jueves, 17 de febrero de 2011

HUELE A PODRIDO







UNA OLLA PODRIDA.


En picado ha caído la competitividad de España y, aun así, aunque suene mal decirlo, demasiado poco ha caído para lo que nuestro país esconde, que es una verdadera bomba de relojería. Y es que en Davos, que es donde nos evalúan, miden variables que pueden cuantificar de forma relativamente sencilla, como el incremento en la capacidad de crear riqueza del tejido productivo gracias a la implementación de reformas estructurales –o el estancamiento o reducción por la ausencia de esas políticas, que ese es aquí el caso– o el grado de flexibilidad de nuestro mercado laboral, que, como consecuencia de la última ley vendida como reforma a la opinión pública, sigue siendo prácticamente nulo. Demasiado poco ha caído nuestra competitividad porque, si los que hacen los informes rascan ligeramente sobre la superficie, lo que encontrarán es un sistema viciado –además de inmoral– donde por cada tres personas que trabajan pagan a un pensionista y a un parado. Y eso con suerte.


Porque no es que la nuestra sea una economía poco competitiva, no, es que estamos ante un modelo insostenible que cada vez producirá menos porque el coste de oportunidad que lleva aparejado ese trabajo es, a medida que pasa el tiempo, progresivamente más alto. En Andalucía, sin ir más lejos, una de las comunidades con el desempleo rozando el 30%, unos cobran pensión y otros el subsidio de paro, pero es que hay que sumar, además, a los que cobran el PER y a los que tienen amiguetes en la Junta que les facilitan la cancelación de la hipoteca incluyéndoles en cualquier lista de personas bien remuneradas: un ERE falso, una prejubilación amañada o lo que se tercie.


Gracias a la financiación que aportamos al fondo de solidaridad los que trabajamos en toda España, no sólo en Andalucía, unos mantienen la poltrona y otros les sostienen poniendo la mano. Obviamente, cuesta mucho menos esfuerzo que levantarse a trabajar a las siete de la mañana, así que cada vez serán menos los que lo hagan… ¿De competitividad hablan en Davos?

(Ana Samboal/La Gaceta)

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