Lunes, 07-09-09
SI no le conociéramos, nos escandalizaría. Pero a estas alturas le conocemos de sobra para no asombrarnos. Ese señor que ayer, en el hermoso valle de La Tercia, citó varias veces «la grave crisis que atravesamos» era el mismo que hace un año negaba la existencia de tal crisis.
Ese señor que la semana pasada invitó a sindicatos y empresarios a reanudar el diálogo social es el mismo que ayer en Rodiezmo acusaba a los empresarios de no colaborar en el esfuerzo y alababa a unos sindicatos cuyo único mérito ha sido pedir más, para que gobierno se lo conceda.
Ese señor que pide el apoyo del PP y al mismo tiempo le reprocha su falta de colaboración con él es el mismo que intentó expulsarle de la escena política española, que le excluyó de toda consulta en la elaboración de sus planes y que no ha escuchado ninguna de sus sugerencias.
Ese señor, como habrán adivinado, es el presidente del Gobierno español, José Luís Rodríguez Zapatero, una extraña mezcla de cinismo, megalomanía, ignorancia, demagogia, soberbia y estrechez de miras, que ni siquiera parece escuchar ya a quienes le ayudaron a alcanzar el poder y a mantenerse en él va ya para cinco años, que no es poco dadas las barbaridades que ha hecho.
Ese señor que la semana pasada invitó a sindicatos y empresarios a reanudar el diálogo social es el mismo que ayer en Rodiezmo acusaba a los empresarios de no colaborar en el esfuerzo y alababa a unos sindicatos cuyo único mérito ha sido pedir más, para que gobierno se lo conceda.
Ese señor que pide el apoyo del PP y al mismo tiempo le reprocha su falta de colaboración con él es el mismo que intentó expulsarle de la escena política española, que le excluyó de toda consulta en la elaboración de sus planes y que no ha escuchado ninguna de sus sugerencias.
Ese señor, como habrán adivinado, es el presidente del Gobierno español, José Luís Rodríguez Zapatero, una extraña mezcla de cinismo, megalomanía, ignorancia, demagogia, soberbia y estrechez de miras, que ni siquiera parece escuchar ya a quienes le ayudaron a alcanzar el poder y a mantenerse en él va ya para cinco años, que no es poco dadas las barbaridades que ha hecho.
Y para que nadie diga que todo esto me lo he inventado yo y lo escribo en un periódico tenido por conservador y monárquico, les paso los titulares de los artículos que «El País» incluía ayer en su suplemento económico: «A la deriva. España encara una recesión más larga que la del resto de Europa con un gobierno errático en su política económica», «Donde dije digo, digo impuestos», «Decíamos ayer», «Un otoño muy duro (otra vez)», «Y ahora... sostenibles», «La política económica, lo urgente y lo importante», sugiriendo que no existe. Curiosamente, es lo que en ABC venimos diciendo desde hace mucho tiempo, sin que se nos haga caso, y dan ganas de decir a todos esos colegas «Wellcome to the club», bienvenido al club, pero la situación es demasiado grave para andarse con bromas.
Ninguna broma, sin embargo, es ese pliego de cargos, el más demoledor que pueda presentarse a un jefe de gobierno. Sin embargo, el nuestro sigue en sus trece o trece mil millones, qué más le da a él, porque el dinero es tan maleable como sus palabras, que pierden su valor en cuanto las pronuncia, mientras acusa a los demás de las consecuencias de sus errores, se empecina en ellos, promete más gasto con las arcas vacías, en un ejercicio de sonambulismo económico y demagogia política tan barata como trasnochada, cuando lo que se necesita es rigor, claridad y realismo.
Estamos traspasando la línea del modelo español del peronismo, que lleva arruinando a una nación tan rica como Argentina más de medio siglo. Una pobre en recursos como España, no quiero pensar lo que va a durarle. (José María Carrascal/ABC)
Estamos traspasando la línea del modelo español del peronismo, que lleva arruinando a una nación tan rica como Argentina más de medio siglo. Una pobre en recursos como España, no quiero pensar lo que va a durarle. (José María Carrascal/ABC)
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