Se puede oír por todas partes: «Este intento pro democracia de las masas egipcias entregará el país a los islamistas de los Hermanos Musulmanes». Puede ser. O puede que no.
Una democracia no deja de ser buena por impedir que concurran a las elecciones quienes combaten esa democracia. En España tenemos partidos ilegales, en Estados Unidos no permitían candidaturas comunistas (de existir hoy, habría que darles una condecoración a la perseverancia) y en Alemania no se consienten candidaturas nazis. ¿Por qué habría que permitir candidaturas islamistas que pretenden finiquitar la democracia de la que se sirven para alcanzar el poder?
Hacer paralelismos entre el Egipto de 2011 y la Gaza de 2006 en la que ganó Hamas las elecciones puede tener similitudes —quizá no las que algunos piensan. Hamas ganó allí contra la rampante corrupción del régimen de Yasser Arafat. Incluso en pueblos cristianos como Taiba ganó Hamas. ¿Querían los cristianos dar el poder a los islamistas? No. Querían acabar con el régimen (palestino) opresor que padecían y no había más alternativa.
En Egipto tampoco la hay. Porque Mubarak ha garantizado que no exista. Por eso es necesario forzar a Mubarak a que ceda el poder y dé pie a un régimen de transición. Uno que permita surgir alternativas. De continuar la represión sin más opciones reforzarán a los hermanos Musulmanes y se unirá en torno a ellos gentes de toda tendencia ideológica. ¿Cuántos simpatizantes del PP no conoce usted que en 1977 votaban al PCE?
Tras una dictadura el mapa electoral tarda en asentarse. Y para dictadura, la de Mubarak. Por eso los Hermanos Musulmanes mantienen hoy perfil bajo. Porque creen que esta movilización les llega antes de tiempo. A ellos sí. A Mubarak también. A los demócratas, seguro que no. (Ramón Pérez-Maura/ABC)
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