lunes, 28 de septiembre de 2009

LAS FRAGANCIAS DEL OASIS.


Domingo, 27-09-09 (ABC)
EL OASIS CATALÁN

EL caso Millet ha venido y nadie sabe cómo ha sido. Y ha venido para quedarse entre nosotros. Preguntas. ¿Cómo es posible que ninguna de las ocho auditorías realizadas -¡menuda perspicacia y agudeza la mostrada por los auditores economistas!- detectara irregularidades en la gestión de Félix Millet? ¿Cómo es posible que a un personaje con antecedentes -caso Renta Catalana- no se les prestara la atención debida? ¿Cómo es posible que los políticos catalanes, después del informe de la Sindicatura de Comptes de 2002 que constataba irregularidades, guardaran el caso en el cajón? ¿Cómo es posible que la Administración no controlará las subvenciones públicas otorgadas? ¿Dónde estaban los mecanismos de control? ¿Por qué el personaje tenía carta blanca?

Hay cosas que no se entienden. Como no se entiende que nadie sospechara a la vista del patrimonio y viajes que atesoraba el personaje. Decía que hay cosas que no se entienden. Corrijo. Hay cosas que sí se entienden. A Félix Millet nadie le controló, porque era de los nuestros. ¿De los nuestros? Pues, sí: un catalanista de familia ídem de toda la vida, un catalanista de rancio abolengo cuyos antecedentes se localizan, ni más ni menos, en esa Reinaixença del siglo XIX que dio los primeros pasos en la construcción de la nación catalana.

¿Les parece poco? Más: Félix Millet estaba al frente, ni más ni menos, de instituciones catalanistas de toda la vida como el Palau de la Música Catalana y el Orfeó Català. Félix Millet era uno de los miembros de eso que llaman la sociedad civil catalana. Un miembro del ejército de combate catalanista que lucha por la noble tarea de la reconstrucción nacional de Cataluña.

Félix Millet era un padre de la Patria. Un prohombre nacional. Y de golpe, por culpa de unos billetes de quinientos euros -¡qué prosaica es la existencia humana! ¡qué prosaica es, incluso, la existencia de los patriotas!-, todo se derrumba. Y nadie puede evitarlo. Nadie puede ocultarlo. Por muy de los nuestros que sea.

El caso Millet ha venido para quedarse. Por dos razones fundamentales.

En primer lugar, porque retrata la manera de ser y hacer de una parte -no generalizo, qué conste- de la sociedad civil y política catalanas.
Y es que la autoinculpación de Félix Millet es una inculpación de los otros. De los suyos. Una inculpación de quienes aceptan dinero negro, de quienes pagan en efectivo y sin declarar, de quienes piden comisiones de forma «institucionalizada», de quienes -por incompetencia, desidia o disimulo- no abren boca.

En segundo lugar, el caso Millet ha venido para quedarse si alguien, tirando del hilo, encuentra algunas connivencias más allá de lo previsible. ¿Alguien podría tirar del hilo -escarbar y remover- en los meses anteriores a las elecciones autonómicas del otoño del próximo años? El caso Millet puede desvelar la realidad de un oasis catalán en el que, a la italiana, quizá haya muchas cosas enterradas. ¡Menudo ejemplo! ¡Y le dieron la Creu de Sant Jordi !

2 comentarios:

Joan dijo...

El senyor Millet és un militant notori del PP.

Manuel García Gargallo dijo...

Tant se val, Joan. És català i com bé sap tothom el que passa per aquí, tots estan malalts de nacionalisme i son males persones. Tot molt lògic, si senyor...