis, Zapatero ofrece la pavorosa impresión de que no entiende lo que pasa. El problema no consiste tanto en que aplique soluciones equivocadas, o incluso en que no aplique ninguna, como en la sensación de que no se da por enterado, de que no descifra las claves del proceso que tiene al país al borde de la intervención. La agenda de leyes que expuso como prioridad hace diez días era de una insustancialidad sobrecogedora en medio de esta turbulenta recesión, y demuestra que el zapaterismo ha licuado cualquier atisbo de rigor en el análisis de situación y de responsabilidad en la tarea de poder.

La sensación colectiva es que, en el peor momento de España en los últimos veinte años, el Gobierno ha desaparecido en una desconcertante dimisión de facto que deja un vacío sideral en la escena pública. El sábado, en Moncloa, los empresarios convocados por el presidente no criticaron sus medidas, como hubiese sido lógico, sino que le instaron simplemente a aplicarse a gobernar, a cumplir con su elemental obligación de dirigencia. Lo preocupante de la situación es que, fracasado en su trasnochado izquierdismo de activista juvenil, el líder de la nación ha quedado sobrepasado por acontecimientos que no alcanza a comprender en su verdadera dimensión y se ha sumido en una parálisis funcional de la que quizá no se haya enterado aún el indolente redactor de los informes de la Embajada USA. (Ignacio Camacho).
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Y la pregunta es: ¿están los que le votan a su altura moral, política e intelectual?

Si la respuesta es positiva, Dios nos pille confesados.

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