viernes, 4 de septiembre de 2009

LA CASTA POLÍTICA.


Viernes, 04-09-09

EL presidente Zapatero siente una pasión irrefrenable por las grandes palabras. Nos vendió la paz hasta que ETA le despertó de sus sueños y le hizo recuperar la política de persecución implacable iniciada por Aznar. Se inventó aquello de la nación de naciones y desde entonces tiene pesadillas con el Tribunal Constitucional.
Ahora ha descubierto la solidaridad. Qué bonito, quién se va a retratar como egoísta desalmado y oponerse a la extensión del subsidio de desempleo a los parados que hayan agotado la prestación. Les prometo que no soy mala persona, al menos lo intento, pero yo me opongo.

Déjenme que se lo intente explicar. Empezaré recordando una expresión inglesa: «el demonio está en los detalles». La política no consiste en la definición de criterios morales, para eso están las religiones o la ética. La política es administrar recursos escasos y conseguir resultados.

Si se tratase de solidaridad con los más desfavorecidos o con los más castigados por la crisis, el gobierno no habría negociado solo, ni siquiera principalmente, con los sindicatos. Sus interlocutores tendrían que haber sido organizaciones no gubernamentales como Cáritas o las distintas iglesias que llevan siglos en esa labor. Incluso podría haber primado a las asociaciones laicas de su preferencia.

El instrumento para negociar ese subidón de justicia social no debería haber sido la cobertura del seguro de desempleo, sino algo muy distinto que ya existe, la renta mínima de inserción. Los pobres no son sólo parados que hayan cotizado, sino también autónomos, marginales o marginados que nunca han ingresado en el mercado laboral, los que nunca han cotizado. Y curiosamente, cínicamente diría yo, de esos pobres se olvida deliberadamente el gobierno. Porque ese debate no interesa, no sirve para comprar la tranquilidad de los sindicatos.

La medida de los 420 euros hay que juzgarla como política laboral, no social, por su contribución a la reducción del desempleo y a la superación de la crisis económica. Lo reconocen hasta los propios sindicatos cuando se congratulan que se apruebe como una ampliación de la prestación por desempleo, no como una ayuda social. Y desde ese punto de vista no tiene pase.

Es contraria a toda la literatura económica, a toda la evidencia empírica y a todas las prescripciones de los expertos. No tiene pase porque profundiza la dualidad del mercado de trabajo entre los iniciados, los establecidos, y los que se agolpan a las puertas esperando entrar y para los que nos hemos quedado sin recursos.

No tiene pase porque perpetúa a los parados en esa situación y reduce los incentivos a aceptar la necesaria movilidad geográfica, funcional o salarial, con lo que se dificulta y retrasa la recuperación.

No tiene pase porque prostituye aún más la naturaleza del seguro de desempleo, que se va configurando como una renta vitalicia para unos pocos y alejando de su concepción original, un colchón de tranquilidad para amortiguar la pérdida de empleo mientras el parado asume su nueva situación y actúa consecuentemente.

En definitiva, no es una medida solidaria, sino discriminatoria; no es eficaz, sino contraproducente, y supone una buena merma de recursos públicos, de los que no andamos precisamente sobrados.

Cabría entonces preguntarse por qué ha sido aprobada y por qué nadie se opone. Sobre lo primero, hay pocas dudas, el presidente Zapatero quiere evitar un otoño caliente, más después del dato del paro de agosto, y tiene que ofrecer alguna prebenda a los sindicatos para legitimarlos ante unas bases cada vez más inquietas.

Sobre lo segundo, se me ocurre que toda la oposición no marxista, no sólo el PP, ha comprado el discurso del elefante de Lakoff y ha renunciado al debate de las ideas. Zapatero todavía hoy marca el discurso. Increíble. (Fernando Fernández/ABC)

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