—¿Por qué el ataque de los mercados a España?
—España ha sufrido un efecto contagio, pero también tiene muchas debilidades que debía haber atajado tiempo atrás. Ha empezado un camino muy bueno y lo que hace falta es producir resultados de acuerdo con los compromisos. Una reforma laboral no es magia, no resuelve el problema si sus detalles no son los más adecuados: tiene que dar resultados.
—¿Y los dará la nuestra?
—Hay elementos que hay que refinar porque se ha quedado corta. Está produciendo efectos más lentos de lo esperado y el Gobierno debería plantearse ir un paso más allá.
—¿Cuál es la asignatura pendiente de España?
—El reto fundamental es la reforma de la negociación colectiva. La recuperación del país pasa por ahí y no verlo es hacer un flaco favor a la economía.
La rigidez con que los salarios y otras condiciones de trabajo reaccionan a las condiciones del sector provoca que para los empresarios sea más atractivo prescindir del empleo que ajustar horas, días o salarios de manera transitoria. Cuando es más atractivo cerrar que ajustar, realmente tenemos un problema. España debe mirar al mercado laboral de otros países, por ejemplo Alemania, donde el paro bajó en plena crisis.
—¿Cómo valora la actuación de los agentes sociales?
—Tienen una gran responsabilidad. Hay que impedir que el despido sea la única forma de ajuste a una crisis.
—¿Habrá una generación perdida?
—Espero que no, pero es un riesgo que está ahí y contra el que hay que tomar medidas urgentísimas. Es un verdadero drama. Qué duda cabe que cuando uno habla del 40% de paro juvenil hay que preocuparse y mucho.
—¿Cómo puede España absorber los más de cuatro millones de parados?
—Liberalizando el mercado laboral y los sectores de servicios y de producción de bienes. Hay un concepto equivocado en eso de que la rigidez protege. No sé ni de qué, ni a quién. Porque con un mercado de trabajo y de servicios poco flexible, la realidad es que los negocios desaparecen porque la relación coste-beneficio no sale a cuenta. Hay que dejar a la iniciativa privada que guíe el país. Dirigir la economía nunca funciona. Se trata de entender cómo funciona el mercado, cuáles son las reglas del juego.
—¿Por dónde empezaría a flexibilizar el mercado laboral?
—Eliminando la vinculación entre salarios e inflación, que en un mundo moderno es una lacra. Impide el ajuste del mercado de trabajo, es un absurdo, una antigualla, un dinosaurio en el siglo XXI. Países con indiciación salarial en el sector servicios arrastran inflaciones más altas porque el «shock» de los precios de la energía y las materias primas, que es igual para todo el mundo, se consolida en el sistema y prolonga sus efectos. Afortunadamente, son pocos países en Europa los que están en esta situación. Desafortunadamente, España es uno de ellos.
—¿Habrá inversión privada en las cajas de ahorros?
—Hace falta más transparencia. Es lo que reclaman los inversores a cambio de su dinero. Y más en el caso de las cajas. No porque sean peores instituciones, ni mucho menos. Creo que la mayoría de las cajas se han gestionado de forma modélica, pero muchas también se han expuesto al riesgo inmobiliario de tal manera que tras el pinchazo de la burbuja lo tienen difícil. Una diferencia fundamental entre bancos y cajas es que las segundas no han estado expuestas al control de los mercados de capital y los bancos sí. Están acostumbrados a este tipo de gimnasia. Las cajas han pertenecido a un mundo más en la penumbra, porque no lo necesitaban.
«Si la inflación no cae a final de este año, habrá que subir los tipos»
—Este es un año importante para el Banco Central Europeo...
—Sí, lleva 12 años de existencia y este toca renovar la presidencia. Echando la vista atrás, creo que los europeos debemos estar orgullosos de la institución que hemos construido. El BCE es el banco central más creíble del mundo. La entidad nació para mantener la inflación por debajo pero cerca del 2% a medio plazo y la media de estos años arroja un 1,97%. Creo que el objetivo no puede cumplirse de modo más estricto. El Banco trabaja para mantener el poder adquisitivo de la población, para que la tasa de inflación esté en un nivel bajo y tolerable y que no sea el centro de conversaciones y preocupaciones de la gente, ni en la firma de contratos. Creo que lo hemos conseguido, la inflación ya no es un problema.
—Ahora está al alza...
—Es cierto que cuando vemos un repunte de precios, como ahora, la gente se angustia. Pero la inflación actual es —confiamos— un repunte temporal ligado a los precios de ciertas materias primas. A final de año esperamos que comenzará a bajar otra vez.
—¿Y si no es así?
—Si no lo hace tendremos que actuar y subir los tipos. No podemos dejar que se vaya de nuestro control. Perder la credibilidad en el anclaje de la inflación tiene consecuencias muy serias y negativas.
—¿Le preocupa la situación en que pueden quedar familias y empresas con una subida de tipos?
—Nos acercamos a dos años con tipos de interés cercanos al 1%, pero debemos ser conscientes de que son muy bajos. En parte están permitiendo que la economía del euro recupere, pero en algún momento será necesario modificar la política monetaria. Cuando los tipos de interés bajan no hay una promesa implícita del Banco de que vayan a seguir mucho tiempo así.
—Se habla del riesgo de estanflación...
—En Europa no hay ninguna razón porque este año está creciendo a tasas cercanas a su potencial de crecimiento, cerca del 2%.
—¿Y España?
—Es un caso diferente. Está absorbiendo el pinchazo de la burbuja inmobiliaria y en un proceso de búsqueda de su camino como país. Ha de redirigir sus recursos y por eso es tan importante liberalizar los mercados para no bloquear el proceso. El caso de Alemania es diferente. Su economía se basa hoy en lo mismo que antes de la crisis. No ha cambiado su modelo de negocio. Eso no pasa aquí porque en España tiene que haber más reformas estructurales.
—¿Y este proceso debe ir acompañado de más crédito o de un proceso de desapalancamiento?
—Ambos conceptos son compatibles. Muchas entidades financieras tienen inversiones que no son centrales para su negocio. Y es ahí donde deben desapalancarse. Pero a la banca le conviene prestar, porque es su negocio, y a la economía también le conviene, para afianzar la recuperación.
«No se puede ignorar al mercado»
—¿Está el euro en peligro?
—En absoluto. Es una de las monedas más estables del mundo.Lo que ha habido es falta de compromiso por parte de algunos gobiernos con sus obligaciones con el Pacto de Estabilidad, entre ellos España. Los países deben mirar siempre de reojo lo que el mercado piensa para ver si lo están haciendo bien. No se puede ignorar al mercado. Algunos se preguntan, ¿quién es el mercado? Pues es a quien tú le has pedido dinero y, si lo haces, te sujetas a sus reglas. En esta crisis estamos aprendiendo que hay que cambiar muchas cosas.
—¿Cree que la crisis de deuda soberana se está solucionando?
—Creo que sí. La verdad es que Europa ha estado a la altura de lo que requerían las circunstancias. Ahora estamos con el proceso de dar con una nueva gobernanza así que, en mi opinión, está en perfectas vías de solución. Lo que está claro es que si un país quiere beneficiarse de las bondades de una moneda supranacional tiene que asumir que las reglas van a ser muy estrictas. (ABC).
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¿Lo habrá entendido nuestro Presidente de Gobierno y sus amigos, los sindicalistas Toxo y Méndez? Y no me olvido de los empresarios chupópteros y pelotas del gobierno de turno. Los famosos 'buscadores de rentas'. Son, incluso, más vomitivos.
Sebastián Urbina.
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