CRISPACIÓN Y RELATIVISMO.
Dos periodistas, José Javier Esparza y Antonio San José, han escrito sobre la crispación política en España. Según el primero, ‘la izquierda tiene una especie de complejo de hiperlegitimidad’. De acuerdo con el segundo, ‘es el centro derecha el que maneja el trazo-grueso’.
A partir de ahí, ambos desarrollan una serie de argumentos en apoyo de sus tesis. Según el primero, la crispación es responsabilidad de la izquierda, al menos de manera básica y mayoritaria. Esta (supuesta) hiperlegitmidad de la izquierda es la que permite que se crea con derecho a todo. A insultar y a utilizar la violencia, si lo considera oportuno. Murcia sería el último ejemplo de este tipo de comportamientos.
En cambio, el segundo periodista dice que el responsable de la crispación es el centro-derecha. Cosas del trazo-grueso y de dar la culpa de todo al gobierno. Lo que llevaría a un clima de creciente crispación.
Si existe la objetividad (aunque sea con letra pequeña), tiene sentido debatir acerca de las dos opiniones de los citados periodistas. Por ejemplo, tendría sentido decir que uno tiene más razón que el otro. Ahora bien, si la objetividad no existe y lo único que nos queda es el relativismo, la situación cambia radicalmente.
Bueno ¿y qué es la objetividad? Para empezar, supongamos que alguien nos dice que ‘los juicios morales son subjetivos y relativos’. Es lo que está de moda. Sin embargo, las consecuencias no son irrelevantes.
Veamos un ejemplo. Dos individuos desean tener relaciones sexuales con una mujer. Ésta les dice que no quiere saber nada de ellos. Pero no se rinden. La esperan, por la noche, en un lugar oscuro, y la violan. Llevan la cara tapada y no hablan para no ser reconocidos.
Con independencia de que han cometido un delito tipificado en el código penal, queda la cuestión moral. Si los juicios morales son subjetivos y relativos ¿por qué deberían tener algún tipo de remordimiento por lo que han hecho? ¿Por qué habría que condenarles moralmente? Todo es relativo.
Otro clásico ejemplo es la ablación del clítoris y tiene que ver, no solamente con el relativismo sino, además, con el multiculturalismo. Esta maléfica doctrina nos dice, resumidamente, que todas las culturas son igualmente respetables.
Si lo aceptamos, tendremos que aceptar que la mutilación sexual de las niñas es moralmente respetable. O cortar las manos a los ladrones. O ahorcar a los homosexuales. O azotar públicamente a las adúlteras, etcétera, etcétera. A esto nos conduce el relativismo y el multiculturalismo.
Según el relativismo normativo, que es el que más nos interesa ahora, los diferentes principios morales existentes tienen igual valor moral. Según el multiculturalismo, las diferentes culturas serían como un todo homogéneo que debe respetarse. La consecuencia ha sido, en la práctica, la creación de guetos culturales. Europa está llena de ellos. Surgiría así un tipo de convivencia política en el que las culturas serían aceptadas como un todo, sin que pudieran cuestionarse, ya que las diferencias culturales (sean las que sean) serían un valor a proteger. En concreto, sajar el clítoris, cortar las manos a los ladrones, azotar a las adúlteras, etcétera.
En este contexto, ya no hay ‘bueno y malo’. ¿Por qué? Porque todo es relativo, excepto el propio relativismo. Y con esto volvemos al principio. ¿Qué es la objetividad? Adoptar un punto de vista imparcial, estando informado, es una finalidad propia de toda persona que quiere ser objetiva. Aunque la imparcialidad es un ideal, nunca conseguido absolutamente.
Si creemos que los jueces dictan sentencias injustas (sin entrar ahora en lo que esto significa) nos indignamos. ¿Por qué si todo es relativo? Porque esperamos justicia. Esperamos imparcialidad. Que se trate igual a los iguales. Pero hacer esto es factible si existe la objetividad.
Por ejemplo, si no puedo afirmar que el accidente (A) es igual (o sea, suficientemente parecido en los aspectos relevantes) que el accidente (B), no se les podría aplicar la regla, ‘tratar igual a los iguales’. Por tanto, tiene que haber criterios suficientemente objetivos para afirmar que los dos accidentes son iguales, en el sentido indicado. Y, en consecuencia, se les aplica la misma norma jurídica.
Si rechazamos lo dicho hasta ahora y afirmamos que la objetividad no existe, nos queda la opción de lanzar una moneda al aire. Si sale cara, tiene razón el primer periodista; si sale cruz, tiene razón el segundo periodista. ¿Es esto lo que enseñaremos a los estudiantes en las escuelas? ¿Es así como deberíamos solucionar nuestras dudas?
No es necesario defender una objetividad fuerte en el ámbito de los juicios morales, como la que se predica de las ciencias empíricas. Es suficiente con negar el relativismo y exigir razones justificatorias de nuestras opiniones morales. La alternativa a lo que digo sería: creo esto ‘porque sí’ o ‘porque no’. O el conocido, ‘mi verdad y tu verdad’, etcétera.
Pensemos en lo que le diríamos a un hijo pequeño que nos pregunta: ‘¿Está mal poner una zancadilla a una viejecita?’ La respuesta relativista sería: ‘lo que tú decidas, hijo mío, será tu verdad’. ¿Es esto lo que queremos?
Por cierto, y hablando de crispación, ¿cuántas veces los militantes y simpatizantes populares han asaltado las sedes del partido socialista? ¿Ha aceptado el Partido Popular, algún Pacto de Tinell para excluir al partido socialista de la vida política? ¿Ha fomentado algún ‘cordón sanitario’ contra el Partido Socialista? ¿Ha metido en un microondas a Pablo Iglesias, en algún programa televisivo? Lo digo porque una cadena progre metió la figura de Jesucristo en un microondas, para recochineo del respetable público.
Y en la famosa entrevista de Gabilondo a Zapatero, éste dijo: ‘Nos conviene la tensión’. Creía que el micrófono estaba cerrado.
Claro que si todo es relativo....
Sebastián Urbina.
(Publicado en La Gaceta/Baleares)
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