jueves, 29 de septiembre de 2016

TRUMP/CLINTON









ILUSIONES HALLADAS.
 
Qué patética Europa, sobre todo España y Francia, cuán fúnebres ambas. Cada vez deseando parecerse más a una novela de Honoré de Balzac, eso por tratarla bien. Pero todavía más patética la prensa de izquierda, incluida la estadounidense. Tras el primer debate entre Hillary Clinton y Donald Trump, CNN se soltó a anunciar una encuesta de socialistas y entre socialistas, y en ese mundo raro Clinton había ganado ampliamente. Enseguida la vieja Europa y sus anticuados periodistas izquierdosos se pusieron todos a copiar de lo que CNN les dictaba.

No esperaron a ver por ellos mismos el debate, aunque fuera retrasmitido, ni siquiera se frotaron los ojos legañosos; una vez despiertos, indagaron en internet, en su proveedor predilecto, CNN, y de allí brotó la información deseada, como surgida del correcto abrevadero. No fueron a buscar al racional manantial de la duda, aquel de Ayn Rand, ni siquiera contrastaron informaciones con otros medios y otras encuestas más equilibradas. Tal era el deseo de que Clinton ganara, que para ellos y para CNN tenía que ganar y ganó Clinton. Hasta mi querida Nativel Preciado cayó en el abismo de esa quimera, pero qué vamos a esperar de TVE, cada vez más parecida a la televisión cubana.

Siento anunciarles, estimados europeos, que yo vi el debate en directo, pues me encuentro en Estados Unidos, y que mi primera apreciación, sin ir a copiar encuestas de nadie, fue que Trump se había llevado la palma. Y Trump ganó porque Trump no fue a buscar solamente ganancias televisivas de un rato. No, Trump sabía que lo principal era mantenerse inalterable, aunque en su incómodo estilo. Y lo consiguió. Trump tenía claro que debía llegar más allá de su electorado y lo logró. 

Clinton en cambio se quedó varada en su hipocresía, en sus frases irónicas, en sus soberbias mentiras, amparada con ese halo irónico que la hace parecer más inteligente que los demás, más segura y más aceptada, y por encima del resto de los mortales. Típico de la izquierda: si soy de izquierdas soy con toda certeza mejor que nadie.

Trump ganó. Lo indican muchísimas otras encuestas, y los periodistas europeos no hubieran tenido que aventurarse con ir a buscar en CNN, pues ahí mismo, al lado, en los periódicos ingleses tenían la verdad. Trump ganó, lo afirma hasta el mismísimo Michael Moore, ese racista anticubano de ultraizquierda. Trump ganó, y para mí es una solución a medias. No aguanto a Trump, pero menos la aguanto a ella. Pero de los dos males, el menor a mi juicio es Trump.

De un Trump se sale rápido, de una Clinton costará ocho años más de la misma política errática de Barack Obama. Además, lo que tienen de importante estas próximas elecciones es que por fin existe la posibilidad de liberar y de limpiar la política norteamericana de esos clanes familiares que tanto daño han hecho, al inmovilizarla en sus redes de falsas y seductoras ilusiones: los Kennedy, Bush, Clinton. Fíjense bien que hasta los Bush se han unido para votar a Clinton, ellos tan republicanos para una cosa y tan socialistas para otras.

Por otra parte, Clinton no es una demócrata, Clinton es eso, una socialista rayana en lo comunista. El reciente encuentro de su marido con Raúl Castro lo confirma. Clinton es más peligrosa que Bernie Sanders, porque lo que el otro clama ella lo oculta de manera siniestra.

Europa, melodramática al fin, queriendo aferrarse a las causas e ilusiones perdidas de una izquierda dominadora, todavía se cree que los Clinton son demócratas y, cómo que no, no se cansa de repetir que Trump se parece a Le Pen. De ninguna manera, Marine Le Pen no tiene nada que ver con Trump. Marine Le Pen tiene más que ver con los Clinton y con la idea del clan familiar en política, de ahí nació y de ahí se alimentó, de la política ultraextremista de su anciano padre.

De Trump y del debate han dicho hasta que iba drogado. Y sin embargo la que daba la impresión de estar bien empastillada era ella, y no sólo eso, además iba perfectamente cableada, como se puede corroborar en esta foto y en otra imagen en la que hasta se le ven los pinganillos introducidos en las orejas.

El moderador Lester Holt sin duda alguna moderó a favor de ella, interrumpió a Trump unas cuarenta veces contra nueve veces que lo hizo con Clinton. No hizo ni una sola pregunta incómoda a la señora Clinton. Hasta el público reaccionaba entusiasta a las intrigantes intervenciones de la candidata. Demasiado entusiasta diría yo, para tan poca enjundia.

Para rebajar a Trump han querido endilgarle inclusive que estuviese a favor de la guerra de Irak, cuando fue el único que se opuso, mientras Obama y los Clinton apoyaron esa guerra. Pero no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Entonces, con las ilusiones halladas de que por fin se abre una esperanza de sacarnos de encima a todos estos políticos que llevan décadas aferrados al poder y enriqueciéndose con el poder, lo único que me queda por aconsejarle a Trump es que la próxima vez se prepare mejor, no sólo para enfrentarla a ella, sino para enfrentar además al moderador, al público y a la prensa izquierdista americana y europea.

 Lo que no quiere decir que gane las elecciones, que ya sabemos cómo ha cambiado el mundo, pero al menos mostrará un camino menos pedregoso y una vereda donde los jazmines serán jazmines y no los ramos plásticos artificialmente perfumados que adornan escritorios graciosamente ovalados donde desaparecen emailes y desde los que se observa impertérrito la masacre islamista en una embajada.

(Zoé Valdés/ld.)
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