PONGAMOS QUE DIGO LO QUE QUIERO DECIR.
Le he dado un par de vueltas antes de comenzar a contarles esto. O una y media, por lo menos. Porque supongo que lo que me impulsa a escribir estas palabras tiene que ver más con una sensación personal, con un sentimiento muy concreto, que con un argumento científicamente constatado. Y ya les advierto que quizás no les entusiasme a muchos de ustedes ni a algún querido amigo. Espero me lo permitan y no me lo tengan en cuenta.
Veamos. Todo viene al hilo de una entrevista del catedrático de Historia Contemporánea Fernando García de Cortázar –a cuyos manuales, por cierto, he recurrido en tantas ocasiones– en el Heraldo de Soria y que ha recogido e-noticies.
Nos cuenta el historiador en ella que considera "dramático –y si no fuera así poco respetuoso con un premio nacional– que el niño que recogió el galardón por su interpretación en Pa negre no pudiera expresarse con corrección en español". "Nos adentra –prosigue– en ese gran problema que es la agresión al idioma común y que va en perjuicio de los propios hablantes catalanes". Se refiere a Francesc Colomer que con tan sólo once añitos consiguió el Premio Goya a la mejor interpretación masculina en su apartado Actor Revelación.
Leído esto, recurro al vídeo una y otra vez puesto que no recordaba las palabras exactas empleadas por el chaval en su breve alocución con el galardón entre sus menudas manos. Sí recordaba el marcado acento, así como el de su compañera Marina Comas, otra jovencísima actriz oriunda de Torelló y ganadora también de otro Goya por su actuación en el mismo largometraje de Agustí Villaronga.
Recupero el momento una y otra vez y escucho, además, las más que equilibradas y sensatas palabras que al día siguiente esta joven pareja dedicó a RTVE a punto de coger el AVE de regreso a Barcelona. Ambos enternecedores, reconociendo que este merecimiento les llega demasiado pronto, que no saben si, aunque agradecidos, es justo recibirlo teniendo en cuenta sus cortas trayectorias. Los dos se expresan en un más que correcto castellano, hilando unas palabras con otras en un armonioso español, con esa particular manera de canturrear que tenemos muchos catalanes. Me temo que una servidora dejó de cantar hace ya algún tiempo.
A Francesc Colomer no le falló la lengua. Le fallaron los nervios y bastante airoso salió tras subir a un escenario con España entera como testigo y tener que hablar con la escasa experiencia que te da ser un pre-adolescente.
Sé perfectamente lo que García de Cortázar quería decir. Y no será porque no me haya dejado tintas y teclados desgastados por el camino criticando una Ley de Política Lingüística que, desde su aprobación en 1995, nos ha regalado numerosas escenas surrealistas y situaciones de clara indefensión en cuanto a la ausencia de una libertad tan básica como la de poder elegir la lengua de escolarización de tu hijo. Y lo seguiré denunciando siempre que lo crea conveniente, así como otras muchas cuestiones que afectan a mi querida tierra y que contribuyen, sin duda, a tensar y tensar la cuerda con el resto de España.
Pero sí. No les voy a engañar. Esta vez me ha molestado, qué quieren que les diga. Y se trata de una minúscula muestra de otras que a los catalanes que nunca hemos compartido las tesis nacionalistas y que las hemos intentado combatir desde la razón nos acaban resultando igual de incómodas en algún que otro momento.
Descargar ciertas iras en un chaval que, emocionado, recoge un merecido galardón me parece poco apropiado. E injusto. Y lo tenía que decir porque así lo sentí. No hace falta reiterar lo que tantas veces les cuento, pero el rechazo, probablemente ganado a pulso, hacia Cataluña, confundiendo a unos y a otros, a representantes políticos y a ciudadanos, sin tener en cuenta el sentimiento de una gran parte de catalanes que nos sentimos plenamente identificados con el proyecto español, es cada día más evidente.
Y es agotador. Amo a Cataluña y amo a España. Es tan sencillo como eso. Me expreso en ambas lenguas con la misma fluidez y ambas me gustan. Y me gusta cómo se complementan y cómo se enriquecen. Ruego a algunos con los que en el fondo compartimos muchos planteamientos pero que no siempre coincidimos en la forma, que por favor, no me hagan tener que escoger más entre mi madre y mi padre. Y menos ahora. Porque no se trata de eso.
Además, no lo olviden, los más nacionalistas, los más independentistas, se frotan las manos con estos comentarios. Y las urnas, hambrientas, se empiezan a alimentar. (Eva Miquel Subías/ld)
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¡Qué gusto leer a catalanas como Eva! Un cariñoso saludo.
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