viernes, 5 de julio de 2019

INDIVIDUO Y NACIÓN.





 INDIVIDUO Y NACIÓN.


J. de Maistre y J.G. Herder coincidían en que «Las naciones tienen un alma general y una auténtica unidad moral que las hacer ser lo que son. Esta unidad está anunciada sobre todo por la lengua».

Curiosamente, los tradicionalistas y románticos coinciden con cierta tradición de izquierdas. En que la vida de las sociedades es una especie de proceso sin sujeto. Así lo decía el filósofo marxista L. Althusser, «la historia es un proceso sin sujeto». El individuo sería una construcción, no abstracta sino derivada de la sociedad en que vive. Lo que adquiere relevancia es la nación en la que se constituye el sujeto. El sujeto de la historia sería la nación. Y para los marxistas, el proletariado, la clase social, las estructuras...


Pero la sacralización de la nación, o de la clase social/estructuras, -o la obsesión identitaria- conducen al ocaso de los valores universales, basados en individuos libres e iguales. Aunque no toda la izquierda piensa así, es una corriente importante. Tal vez, esto ayude a entender cómo la izquierda y los separatistas antiespañoles se lleven tan bien. Mezquinos intereses aparte.


¿Por qué la izquierda -con las excepciones de rigor- se siente más cercana a las supuestas naciones catalana, vasca y gallega, que a la nación española? 


Porque la izquierda -en general- no cree que España sea una nación. Se ha creído la propaganda de los separatistas antiespañoles, incluida la Leyenda Negra. España sólo sería una infraestructura jurídico-política. Carecería de las emociones, sentimientos y narrativa de las verdaderas naciones: Cataluña, Vascongadas y Galicia. Por ello, izquierdistas y separatistas huyen de la palabra 'España'.


 Dicen, 'Estado español', 'este país', o 'geografía española'.
Recordemos el Día de la Hispanidad, el 12 de octubre de 2018. Los separatistas antiespañoles no asistieron a la festividad. Son los que tenían la llave para que Pedro Sánchez pudiera seguir en la Moncloa. A pesar de que dijo que convocaría elecciones «cuanto antes». Bueno, ya sabemos lo que pasó después.


Su compinche Pablo Iglesias, que le apoyaba en la aprobación de los presupuestos, tampoco asistió. ¿Desprecio a España? Por supuesto. Si usted tuviera dudas, recordaré que Pablo Iglesias, en un artículo publicado en la web Rebelion.org, y recuperado por ABC, afirmaba textualmente que, el himno español, es «una cutre pachanga fachosa» y se quejaba de tener que soportar, «día tras día, el nacionalismo español y su bandera monárquica y postfranquista». ¡Y este tipejo quiere gobernar España! ¡Será para cargársela!


Pero, al menos, ha sido coherente con su desprecio a España. ¿Y los demás políticos de izquierdas? ¿También han sido coherentes, o disimulan?


Ahora nos alejamos de la actualidad. En la redacción de la Constitución de 1978, nos dice C. Alonso de los Ríos, en su libro La izquierda y la nación. Una traición políticamente correcta: »En la discusión del artículo 2, en el informe de la Ponencia, las posiciones de los partidos de izquierda se mostraron contrarias a la introducción del concepto Nación española».


Asómbrese, a menos que sea usted políticamente correcto. El PSOE se opuso a que la Constitución introdujera el concepto «Nación española». ¡Esto sí que es progresista! No hay como estar en el lado bueno de la historia y ser moralmente superior. ¡Qué chollo!


Más dosis de progresismo. Dice C. Alonso de los Ríos: «El 1 de Octubre (1998), el Parlamento catalán pedía la autodeterminación y rechazaba una reforma de la Constitución. Esta reivindicación tuvo sólo la oposición del PP, al considerar que Cataluña ya se autodeterminó cuando aprobó la Constitución y el Estatuto. Socialistas y ex comunistas se abstuvieron con el argumento de que la cuestión merecía ser debatida con más rigor y profundidad».


 Como se ve, la izquierda se abraza a los separatistas antiespañoles desde hace tiempo. Negar el derecho de autodeterminación a Cataluña, Vascongadas y Galicia, sería de fachas españolazos. Da pereza, pero no queda más remedio que insistir. Recordemos lo que decía el ilustre periodista, académico y escritor J.F. Revel. El derecho de los pueblos a decidir por sí mismos no puede significar en la práctica que cada minoría étnica, lingüística o religiosa disponga de un Estado independiente, sino que toda minoría disfrute de la protección de las leyes del Estado del que forma parte. 



La alternativa progre/separatista plurinacional es una España dividida en 17 nacioncillas. Solamente por el ridículo internacional deberíamos huir de estas peligrosas idioteces identitarias. Al margen de la catástrofe política, social y económica.


Recordemos la resolución 1514 (XV) de la Asamblea General de las Naciones Unidas el 14 de diciembre de 1960.
6. Todo intento encaminado a quebrantar total o parcialmente la unidad nacional y la integridad territorial de un país es incompatible con los propósitos y principios de la Carta de las Naciones Unidas.


7. Todos los Estados deberán observar fiel y estrictamente las disposiciones de la Carta de las Naciones Unidas, de la Declaración Universal de Derechos Humanos y de la presente Declaración sobre la base de la igualdad, de la no intervención en los asuntos internos de los demás Estados y del respeto de los derechos soberanos de todos los pueblos y de su integridad territorial. 


Pablo Iglesias (Podemos), con su demagogia habitual, defiende el «derecho a la autodeterminación», porque considera que son «los ciudadanos quienes deben decidir en qué modelo territorial quieren vivir». La ONU y la Constitución española le importan un pimiento. Como a los golpistas catalanes. Para ambos, la ley democrática es papel mojado.


En Si España cae...Asalto nacionalista al Estado, C.A. de los Ríos, dice: «Mi idea es que el actual Estado de las Autonomías únicamente se mantendrá, digo incluso como Estado, en la medida en que esté presidido por la solidaridad y la cohesión, lo cual únicamente es posible a partir de una conciencia de Nación». O sea, la nación española. No la han defendido ni el PSOE, por abrazar/comprender a los separatismos antiespañoles, ni el PP, por cobardía. 


¿Le apetece una confederación de pueblos ibéricos de bellota? O sea, revivir la trágica Primera República. Antes de suicidarse, piénselo.


(Sebastián Urbina es Doctor en Filosofía del Derecho/ElMundo/5/7/2019.)

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