A QUIÉN VOTAR ES CASI LO DE MENOS.
Desde las elecciones de 2008 y el acomodo de Rajoy en el ministerio de la oposición simpática, no hay cuestión que atribule más al liberal conservador medianamente exigente que la de decidir a quién premiar con su voto. O a quién castigar, que viene a ser lo mismo. ¿Es Zapatero el mal mayor y hay que ir al voto útil? ¿De qué sirve que gane el PP si mantiene lo esencial del legado socialista, no hace ninguna reforma profunda y pacta con los nacionalistas? ¿Será el partido de Rosa Díez la solución al dilema? ¿Tal vez la abstención? ¿Y la moneda al aire? El laberinto del votante discurre por esos y otros interrogantes similares sin que encuentre salida fácil. Ninguna opción satisface por completo. Es el momento de cambiar de pregunta.
La nueva cuestión es más compleja, pero más importante. Se trata de cómo lograr que el partido afín, lejos de rebajar y alterar sus principios en la vana esperanza de desmovilizar a los contrarios, que eso están haciendo desde Génova 13, responda a las demandas de sus votantes. De aquellos que las tienen, claro, pues los hay que se contentan con que gobiernen los suyos y les da igual lo que hagan. En este punto, el de cómo influir en el partido de referencia, topamos con varios problemas estructurales y, sobre todo, con uno: la debilidad, por no decir inexistencia, de la tan mentada sociedad civil.
La izquierda y el nacionalismo cuentan con una, aunque falsa. Son organizaciones pantalla, correas de transmisión y titiriteros subvencionados, pero dominan el cotarro. Su única labor es ayudar al partido matriz a conquistar a la opinión pública y a denigrar y perseguir al adversario.
Por otro lado, en el campo opuesto a ambos, lo que hay es independiente y noble, pero tremendamente escaso. Y padece, casi siempre, la hostilidad añadida del PP, ¡cráneos privilegiados!
Se me dirá que el único mensaje crítico que entiende un partido político es el voto de castigo. Y es verdad. Pero mientras no crezcan los grupos, las asociaciones y las voces que defiendan de forma articulada sus intereses y sus ideas frente al poder y la partitocracia, los partidos apenas sentirán la presión y el elector se verá abocado, una y otra vez, al dilema de antes, o sea, al de ahora. Si hay que esperar a las elecciones, ya es demasiado tarde. (Cristina Losada/LD)XXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXXX
BALEARES Y EL PARTIDO POPULAR.
Si aplicamos estas consideraciones a la situación de Baleares, es decir, si el Partido Popular 'oficial' es más de lo mismo, solamente queda Carlos Delgado como solución, o que la sociedad civil se movilice para exigir al Partido Popular lo que quieren sus votantes.
Pues bien, parece que lo que quieren, mayoritariamente, los votantes del Partido Popular (en algunas cuestiones que se han convertido en básicas, como la libertad de lengua) es coherente con el discurso político de Carlos Delgado. Pero no lo es con el discurso de los designados a dedo por Estarás/Rajoy. Es decir, Bauzá y Pastor. Además, no son fiables. Y esto lo saben muchos votantes y simpatizantes.
Digamos, de paso, que Delgado tiene más ideas y propuestas que las de la libertad de elección de lengua. Lo digo porque sus adversarios políticos (y muchos hay dentro de su propio partido) tratan de menospreciarle, diciendo que no le interesa nada más. Falso. Tienen miedo a perder sus sillas y no tienen agallas políticas suficientes para parar los pies a los catalanistas y sus compañeros (socialistas) de viaje. Por eso mienten o distorsionan la realidad. Para no quedar en mala posición ante el electorado.
En resumen, el panorama político es desolador. Los socialistas nos llevan a la ruina (ya lo hicieron en 1993, con González y Solbes) y los populares de Rajoy (y sus seguidores) hablan de economía porque no quieren crispar. Son tan tontos (políticamente hablando) que se han tragado lo que sus adversarios les han dicho repetidamente: que, en la pasada legislatura, sólo se dedicaron a crispar. Y la gente se ha asustado y se ha alejado. Hay que susurrar. Esta vez, no a los caballos sino a los votantes populares. Y al que quiera escuchar en vez de ir al Notario. Como CIU.
Son tan tontos que se han creído las mentiras políticas de sus adversarios. Aunque quisieran crispar, son unos principiantes si los comparamos con los socialistas. Insistiré en lo que considero su más grave idiotez política. Es cierto que hay que hablar de economía. Hay que dar alternativas y, especialmente, hacer ver al electorado la grave responsabilidad del gobierno. Un gobierno mentiroso. Un gobierno que, además, ha adoptado la política económica equivocada. No es cierto que 'todo el mundo' haga lo mismo. Por ejemplo, Alemania y Francia (que ya salen de la crisis económica) han bajado los impuestos mientras Zapatero los sube y anuncia más subidas. Y encima dice que la salida de la crisis la pagarán 'los poderosos'. O sea, recochineo. Aunque mucha gente se deja conquistar por la demagogia. Por eso nos vamos acercando a Argentina.
Pues bien, además de hablar de economía, el Partido Popular de Rajoy tiene que hablar de política. Porque España, a diferencia de lo que sucede con los demás países europeos, tiene una grave doble crisis: una crisis económica y una crisis política. No mencionaré las sub-crisis, como la crisis educativa y otras. Me interesa destacar los dos grandes problemas que tenemos, que están interconectados.
Por ejemplo, no podremos salir de la crisis económica mientras el Estado de las Autonomías siga como hasta ahora. Es decir, un gasto no productivo irresponsable, una financiación que se recibe del resto de los españoles con independencia de la seriedad y la responsabilidad con la que se han gastado los dineros públicos recibidos. De este modo, se fomenta la irresponsabilidad fiscal. Porque yo sé que si me quedo sin blanca, Papá-Estado proveerá, con el bolsillo de los ciudadanos-súbditos.
Lo que hay que hacer es quejarse (de esto saben mucho los nacionalistas periféricos) y , si es posible, tener cogido a Zapatero por los cataplines. Como es el caso del Tripartito catalán. Por no hablar de la corrupción política, o de la grave y antieconómica descoordinación causada por los 17 Reinos de Taifas. Claro que estamos 'más cohesionados que nunca', como dijo el Gran Zapatero.
O sea, un desastre. Progresista, pero desastre.
Sebastián Urbina.
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